No soy una persona fanática de los deportes. No me gusta el fútbol y reconozco que no encuentro el goce en mirarlo. Ahora, con el tiempo he practicado aplicar la empatía y ponerme en el lugar de los otros. A veces puedo y otras fallo. Durante bastante tiempo detesté la imagen de Maradona y consideraba que idolatraban a un misógino, machista y abandonador de hijos. Sin embargo, en el último tiempo, ya cuando su salud empeoraba progresivamente, algo cambió. Esto no quiere decir que haya comenzado a amarlo, pero sí a entender ciertas otras cuestiones.

Es necesario tomar un poco de distancia para ver las cosas con perspectiva. Como no tengo un afán futbolero, ni tampoco un odio irracional hacia su persona, creo que pude lograrlo de a poco. No considero que exista la neutralidad, pero sí que en este caso ningún radicalismo va a contribuir. Por lo que no pueden pedirme que festeje una muerte, mucho menos cuando mi país es el que la llora.

Somos contradicción.

El feminismo al que suscribo lucha contra las desigualdades y las injusticias. Asimismo, es sensible, comprensivo y consciente de que el patriarcado no es propio de un sujeto, sino de todo un sistema. También, apunta a hacer las cosas posibles dentro de lo que la realidad permite y a no aspirar a las utopías. Por eso, pretender un mundo que de un día para el otro no sea machista, me resulta irrealizable. Se trata de construir progresivamente y de ser inclusivas. Los hombres van a seguir existiendo y naciendo, ubicarlos en la vereda de enfrente como enemigos no creo que ayude de algo.

Entonces, si vamos a señalar a Maradona por todos sus errores, empecemos a mirar hacia adentro de nuestros núcleos cercanos. En vez de despotricar en las redes sociales contra alguien que ni siquiera está vivo, actuemos sobre lo que sí podemos cambiar. ¿Por qué no arrancar por nuestros padres, abuelos y amigos varones? Ni siquiera nosotras estamos a salvo de tener actitudes y prácticas que fomentan el machismo. Sabemos que es un trabajo de todos los días erradicarlo, y que nos lleva tiempo y muchísima contradicción. Hago énfasis en la cuestión contradictoria porque amamos y vivimos cotidianamente con matices.

En este momento no contribuye ponerse en policía de la moral o de tildar de menos feminista a una mujer por llorar al Diego. De ser así, tendríamos que eliminar a casi todos nuestros artistas musicales preferidos de nuestras listas. Todo por haber accionado como les dijeron que un hombre tenía que hacerlo. Además, estamos hablando del mejor jugador del mundo que salió de una villa y nunca se olvidó de donde venía. Fue alguien a quien, desde que nació, se le dijo que no podía y que era inferior, tal como a nosotras nos sucede constantemente.

Ahora no es el momento.

Tal como lo dije previamente, no siento idolatría ni amor hacia Maradona. Hoy es tiempo de hacer silencio y de respetar el dolor ajeno. De entender la cantidad de sueños y pasiones que se van con su partida de este mundo. A los únicos a los que les debió alguna explicación, en todo caso, fue a sus hijos y ex mujeres. Pensemos en Dalma, una profesa militante feminista, que quiso a su padre pese a sus defectos. Porque así funciona y porque somos seres humanos. Más adelante podremos analizar y cuestionar los aspectos reprochables del Diez. Pero dejémoslo para mañana.

*Julia Masetti Iglesias tiene 12 años, es alumna de la escuela Adolfo Alsina, de Castelar, y bisnieta del periodista Jorge Ricardo Masetti. Este texto es un trabajo escolar.