Restinga. Una palabra, apenas. Una que refiere a cierta zona arenosa y de vegetación nutrida bien pronta al mar. Una palabra, apenas, que hacia mitad de una canción se desliza sobre una línea de bajo suave y repitente y que alcanza para definir, acaso como ninguna otra, la pertenencia musical y compositiva de Federico Falcón y Carli Arístide, ambos creadores y sostenes de la banda Páramo.

Federico nació en Comodoro Rivadavia, tuvo una no tan breve estancia en Buenos Aires –estudió en la Escuela de Música Popular de Avellaneda y ofició durante un tiempo de baterista de Me Darás Mil Hijos– para afincar definitivamente, hace unos años, en Choele Choel (Río Negro). Y desde allí es que cuenta: “En el momento que me vine a vivir para acá no sabía muy bien qué iba a pasar. El primer disco lo edité como Federico Falcón pero en realidad la dinámica siempre fue más de banda. O de dúo, con Carli, aunque en todo este tiempo pasó un montón de gente súper importante. La cabeza del proyecto somos los dos. Dado que el primer disco lleva sólo mi nombre se puede pensar que es algo más solista pero en realidad no”.

A aquel primer disco de 2006 le siguió Lejanía (2011): una aproximación más fina al mundo sonoro de Páramo: una impronta más folclórica, aunque para nada tradicional, sonido a madera –chello, contrabajo, percusiones abonan ese terreno–, mayormente acústico, algunas texturas. “Cuando empezamos con el proyecto, lo hicimos sin pensar que iba a primar cierto sonido. Y lo que apareció siempre fue el folclore, el seis por ocho. Nos metimos un poco en esa idea de explorar cómo es la identidad folclórica que de alguna manera todos tenemos. En mi familia somos todos músicos, me crié en el folclore. Y fue sin querer, porque no  lo buscamos”.

En Lejanía –que tuvo de invitados a Soema Montenegro, Mariano Fernández y Gustavo Semmartín (ambos ex Me Darás Mil Hijos) y Palo Pandolfo, entre otros– puede encontrarse, además, una canción preciosísima como “Camino al Tembrao”. Otra referencia particular a la aldea propia: el Tembrao es un paraje al pie de la meseta de Somuncurá, en Río Negro y la canción retoma la historia de un rabdomante. Allí, sobre un ritmo rayano al loncomeo, él canta: “mañana por la mañana iré a descubrir mi sangre/ mañana por la mañana y no hoy que estoy cuidando tus heridas/ mañana por la mañana iré a refundar mi historia, oculta entre huesos y sal en tu preciosa melodía.” “La identidad patagónica en la música –dice– no está definida aún. No hay nadie que la valide, a diferencia de otras cosas como las músicas del norte o la chacarera. Todavía está el caldo de cultivo para ver qué es lo que sale. Es una mezcla muy grande entre los pueblos aborígenes, los inmigrantes, los trabajadores del petróleo, los galeses. Me parece que somos muy nuevos y la identidad patagónica está ahí, al descubrirse”.

“Somos los que lo empezamos y los que fuimos quedando”. El que dice, ahora y desde Buenos Aires, es la otra mitad del proyecto: Carli Arístide, quien define a su guitarrística “entre Yupanqui y Massive Attack”. Aunque hoy en día la banda se complete con Martín Casado en batería y percusión, Leticia Carelli en bajo y Juan Martín Bianucci en teclados, el seno de Páramo son ellos dos –muchas de las composiciones, además, fueron hechas junto a la chellista Leila Cherro–. “La mitad de mi corazón, la mitad de mi familia está allá, fui al sur todos los años de mi vida. Fede maneja ese lenguaje y yo lo aprendí y estoy fascinado. Creo que por eso suena así. Quiero seguir buscando una sonoridad sureña, sin faltarle el respeto a nadie y tratando de sincerarme conmigo”.

Una casa sin luz ni calefacción, frente a un mar bravo, algunas ballenas cortando cierta monotonía, un delfín varado en la costa. Esas cosas, cuentan, fueron el cotidiano mientras ambos trataban de despuntar la composición del nuevo disco en una casa alquilada en Las Grutas. Hasta que despuntó con “Mar abierto”. “Fue la primera canción que salió. Y se nos ocurrió hacer un disco en el que pusiéramos por delante lo que nos decía el contexto, el lugar. Aunque no del todo, un poco lo logramos. Ser conscientes de que el contexto te dice, también, lo que tenés que decir”.

Si el tercer disco es el que termina de definir el sonido de determinada banda o artista, vaya si este lo hace: editado hacia fines del 2016 La Nación de las Manzanas es, ya desde el nombre, una reivindicación de la identidad: una rosa de los vientos enclavada en una única dirección, en línea recta hacia allí abajo, hacia el sur. Todo, además, termina de cuadrar con esos mapas y diseños que acompañan el arte de tapa del disco: lugares, territorios imaginarios –y no tanto– donde perderse buscando la canción, el viento del lugar. Y si cierta esencia de Lejanía podía encontrarse en “Camino al tembrao”, aquí la naturaleza propia se puede hallar en canciones como la que le da nombre al disco, en “Paraíso ajeno”  y en “Mar abierto”: lo acústico dándole lugar a lo eléctrico, cierta oscuridad en el sonido, la voz frágil de Federico, algunas programaciones. Y allí, entonces: las restingas, los cielos a media altura, las rocas y costas que rayan el mar, el desierto. Federico comenta: “Siempre fue un proyecto que abrió a que cada uno, desde su lugar, nutra las canciones. Nunca fueron direccionadas hacia un lado en particular. Nunca pensamos ´hagamos una banda para que tenga una identidad sureña´. Se dio. Y los discos suenan a sur. Eso se nota, eso suena”.

Por universos estéticos, geografías cercanas y músicos en común es clara la relación y la consonancia con Lisandro Aristimuño –Carli, Leila Cherro y Martín Casado forman parte de su banda–. Pero, cuentan, más aún lo es con su padre, con Hugo Aristimuño, quien formó un grupo con el padre de Federico –Marcelo, un referente de la canción patagónica– que los marcó. Sobre todo en el horizonte folclórico.

Aunque no detiene su andar, el de Páramo va a una velocidad muy propia: editaron tres discos en diez años. Federico comenta: “Este disco, al principio, lo planteamos más acústico y luego nos fuimos para algo más rockero. Es todo intuición lo nuestro. No hay mucho de extraño ahí, es lo que nos va pasando a medida que avanzamos. Los procesos son largos también, tiene que ver con que estamos medio desparramados. Vamos mutando. Es un disco súper de banda, lo hicimos todos juntos y eso se nota”. Y Carli: “A veces lo aceleramos un poco, como puede ser para la presentación. Me veo con cierta ambición de que el proyecto crezca y llegar a más gente, pero no lo siento del todo real. Es así, va sin apuro. La conexión con la Patagonia es muy fuerte: en nosotros y sobre todo en este disco”. u

Páramo se presenta el sábado 15 de abril en Cultúrica (Moreno 46, Bariloche), junto a Leticia Carelli y Marcelo Saccomanno.