Tras los resultados en Estados Unidos quedó la sensación de otro fracaso, otra pifiada, de las encuestas. Lo que se había instalado es que se venía una ola azul, demócrata, y eso no ocurrió. O por lo menos algunos analistas consideran que los cuatro puntos de diferencia que hubo entre Joe Biden y Donald Trump no fueron esa ola. Página/12 le trasladó las críticas e interrogantes a algunos de los consultores más conocidos del país.

Aquí sus respuestas.

Hugo Haime, titular de Haime y Asociados consideró que “es cierto que hubo pocas encuestas que mostraron un final tan reñido. Algunos hablaban de diez puntos, pero otros -Ramussen y IBD/TIPP- diagnosticaron entre uno y cuatro puntos. Me parece que no corresponde decir si acertaron o fallaron sacando un promedio, aunque es verdad que el promedio más bien se inclinaba por la ola azul. También está el tema de los estados. Y ahí hubo errores, como en Florida. Es como que alguien te diga que tu candidato va a ganar la provincia de Buenos Äires por diez puntos y la gana por uno. Sí, te dijo el ganador pero lo que parecía un paseo no lo era". 

"El gran tema es que las encuestas tienen problemas en todo el mundo y más los tienen en la medida en que el sistema presencial dejó lugar a lo automatizado. Llama un sistema y se contesta con el teclado. Hubo problemas en nuestro país en 2019. Pero también pasó en México, España, Francia. En fin, el instrumento tiene problemas con la precisión electoral. Mucha gente no contesta, a muchos no se puede llegar, muchos ocultan el voto. Por eso es necesario poder trabajar con múltiples metodologías. Pero, y esto para mi es lo mas importante, son un precioso instrumento para orientar las campañas electorales y de gobierno. Después, publicar encuestas como forma de hacer publicidad política o para recaudar fondos es un error que suma a los problemas metodologicos que se generan en sociedades liquidas, es decir que van cambiando mucho”.

Eduardo Fidanza, director de Poliarquía, tiene una mirada distinta sobre los pronósticos en el país del norte, pero coincide en la mirada sobre las encuestas. “No creo que las encuestas hayan fallado absolutamente en EEUU. Si vemos los resultados a nivel nacional, a las encuestas no les fue mal: predijeron quién obtendría más votos con bastante precisión. Si se observan los estados, las encuestas no fueron capaces de predecir el caudal de votos que tendría Trump, pero acertaron el ganador en la mayoría de los casos. Si vamos a los motivos por los cuales los sondeos se equivocan o no pueden predecir resultados con exactitud, me inclino a pensar que enfrentamos problemas de orden sociológico más que metodológico.  Las personas se niegan a contestar o no manifiestan sus verdaderas intenciones. O cambian de voto con gran facilidad. También sucede que le perdieron el respeto a las encuestas, que consideran que son una herramienta de marketing. El involucramiento de las empresas de encuestas en las campañas electorales ha dañado el prestigio de este método. Sin embargo, si no le pedimos a los sondeos que sean un oráculo y los aceptamos como instrumento de estimación, entonces encontraremos en ellas un instrumento útil. En este sentido, las encuestas no hicieron mal papel en esta elección”.

Roberto Bacman piensa que “el proceso electoral norteamericano se dio en medio del coronavirus. Eso influye en el votante. Es cierto que la dinámica del cambio también existe y más allá del Covid, pero acá impactó fuerte. En los últimos años se han detectado cambios significativos en el humor del electorado. Las campañas son distintas; incluso algunas se ponen muy agresivas y se sostienen en el odio. Existen segmentos del electorado que tienden a esconder su voto. Esconder su verdad sostenidos por el odio, por el mero desconocimiento o hasta cierto desinterés".

"En Estados Unidos no se pudieron realizar encuestas presenciales de alcance nacional por el virus. Las encuestas telefónicas (mediante mensajes pregrabados y sin entrevistador) vienen teniendo muchos problemas en el mundo entero. Las viejas y nobles encuestas presenciales, donde el encuestador está con el encuestado, lo ve, ve su vivienda, son decisivas. Esto se comprobó en nuestro país el año pasado, en las PASO: nos permitió detectar el voto al peronismo en los sectores humildes, que no aparecía por teléfono. De todas maneras cada día se hace más imprescindible seguir trabajando para buscar más y mejores métodos de conocimiento y análisis de la realidad, incluyendo al universo web y on line”.

Shila Vinker de Trespuntozero afirma que “se opera una especie de transferencia de la crítica al mundo de la política a los universos cercanos a ésta. Este proceso de algún modo también amplifica la idea de que las encuestas fallan. Si falla el conteo de votos, ¿cómo no van a fallar las encuestas? Algo de esto esta emparentado con la postverdad. La crítica a la efectividad de las encuestas, sin duda no puede desvincularse de este fenómeno de desconfianza masiva –en gran medida traccionada por la grieta- que parece dominar todo el espectro de la política y de la sociedad; y de la que los ni los medios, ni los políticos, ni las redes sociales, ni la justicia tampoco se salvan”.

Facundo Nejamkis, director de Opina Argentina, evalúa que “las encuestas han dejado de ser exclusivamente material de trabajo de candidatos y estrategas de campaña. Son vistas y consumidas por el público en general. En estos espacios se desconoce y cuesta admitir las limitaciones que tiene este instrumento, y es tratado como si fuera un servicio público que ha sido mal prestado. Si nos concentramos solo en las encuestas vemos que la mayoría de los sondeos indicaban que Biden ganaría en el voto popular, aunque por una diferencia mayor en algunos casos, y tambien sucedería un resultado favorable al partido demócrata en el colegio electoral. Sin embargo, también es justo señalar que existen algunas cuestiones a tener en cuenta que han dificultado la tarea de medir la opinión pública. Sociedades mas complejas y heterogéneas, una polarización que está atravesada ya no exclusivamente por diferencias de clases sociales. La aparición de candidaturas disruptivas que tensionan al sistema de partidos tradicional, casos Trump o Bolsonaro. O incluso el declive de los partidos tradicionales, caso España con la aparición de fuerzas como Podemos o Vox. La falta de estabilidad dificulta la medición. Finalmente nos enfrentamos al factor tecnológico. El alto costo de las mediciones presenciales y el declive del teléfono fijo representan sin dudas el gran desafío. Mediciones online, en redes sociales, a teléfonos móviles, por aplicaciones, son algunas de las posibilidades que se asoman en el horizonte, pero por su novedad tampoco estan exentas de ensayos y errores que puedan ser también ser leídos como fracasos”.