En forma reiterada se escucha que los únicos generadores de riqueza genuina en el país son los productores agropecuarios y que las demás actividades sólo sirven para hacer circular esa riqueza en la economía, en el mejor de los casos, o para quedarse con parte de la riqueza generada por el campo, apropiándose injustificadamente de una parte de la misma, sobre todo desde el Estado.

En esta concepción, además del egocentrismo inveterado de un sector de la sociedad, parece haber también un sustento ideológico anacrónico, largamente superado por la evolución de la ciencia económica. Este sustento ideológico proviene de una mezcla del pensamiento fisiocrático de mediados del siglo XVIII, que consideraba que la única fuente de riqueza era la naturaleza, y de las ideas de los mercantilistas de los siglos XVI y XVII, que propugnaban que la única acumulación de riquezas real eran los metales preciosos (reemplazados en la actualidad por las divisas) que se obtenían a través del comercio con otros países.

Al margen de estas concepciones anacrónicas incapaces de explicar la evolución actual del capitalismo, el simple análisis de la información estadística sobre la generación de valor agregado y empleo en Argentina muestra claramente que los sectores productivos vinculados a la explotación de recursos naturales, especialmente el agropecuario, no es ni de lejos el principal generador de ninguno de ambos y sí, en cambio, el que genera los puestos de menor calidad de empleo y la mayor tasa de explotación de la mano de obra, medida por la relación entre el excedente bruto y el costo salarial.

La fisiocracia

La fisiocracia planteó a mediados del siglo XVIII en Francia la idea de que la única fuente real de riqueza económica, entendida como la actividad que genera más productos que los recursos (insumos) empleados, era la agricultura, basados en la concepción bastante naif de que una semilla sembrada genera naturalmente una cantidad de semillas mayor.

Para ellos, todas las demás actividades económicas “sólo transforman”, es decir, les dan otra forma a los únicos productos reales surgidos de la agricultura, pero no crean productos nuevos o, en todos casos, sólo contribuyen a la distribución de esos productos naturales. En otras palabras, negaban la capacidad de los demás sectores para “generar” valor económico en el proceso productivo y distributivo.

Esta concepción, que confundió una ciencia social como la economía con una rama de la biología, puede ser comprendida y hasta justificada en los inicios del capitalismo como uno de los primeros intentos por desarrollar una disciplina que explicara los nuevos procesos económicos, pero hoy es insostenible.

El mercantilismo

La otra concepción ideológica arcaica que hay detrás de esto es el mercantilismo, anterior a la fisiocracia, con fuerte influencia en la etapa del expansionismo de la conquista imperialista de los siglos XV a XVII. Para esta concepción, la clave de la riqueza económica estaba en la acumulación de metales preciosos (oro y plata) a través del comercio, en el mejor de los casos, o del pillaje de las tierras conquistadas, como sucedió en América.

¿Qué relación hay entre la concepción mercantilista y la de muchos dirigentes agrarios contemporáneos? La idea de que la otra prueba de que la única generación de riqueza es el campo es porque se trata de la actividad cuya producción permite obtener la mayor parte de las divisas que necesita el país, a través del comercio exterior, y que los demás sectores “parasitarios” las gastan sin producirlas. O sea que sólo sería genuina toda aquella actividad económica que genere y permita acumular divisas.

Lo que sí es cierto es que Argentina tiene una dotación muy particular de factores naturales de producción, dada por la gran extensión de su territorio fértil con clima templado que, junto con el adelanto tecnológico y, a veces, con el latrocinio ambiental de la deforestación indiscriminada, hacen que el sector agropecuario tenga una productividad mucho mayor que la del resto de los sectores productivos, lo que posibilita dos cosas: 

1. que pueda producir el equivalente calórico a la alimentación de 400 millones de personas, aunque la forma final de alimento humano se procese en su mayor parte fuera del país, y

2. que pueda atender esa inmensa demanda mundial con un valor del dólar mucho más bajo que los demás sectores, gracias a sus menores costos internos en pesos, dando lugar a lo que Marcelo Diamand definió como Estructura Productiva Desequilibrada.

Valor agregado e ingresos

Por suerte, la ciencia económica fue evolucionando junto con el desarrollo del capitalismo y, a pesar de las diferencias doctrinarias entre las distintas escuelas, hoy ya no se discute que la creación de riqueza económica tiene que ver con la generación de valor agregado, ingresos y empleo de todas las actividades en el proceso productivo, y con su circulación y distribución.

Al respecto, el Indec lleva un registro muy interesante y poco difundido denominado Cuenta de Generación de Ingreso e Insumo de Mano de Obra (CGI-IMO), cuyo último informe abarca el período 2017-2019. Esta cuenta registra las fuentes de generación de valor agregado, ingresos y puestos de trabajo de los principales sectores económicos.

Comenzando por el Valor Agregado Bruto (VAB), equivalente al Producto Interno Buto (PIB) a costo de factores, los tres sectores que más generaron en 2019, por encima del 10 por ciento del total, fueron:

* La Industria Manufacturera (15,3 por ciento).

