"Mientras las mujeres pelean con más fuerza que nunca por sus derechos, también están cada vez más afectadas por la dictadura de la imagen", advierte la escritora Andrea Ferrari. Habla de su flamante novela El retrato de Verónica G., editada por Loqueleo dentro de lo que suele llamarse "literatura juvenil", aunque, como suele ocurrir con este encasillamiento, trasciende límites de edades para atrapar lecturas e intereses. Ferrari supo captar con precisión, y con su oficio periodístico --de eso trabajó varios años, en los que fue editora de Página/12-- ese clima de época y esa contradicción contemporánea. Y supo reflejarlos con oficio literario --es autora de varias novelas muy leídas y premiadas-- en una historia que habla del presente, al tiempo que involucra una suerte de distopía que parece estar a la vuelta de la esquina (y sobre la que no avanzaremos para evitar el temido spoiler).  

El retrato de Verónica G. es una historia de ficción: una joven escandalosamente bella termina, como todos le auguraban ya desde pequeña, irrumpiendo en el mundo del modelaje y la publicidad. Su foto, y ella también, se vuelven megafamosas en cuestión de días. Al mismo tiempo que entre sus amigas, y en el mundo entero, surge un movimiento de mujeres que cuestiona el mandato social de belleza. La consigna invade las calles en marchas y manifestaciones, incomoda, interpela, busca tranformar lo aprehendido, pone en contradicción a las jóvenes que la enarbolan. Es lo que comienza a conocerse como Fuckbeauty: a la mierda la belleza

Los temas que se cruzan en esta ficción son bien reales, cotidianos: están la fama y sus alcances, lo que hace (o lo que alcanza a hacer) la gente con eso cuando "le toca"; también cómo afecta al entorno más cercano del "famoso", y el lugar que pasa a ocupar en esa "transformación de vida" que ofrece la fama. Está la idea de "juventud" y el valor que ganó socialmente, el esfuerzo denodado por mantenerla a toda costa, con mayores o menores intensidades de obsesión --y la gran industria que desata este intenso y contemporáneo deseo latente--. Aparece el ideal de belleza y el modo en que se construye culturalmente, se impone socialmente y también esclaviza, concreta y comprobadamente. Y como fondo y clima de época del cual la trama parte, los movimientos feministas y la fuerza con la que irrumpen, tan bien captado por Andrea Ferrari como una conquista de la cual ya se apropió toda una generación, no sin contradicciones, avances y retrocesos.  

Ferrari cuenta que la novela surgió a partir de una relectura de El retrato de Dorian Gray, el referente con el que juega la trama. "No sabes lo que daría por cambiarme por ti, Dorian. El mundo ha clamado contra ambos, pero siempre te ha adorado a ti. Y siempre lo hará. Tú eres el modelo de lo que la época busca y de lo que teme haber encontrado", dice la cita de epígrafe de Oscar Wilde. 

"Me puse a pensar cómo se trasladaría a la actualidad esa historia de un hombre obsesionado con su retrato, cómo se daría eso en el presente, tan centrado en la imagen que proyectamos, la selfie, la exhibición permanente en las redes", repasa la escritora. "En mi novela el objeto de la obsesión de la protagonista es una foto publicitaria que se viraliza y que la muestra en su esplendor, pero de fondo está el mismo terror a perder la belleza, la juventud y, sobre todo, los privilegios asociados. Paralelamente me gustó la idea de plantear una rebelión popular contra los mandatos de la belleza hegemónica, preguntarme si es posible cuestionar la esencia de lo que es lindo y lo que es feo", plantea. 

La idea de un gran movimiento protagonizado por mujeres que cuestiona las bases mismas de nuestra cultura capitalista aparece como un presente muy real. Que ese movimiento cuestione específicamente el mandato de belleza, es una vuelta de tuerca aún no vivenciada, pero posible. Surgen entonces otras preguntas: ¿Es realmente posible modificar en lo profundo esas bases, cultural y hasta ancestralmente incorporadas? ¿El mercado se las ingenia siempre para hacer adaptaciones, para que nada, finalmente, cambie? Como la misma escritora reflexiona, aquí hay preguntas abiertas, más que respuestas cerradas como "bajada de línea". La trama y los personajes transitan dilemas y contradicciones, posturas que no cierran. Como en la vida misma.  

Cambia, ¿nada cambia?

"Existen movimientos en la actualidad que cuestionan los mandatos clásicos de belleza, pero la verdad es que son muy minoritarios. Como respuesta cada tanto aparece, sí, una modelo más vieja o más gorda, alguna empresa que hace marketing con su supuesta diversidad. Y nada cambia", reflexiona Ferrari sobre el nudo temático de su novela, el ideal de belleza y juventud eternas. "En la novela el lema del movimiento que explota en todo el mundo es Fuckbeauty. Pero los mismos protagonistas se preguntan si es posible realmente mandar a la mierda esos mandatos que uno absorbe desde que nace. Si se puede juzgar a los demás y a uno mismo con otros ojos. Me gustaría que la novela deje esas preguntas a los lectores. Yo no tengo las respuestas".

--Su formación periodística suele aparecer en su literatura, de una forma u otra. En este caso, es posible rastrear un clima de época y sus movimientos sociales de transformación. ¿Algún artículo o noticia en especial se metió en la escritura?

