La Cámara de Diputados de la provincia de La Pampa aprobó dos proyectos clave para reducir el uso de agroquímicos: la Ley de Gestión Integral de Plaguicidas, que determina las distancias mínimas que se deben cumplir al aplicar este tipo de productos, y la Ley para el Desarrollo de Sistemas de Producción Agroecológica. “Apuntamos a una producción sustentable y que cuide la salud y el medio ambiente. Queremos cuidar la producción, pero no a cualquier precio”, señaló a Página/12 el diputado Oscar Zanoli, del bloque del Frente Justicialista Pampeano (Frejupa).

Después de nueve meses de un debate en el que tuvieron espacio organizaciones de la sociedad civil y representantes del sector agropecuario, la norma llegó a su texto final. “La cuestión más discutida es la distancia. Hay quienes piden que no haya restricciones en la aplicación y quienes pretenden que, de un día para el otro, no se apliquen más plaguicidas. Hay que ir de a poco”, afirmó Zanoli. La Ley prevé limitar la aplicación por vía terrestre de plaguicidas a una distancia de 500 metros de las zonas urbanas, y de 3000 metros en la aplicación por vía aérea. En cuanto a los establecimientos rurales -como las escuelas- prohíbe la dispersión del producto mientras el predio se encuentre en funcionamiento.

En los pueblos rodeados de producción agrícola -en especial en los campos sojeros y maiceros- la aplicación de plaguicidas afecta directamente a la salud de la población, que padece desde problemas respiratorios y alergias hasta distintos tipos de cáncer. “En Realicó, a la tardecita no se puede estar afuera. Se te cierra la garganta, te agarra picazón en los ojos, y se siente especialmente en el olor”, relató Inés Strizzi, paciente oncológica y referente de la organización La Pampa Libre de Agrotóxicos. “Acá guardan los bidones de agroquímicos en el garaje de las casas, y los trasladan en la misma camioneta con la que llevan a los chicos a la escuela. No hay una conciencia del peligro de esos productos”, advirtió Strizzi y remarcó que, al intentar reclamar, “nadie hace nada”. “Lo que hacemos es avisarnos entre conocidos, cuando vemos que empiezan a fumigar, para que metan a los chicos adentro de las casas”, señaló la mujer.

Lo que relata Strizzi sucede en Realicó, pero podría ser en General Pico, Quetrequén o cualquiera de las localidades del norte pampeano. “Siempre pasaron estas cosas pero nadie le echaba la culpa a los agroquímicos porque forman parte del motor de la economía de la provincia”, señaló a Página/12 Walter Muiño, biólogo y profesor en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Pampa. "Se empezó a hablar del tema cuando la contaminación ambiental y la cantidad de afecciones a la salud pasaban el límite de lo tolerable, aunque en realidad lo tolerable es mucho menos”, advirtió.

También en la ciudad de Santa Rosa, donde vive, se ven los efectos de las fumigaciones. "Las plantas crecen con deformidades. A veces, se ve la diferencia en las partes altas de los árboles. Esto es porque la deriva -las gotas que se emanan en las aplicaciones de plaguicidas- queda suspendida y luego cae, por fenómenos climáticos”, explicó el especialista, que se dedica a la botánica. “Si esto es el resultado de aplicaciones a varios kilómetros de distancia, en los pueblos que tienen ocho o diez manzanas la deriva tiene un recorrido mucho más fácil de hacer”, remarcó. En este sentido, la Ley de Gestión Integral de Plaguicidas contempla que para la aplicación de los productos se debe tener en cuenta “la velocidad aparente y dirección del viento, humedad relativa, temperatura e inversión térmica, de manera que minimicen los riegos y las consecuencias de posibles accidentes”.

El problema de los bidones

La Ley nacional 27.279 de Productos Fitosanitarios regula la gestión de los envases de agroquímicos en todo el país. A través de centros de almacenamiento transitorio, los bidones que contienen plaguicidas o cualquier tipo de agroquímico deben ser entregados por el usuario para su reciclaje o reutilización. Si bien la ley prohíbe “toda acción que implique abandono, vertido, quema y/o enterramiento de envases vacíos de fitosanitarios”, en La Pampa esto sigue ocurriendo. “Se pueden ver los envases tirados en caminos vecinales, en basureros, o enterrados en grandes cantidades”, relató Zanoli. Esos envases, que todavía guardan restos de agroquímicos, contaminan no sólo la tierra sino también las napas de agua.

“Uno de los problemas es que Campo Limpio, la fundación que debía hacerse cargo de la gestión de los envases, no construyó los centros de acopio necesarios. No teníamos dónde el productor llevara los envases”, explicó el diputado y precisó que, con la nueva normativa, “si una persona al cabo del año no devolvió los bidones, no va a poder comprar más”. La norma hace hincapié en la obligatoriedad de devolver los envases y, de no cumplir, los aplicadores de plaguicidas deberán enfrentar una multa “de 1 a 1000 veces el haber básico correspondiente a un ministro del Poder Ejecutivo provincial”.

Una oportunidad para la agroecología

Uno de los reclamos que Strizzi llevó al palacio legislativo cuando le tocó participar del debate sobre el proyecto de Ley, fue la necesidad de que el Estado fomente una transición escalonada hacia la agroecología. Con la organización en la que participa ya habían presentado un proyecto al respecto a nivel municipal, pero no avanzó. La Ley provincial, en cambio, sí pudo entrar en agenda. La norma tiene entre sus objetivos el de dar respuesta al rol de esas tierras que, de aplicarse la Ley de Plaguicidas, quedarían excluidas de la aplicación de productos para fumigar los cultivos. “Esas zonas que algunos llaman improductivas, nosotros creemos que son una gran oportunidad de desarrollar alternativas de producción más saludables y económicamente rentables”, afirmó Zanoli.

La Ley para el Desarrollo de Sistemas de Producción Agroecológica prevé la aplicación de beneficios impositivos para los proyectos agroecológicos que se desarrollen sobre zonas de exclusión de plaguicidas, la creación de un sistema de registro para productores agroecológicos, y un sistema de certificación para identificar los productos que se comercialicen. Según define el texto, “la diversificación es fundamental en las transiciones agroecológicas para garantizar la seguridad alimentaria y la nutrición y, al mismo tiempo, conservar, proteger y mejorar los recursos naturales”.

“No podemos seguir con una producción que considera que a la naturaleza hay que domesticarla”, advirtió Muiño y remarcó que “la aparición de una plaga responde a un estado de desequilibrio que habla de que no estamos entendiendo al ecosistema”. Según el especialista, el modelo agroecológico “está dando resultados eficientes y con buenos rendimientos, tanto a pequeña como a gran escala”.

Informe: Lorena Bermejo