* El Comercio (15,2 por ciento). 

* Los Servicios Inmobiliarios y de Alquiler (11,6 por ciento). 

Los siguientes tres sectores contribuyeron de 7 a 8 por ciento del VAB: Agricultura, Ganadería y Silvicultura (8,2 por ciento), Administración Pública (7,9 por ciento) y Transporte y Almacenamiento (7,1 pro ciento). 

Entonces, el sector agropecuario generó el año pasado menos de la doceava parte del PIB total y poco más de la mitad que la industria o el comercio.

En promedio, en toda la economía el costo salarial total significó en 2019 el 45,3 por ciento del VAB, los Ingresos Brutos Mixtos (IBM) representaron casi el 13 por ciento y el Excedente de Explotación Bruto (EEB, o sea ganancias brutas) el 43,5 por ciento, lo que suma más de 100 por ciento por los subsidios a la producción de algunos sectores, como Energía y Transporte.

Entre los sectores con mayor participación del costo salarial en el VAB se destacan el de Intermediación Financiera (53 por ciento), Transporte (50 pro ciento), Construcción (42 por ciento) y la Industria Manufacturera (40 por ciento). 

En el extremo de más baja participación de salarios está el sector Agropecuario, donde la participación del costo salarial en el VAB es de sólo 16 por ciento y, aunque se sume el IBM de los pequeños propietarios y sus familias sólo se llega al 25 por ciento, mientras el EEB de las empresas del sector es del 73,6 por ciento del VAB. Semejante tasa de explotación, que triplica el costo salarial más el IBM, ¿será sólo porque una semilla genera muchas?

Generación de empleo

La economía argentina generó durante 2019, según ese informe del Indec, 20,8 millones puestos de trabajo, de los cuales 17,3 millones correspondieron al sector privado y 3,5 millones al sector público, incluyendo docentes, médicas/os, enfermeras/os, policías y demás servidores.

Del total de puestos de trabajo generados en 2019 casi las tres cuartas partes correspondió a asalariados (74,6 por ciento), mientras que el resto (25,4%) a personas no asalariadas, entre las que se cuentan los puestos de empresarios y cuentapropistas.

En el Sector Privado casi el 70 por ciento son puestos asalariados y poco más del 30 por ciento no asalariados, y entre los primeros se repartieron en 41,3 por ciento registrados y 28,2 por ciento no registrados, lo que implica que la tasa de informalidad fue más del 40 por ciento de los asalariados en el sector privado en 2019.

Los tres sectores que generaron más empleo en Argentina en 2019 (asalariado y no asalariado, registrado o no) fueron:

1. Comercio: 17 por ciento.

2. Industria: 11,2 por ciento.

3. Enseñanza pública y privada: 10,3 por ciento. 

Los cuatro siguientes fueron Servicio Doméstico (8,3 por ciento), Construcción (8,2 por ciento), Administración Pública (7,7 por ciento) y servicios Inmobiliarios y Empresariales (7 por ciento). 

Estos siete sectores explicaron casi el 70 por ciento de la generación de empleo total durante el año pasado y recién en el octavo lugar aparece Agricultura, Ganadería y Silvicultura con el 6,7 por ciento de participación, lo que significa la quinceava parte de la generación de empleo total.

Este ranking cambia cuando se considera sólo la creación de empleo asalariado. Los sectores que superan el 10 por ciento en generación de puestos asalariados son, en orden de importancia: Enseñanza (13,5), Comercio (12,2), Servicio Doméstico (11,2), Industria (10,5) y Administración Pública (10,3). Bastante más atrás, por debajo del 7 por ciento, vienen Servicios de Salud (6,9), Construcción (6,1), Servicios Inmobiliarios y Empresariales (6,1) y, ahora en noveno lugar, Agricultura, Ganadería y Silvicultura (5,8).

Llaman la atención los sectores que menos contribuyen a empleos de calidad por la dispar participación en el total del asalariado registrado y el empleo en negro:

* Servicio Doméstico, 5 por ciento en blanco a 25 por ciento en negro, con una tasa de informalidad de 70 por ciento.

* Construcción, 4 y 11 por ciento, respectivamente, con informalidad del 56 por ciento.

* Agropecuario, 3,2 y 11,5 por ciento, respectivamente, con informalidad del 62 por ciento.

Entonces, para seguir sosteniendo que el agropecuario es el único sector económico genuino, ¿no debería tener una mayor participación en el valor agregado total del país? ¿No debería tener una composición un poco más equitativa del poco valor agregado que genera? ¿No debería tener una mayor participación en la generación de empleo total? ¿No debería mostrar una tasa de informalidad laboral menos escandalosa? ¿No debería asumir con más entereza la imposición de mayores gravámenes por su ventaja productiva natural?

Está claro que este mito, derivado de esa “gracia divina” de la extraordinaria dotación de factores naturales, no justifica que algunos propietarios de esa riqueza y sus dirigentes ruralistas crean que por eso son los dueños del país.

* Universidad Nacional Arturo Jauretche, subcoordinador de la Licenciatura en Economía.