No nos cansaremos de decir que el capitalismo es un sistema perverso. Basado en la explotación de las mayorías por una minoría. Este sistema se sustenta en dos principios: autoridad y propiedad privada de los medios de producción.

El Estado con sus instituciones garantiza la persistencia de la desigualdad y de los privilegios para los detentadores de los macro y micropoderes.

Desde la aparición de la propiedad y el excedente, se instauró en las sociedades el patriarcado y la dominación masculina. La separación del ámbito doméstico (privado) y el público.

En la Grecia antigua, el agora reservada solo a los varones libres, excluyente de las mujeres y de las y los esclavos.

En Roma, el pater familia tenía el derecho sobre la vida y la muerte sobre todos los subordinados a su omnímodo poder.

En la Edad Media se impuso la servidumbre, el llamado pacto de vasallaje. Es decir, la obligación de las y los campesinos de trabajar y pagar tributos a los señores feudales.

Con el advenimiento de la modernidad, la burguesía impuso el trabajo asalariado y las y los proletarios separados de los medios de producción se vieron obligados a laborar largas jornadas para obtener los medios de subsistencia vendiendo su fuerza de trabajo a cambio de un salario. El capital continuó su proceso de desarrollo; los cambios tecnológicos no han emancipado a los oprimidos y explotados de sus cadenas. Solo han mutado las formas de control y dominación.

Estas cuestiones las explicaron ya en el siglo XIX Proudhon, Marx, Engels, Bakunin, Kropotkin y muchos otros.

A lo largo del Siglo XX, Marcuse, Adorno, Horkheimer, Fromm, Deleuze y Guattari analizaron las nuevas formas de sometimiento. Michel Foucault aportó las claves para comprender cómo el sistema imperante vigila la obediencia y castiga las rebeldías e insumisiones. Guy Debord describe la sociedades del espectáculo.

El capitalismo genera diversas grietas y las amplía cada día más. Los relatos son las ideologías dominantes para mantener a raya a quienes pongan en cuestión el orden establecido. Cuando con los simulacros no alcanza aparece la fuerza brutal de múltiples artefactos que dañan los cuerpos insumisos. Relatos al margen, la realidad social con sus injusticias brama en las calles de todas las ciudades del mundo. Con luces y sombras que no pueden ocultar la lucha de clases.

 

Carlos A.Solero
Miembro de la APDH ‑ Rosario