Desde Jujuy

Raúl Noro dice frente a un auditorio lleno de universitarios que lo académico es importante sólo si se “baja a la cotidiana, a lo popular”. Cita a Jean Paul Sartre, habla de “conquistar subjetividades” y después de ser aplaudido por estudiantes, graduados, docentes y no docentes de más de 10 universidades públicas nacionales se va a sentar solo fuera de la sede central de la Organización Barrial Tupac Amaru, donde se desarrolla la actividad. Dentro es algo difícil seguir después de sus palabras, y eso que recién comienza el Plenario Universitario por los Derechos Humanos, que en su primera edición se concentró en San Salvador de Jujuy por ser el lugar donde está presa ilegalmente, hace más de 400 días, la dirigente social Milagro Sala, compañera de Noro. 

La idea del plenario era que la universidad debatiera qué y cómo aportar al pensamiento sobre derechos humanos y que haga su contribución a la lucha por la liberación de Sala. Pero, como si Noro lo hubiera anticipado, sería la propia territorialidad la que atravesaría cualquier discusión, cualquier discurso, cualquier panel. Hacia el final del encuentro el presidente de la Federación Universitaria de Córdoba, Gabriel Domínguez, fue quien mejor lo expresó: “Volvemos a las aulas distintos después de hoy. Nos llevamos el ejemplo de la organización desde abajo, de la conciencia popular, del empoderamiento. Nos comprometemos a contarle a nuestras universidades lo que aprendimos de la Tupac”.

Y es que Jujuy en carne viva se coló todo el tiempo en las dos jornadas del plenario, que el viernes comenzó en la sede de la calle Alvear y terminó frente al Palacio de Gobierno con cantos en contra de Gerardo Morales, y ayer cerró con visita al barrio de Alto Comedero y una radio abierta frente al penal donde Sala está ilegalmente detenida desde enero de 2016. Se coló porque en medio de un panel sobre Universidad Pública llegó alguien a informar de la detención de Nélida Rojas, referente tupaquera de Mendoza (ver aparte) y porque a Noro, durante el largo rato que se quedó en la puerta, se le acercaron todo el tiempo a decirle que luchan “por la Flaca”, que pronto tiene que salir. También porque a la lista de oradores que programó el Movimiento Tercera Reforma, la agrupación convocante, todo el tiempo se agregaron otros, del barrio, de la organización, del territorio. 

“Milagro es educación, es salud, es vivienda y es trabajo”, dijo  el viernes el referente del gremio docente de la Universidad Nacional de Lanús, Luis Cervero, quien opinó que “hay que seguir su ejemplo porque la educación pública debe ser ese lugar que durante las crisis sirva para construir la resistencia y el camino del campo popular”. Otros oradores fueron también en esa dirección, como Andrés Harispe, director del programa barrial de la Universidad Nacional del Centro, de Tandil, quien aseguró que “Milagro Sala también es universidad porque detrás de cada construcción de la Tupac hay arquitectos, hay médicos, hay docentes, hay identidad”.

Pero esa idea, recurrente en casi todos los discursos, no se comprendió realmente hasta que, entre un panel y otro, un grupo de mujeres de la Tupac irrumpió en el monumental salón e improvisó la mesa más emocionante y más concreta. “Milagro es nuestra líder porque nosotras no teníamos nada y ella nos enseñó que teníamos que estudiar para no tenerle miedo a los hombres de corbata. Nos mandaba a la primaria y nos decía que si no traíamos la carpeta completa, no podíamos volver a entrar. Nos dio la dignidad”, contaron las tupaqueras, referentes de escuelas y de copas de leche, que un rato después pedirían a los gritos “para Morales el repudio popular”. 

Sin darse cuenta, las mujeres cambiaron la jornada en al menos dos formas. Primero, porque propusieron un acto político concreto: con banderas de los pueblos originarios y de la Tupac, lideraron la numerosa columna que marchó hasta la gobernación al grito de “Morales, basura, vos sos la dictadura”. Pero fundamentalmente, porque sacaron la universidad a la calle, eso que al principio había pedido Noro y que terminó siendo el espíritu mismo del encuentro. Glenn Postolski, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, incluso tuvo que cambiar su discurso, “atravesado” por todo lo que vio. “La Universidad es constructora de derechos humanos, su ADN va en esa dirección. Hoy nos vamos con otra demostración del valor que tiene en ese camino la construcción social”, dijo. 

Ayer, cuando el grupo visitó Alto Comedero y luego el penal en el que Sala está presa, ese espíritu se mantuvo. Frente a la diputada del Parlasur que miraba tras las rejas, tan cerca y tan cercada, la comunidad universitaria montó una radio abierta para que ella pudiera escuchar. Ningún participante se animó a “darle fuerzas a Jujuy”, tal como habían planteado algunos el día anterior. “Danos un poco de tu lucha, Milagro”, pidieron en cambio.