--Todo lo que está pasando se metió: el clima del Ni una menos, de Me too, del movimiento por la ley del aborto. Sobre todo la fuerza con que las mujeres han tomado la escena política, en particular las chicas, las más jóvenes. Pero al mismo tiempo aparece lo que siento como una paradoja: mientras las mujeres pelean con más fuerza que nunca por sus derechos, también están cada vez más afectadas por la dictadura de la imagen. Por supuesto, siempre han existido esos mandatos de belleza tradicional que llevan a hacer enormes sacrificios, pero la cultura actual refuerza las presiones. Hace muchos años, sacábamos fotos en situaciones excepcionales: vacaciones, cumpleaños. Hoy es un gesto que se repite varias veces por día. La gente posa todo el tiempo, se exhibe, está pendiente de cómo sale y casi siempre se siente insatisfecha. Muchos usan esos filtros que los “mejoran” en las imágenes, como si crearan otro yo, más tradicionalmente “lindo” para el mundo virtual. Todo eso, creo, tiene que tener un impacto fuerte en el desarrollo y en la mirada sobre uno mismo.

--También hay datos sobre lo que es la belleza, cómo se construye e incide, en boca de los personajes. ¿Qué aprendió sobre ese tema al escribir?

--Mucho. Cuanto más me metía en el tema, más me interesaba. Leí estudios de distintas partes del mundo que muestran cómo la gente clásicamente atractiva es mejor tratada desde su infancia por maestros y padres, luego consiguen mejores trabajos, salarios más altos, son considerados más inteligentes y más confiables. Puse algunos de esos datos en boca de uno de los personajes: por ejemplo, un experimento que hizo un grupo de economistas en el que mandaron currículums falsos con fotos para distintas búsquedas laborales y comprobaron que, con los mismos antecedentes, los que eran más “atractivos” eran convocados para una entrevista en una proporción mucho más alta que el resto. Pero todos aceptamos que eso es así y listo. Este tipo de discriminación, el aspectismo, es mucho menos discutido que el sexismo o el racismo. En este proceso, me interesó interrogarme a mí misma sobre los ridículos sacrificios que hemos hecho todos, pero en especial las mujeres, en busca de unos ideales inalcanzables de belleza, blancura, flacura... y en qué medida esos juicios estéticos afectan nuestras relaciones con los otros.

--La novela plantea un futuro que puede estar a la vuelta de la esquina, con la invención de un método que promete detener el envejecimiento. ¿Lo cree efectivamente posible, investigó también sobre eso? 

--Me interesó leer sobre el negocio de la belleza, que mueve cantidades astronómicas de dinero y consigue que se consuman compulsivamente productos que prometen milagros. No creo que exista aún un procedimiento estético como el imaginado en la novela, pero hay infinitas ofertas de tratamientos para estirarse, mejorarse, quitarse kilos o años instantáneamente. Muchos son bastantes fantasiosos, pero funcionan comercialmente porque pegan en ese deseo loco. Como Dorian Gray, todos queremos ser jóvenes, tener la cara lisa y el encanto de los veinte años. Y si es posible, también flacos.

--Inevitablemente se cuela la muerte de Maradona también en esta entrevista. Un aspecto impresionante al recordarlo es la forma en que vivió toda su vida asediado por la fama, sin derecho a la intimidad. Algo así le ocurre a la protagonista en un momento. ¿Hizo esa relación?

--No con Maradona, pero sí con el lugar que tiene la fama hoy, con ese deseo ferviente y generalizado de ser famoso, de que tu imagen trascienda. A los autores de libros para chicos y jóvenes nos suelen invitar a las escuelas para charlar con los estudiantes. A mí me impacta cuán a menudo surgen las preguntas sobre la fama. Los chicos (que, es gracioso, creen que todo aquel que escribe libros es famoso) preguntan una y otra vez si me reconocen por la calle, si me piden autógrafos. Cuando les digo que no tengo ese tipo de fama y que no me gustaría tenerla, que prefiero ser una persona anónima en la calle, me miran incrédulos. Piensan que me estoy haciendo la modesta. Para la mayoría, la fama es deseable a cualquier precio. Si es porque sos exitoso mejor, pero si es por un video viralizado donde te tropezás y caés, tampoco está tan mal. El otro aspecto de la fama, el de la soledad y la tragedia, que aparece en la novela y en la historia de Maradona, está menos presente en el imaginario popular. 

Andrea Ferrari, del periodismo a la literatura

La escritura de Andrea Ferrari hace pie en los adolescentes, los niños y las niñas como primeros destinatarios, para abordar una cantidad de temáticas que llegan sin distinción de edades. Así fue desde su mismo comienzo "oficial" como escritora, con El complot de Las Flores, tan cruzada por la crisis que desmembró al país en 2001, con el que ganó en 2003 el importante Premio Barco de Vapor de España. 

Ferrari ejerció el periodismo –durante veinte años integró el staff de Página/12-- pero desde hace tiempo se enfocó por completo en la literatura infantil y juvenil. Ese origen, sin embargo, sigue latente y aparece concretamente en sus historias, como en El retrato de Verónica G. En otras ocasiones sus novelas han partido, directamente, de notas periodísticas. Como en La noche del polizón, la historia de un niño africano que huye del hambre y la guerra y llega a Buenos Aires. O Los chimpancés miran a los ojos, que surgió tras conocer un programa real del zoológico que vinculaba a "adolescentes con situaciones emocionales graves" con animales. Y hasta hay una que tiene como escenario a la redacción de un diario, La velocidad de la música, un atrapante policial que inició la saga Sol de noche, que siguió con Las marcas de la mentira y El ruido del éxito

El camino de Sherlock, con el que obtuvo el Premio Jaén de Narrativa Juvenil (también fue saga con No es fácil ser Watson y No me digas Bond), Aunque diga fresas, La rebelión de las palabras, También las estatuas tienen miedo, Las iguales, y Quizás en el tren, escrito a cuatro manos con Martín Blasco, son otros de sus libros.