Nunca sus decisiones fueron las que se esperaba de él, las que el poder le reclamaba. Fue a jugar a Nápoles, el sur de Italia, la región pobre, cargada de prejuicios: “El norte trabaja, el centro administra, el sur se la gasta”, era la despectiva frase que hablaba de la ciudad donde Diego Maradona llegó en 1984. Una vez, en sus espectaculares vueltas de tuerca que tenía su vida, le dijo a los porteños que se iba a Rosario, a Newell’s. Un lugar donde no tenía vínculos con su vida. Ni antes, ni en aquel entonces. Esa elección fue otra más de su saludable rebeldía. Se fue a jugar a la ciudad que siempre le pudo hacer frente al fútbol grande y concentrado del país. Y la ciudad cambió para siempre. Como el Newell’s que presidía el vehemente Walter Cattáneo.

En la primera semana de septiembre de 1993, Maradona le dijo a Cattáneo que venía a jugar en Newell’s. En pocas horas, el club debió negociar contrato y condiciones con el astro mundial. Cattáneo fue detrás del impacto mediático. Pero todo se fue de las manos. La figura del Diez rompió las proyecciones más entusiastas. Un club que buscaba reinventarse tras los años de gloria de Marcelo Bielsa y peleaba por la permanencia, tenía al mejor de todos en su casa.

Maradona firmó un contrato por 4.500.000 dólares. Se debía pagar en tres cuotas y el dinero debía reunirse con lo que se producía. Al fax del parque Independencia no paraba de recibir invitaciones para ir a jugar amistosos. Desde la Asociación Sudafricana de Fútbol hasta clubes de Asia.

Maradona firmó un contrato por 4.500.000 dólares. Se debía pagar en tres cuotas y el dinero debía reunirse con lo que se producía. 

Pero antes de pensar en las giras, la dirigencia leprosa debía resolver en horas la presentación de Diego. Se hizo en el estadio cubierto del club. Por entonces, los sponsors que tenía el primer equipo peleaban llevar su marca al lado del diez. No había contrato alguno que contemplara la posibilidad de ver a Diego con la rojinegra. Lo que había ocurrido fue imposible de prever.

Aquel día que Maradona se calzó la rojinegra ante la risa de niño de Cattáneo, ganó Paladini, estampando su logo detrás del ídolo. El frigorífico pagó 150 mil dólares. Pero otras firmas quedaron afuera. Una de ellas fue Pepsi, la gaseosa que se había estrenado como sponsor de los leprosos en 1992. Su debut fue en aquel partido de Copa Libertadores donde el Newell’s de Bielsa perdió de local 6 a 0 con San Lorenzo. A Cattáneo la nueva marca de gaseosas no le cayó bien. Pero en el club no había tiempo para negociar con los proveedores más importantes. Diego ya estaba en la ciudad.

Faltaba una hora para la presentación. Maradona se encontraba en el vestuario. Pasadas las 18, se comía una bandeja de fideos con crema. “La Claudia me hace las siete viandas que debo comer en el día, qué querés que haga”, le explicó a Roberto Benedetto, el gerente de la nueva gaseosa que era sponsor del club y que se presentó para intentar instalar su marca en la conferencia. “Diego toma gaseosa light, si ustedes no tienen, él va a tomar un sorbo en la conferencia. Pero la gorra con la marca no se la pone, eso tiene otro precio”, fue la respuesta de Marcos Franchi, representante de Diego.

Cuando se hizo la firma del contrato entre Maradona y Newell’s, minutos antes se acordó que la bebida azucarada pagaba 50 mil dólares por acompañar con su lata la mesa en la que estaban el diez y Cattáneo. Los dirigentes del club se enteraron después. Newell’s cobró 25 mil dólares y la otra mitad se pagó con mercadería. En menos de 24 horas, Diego le generó a Newell’s ingresos extraordinarios.

Maradona no tuvo excentricidades ni ambición desmedida para venir. Todo lo que producía el club con él, se repartía en partes iguales. Lo que exigió fue cobrar tres cuotas de un millón y medio de dólares. La primera recaudación superó las expectativas. El amistoso de presentación con Emelec de Ecuador en el parque Independencia generó ingresos por 1.700.000 dólares. La entrada era cara pero venía acompañada de una postal con la foto del diez con la rojinegra. No hay hincha que asistió aquella noche en la que Maradona regaló a los leprosos su único gol con la rojinegra que no conserve la tarjeta.

 La primera recaudación superó las expectativas. El amistoso de presentación con Emelec de Ecuador en el parque Independencia generó ingresos por 1.700.000 dólares.

En su estadía en la ciudad, Maradona tuvo un encuentro inolvidable con Magic Johnson, la estrella de la NBA que pasó por la ciudad en una gira de promoción. Se encontraron en el gimnasio del estadio cubierto. El basquetbolista norteamericano, con su figura inmensa, estrujó a Diego cuando lo vio y las sonrisas se correspondieron. Johnson se llevó la camiseta de la Selección, y de Newell’s. En su momento, Maradona le había dejado a Fidel Castro la rojinegra que usó en el amistoso con Emelec en una recordada visita al Comandante en Cuba. El Diez era el embajador de Newell’s en el mundo.

Una editorial de Buenos Aires imprimió 100 mil ejemplares de un poster de Maradona con la rojinegra en Bella Vista. Al diez se lo veía con sonrisa ancha y pisando la pelota. Se vendió en los kioscos de diarios y revistas y se agotó todo lo que se editó. A Maradona le correspondía el 50 por ciento de esos ingresos. Pero todo ese dinero lo donó a las divisiones inferiores del club, recuerdan en el parque Independencia.

Luego del amistoso con Emelec, se le pagó a Diego la primera cuota. La segunda se iba a cubrir con los amistosos que el club firmó para jugar en Mar del Plata en enero de 1994. Canal 11 de Buenos Aires compró los derechos y abonó por anticipado. Pero Diego no viajó nunca a La Feliz, al club le quedó luego el litigio con el canal de televisión. La relación deportiva entre Newell’s y Maradona había terminado. Pero la afectiva se extendió en el tiempo. Diego nunca olvidó su paso por la ciudad.

En septiembre de 2003, Newell’s estaba a pocos días de cumplir su centenario. Maradona se encontraba recluido en el predio La Pradera, en Cuba. No daba entrevistas y rechazaba incluso a los cronistas que eran enviados a la isla para lograr su palabra. Este diario lo llamó con insistencia y cuando a Diego le hicieron saber que en el parque Independencia querían su presencia para los festejos de los 100 años, aceptó el diálogo. La entrevista se publicó el 22 de septiembre de 2003. Allí Diego mostró su afecto por los leprosos: “Me encantaría participar de la fiesta de Newell’s, sería lindo volver a estar con el hincha y en la ciudad. La gente de Rosario me trató muy bien y por eso me encantaría volver”, expresó. Y aquí se quedó, para siempre en Rosario, en un rato de su vida.