Nadie diría que esas personas dispuestas en una plaza en la ciudad de La Plata, a una distancia aceptable y que se mueven apenas para identificar los rastros encriptados de una narración, están asistiendo al desarrollo de una obra de teatro. Hay una serie de claves antes de llegar al día de la función. Un mensaje por WhatsApp donde se dan las coordenadas puntuales del encuentro y un audio que será conveniente no escuchar hasta el momento que la ficción ocurra. 

Allí, cada espectador, revive la instancia de estar en grupo en el devenir de un espectáculo pero la guía para no perderse entre las personas que vuelven a una plaza como si allí se recuperara un tiempo interrumpido, está concentrada en ese audio que escuchan desde sus teléfonos celulares. Hay algo íntimo, casi de una imaginación estimulada por lxs narradorxs que se suceden en esta historia encapsulada que hace de Mi parte es todo una variante del teatro invisible. 

Las voces que nos cuentan el devenir de algunxs jóvenes en la ciudad de La Plata, atrapadxs en trabajos precarios y en deseos tan fabulosos como posibles, nos llevan a identificar a actores y actrices disimuladxs entre las chicas que improvisan un picnic o lxs niñxs que arden por un poco de juego y de sol. Lxs integrantes de este elenco disperso podrían ser cualquier persona que se propone habitar la plaza por una tarde, solo nosotrxs, lxs que aceptamos ser espectadorxs de esta obra escrita y dirigida por Braian Kobla sabemos que allí sucede algo del orden de lo dramático y también de lo novelesco porque Mi parte es todo podría ser un libro que leemos y que nos impulsa a fantasear con sus personajes, un soporte dramático que se transforma en un experimento de lectura donde descubrimos a otras personas participando de una ficción que solo parecía suceder en nuestra cabeza, o la voz en off de una película que no podemos olvidar y que nos lleva a ver a sus criaturas en todas partes. 

Así el director y su grupo de artistas rescatan un trabajo sobre el espacio, sobre la puesta en escena invadida por lo impredecible de un entorno que también se integra como un elemento dramático. En el recorte que nosotrxs hacemos gracias a esa narración que tiene una belleza irónica, la melancolía de un presente que no entiende muy bien lo que va a venir, se genera otra manera de mirar lo cercano como si se construyera un híper realismo casi fotográfico que, a la vez, es alterado al extremo por una ficción imperceptible. 

Hacer del teatro un tiempo y un espacio paralelo es el gran hallazgo de este dispositivo brillante ideado por Kobla, una herramienta para que las restricciones se conviertan en procedimientos. No hace falta aquí hablar de la peste porque la escena que vemos tiene ese candor, esa herida que surge después de la catástrofe, como esa chica que lo único que quiere es bailar al sol.El mundo de los trabajos y las actividades permitidas durante el aislamiento surgen como relatos breves que se pulverizan. Como ocurre con algunos cuentos de Raymond Carver en la sucesión de episodios ínfimos se construye una trama con lo que es factible hacer ¿Cómo destrabar ese límite? Mi parte es todo entiende que el teatro no podrá volver a ser el mismo. Su título, que entraña una pequeña filosofía, habla de una manera de operar como comunidad al entender que el distanciamiento es una nueva versión de nuestra singularidad.Mi parte es todo es, también, una alternativa desde la acción en una época donde se corre el riesgo que el cuerpo sea percibido solo como un lugar de peligro. Aquí la presencia de actores y actrices viene a imantar esa cercanía. 

 Para participar de esta obra comunicarse con el Instagram Miparteestodo.