El especialista en vacunas, inmunólogo del instituto de La Jolla, Shane Crotty, explicó por qué son seguras las vacunas de Pfizer y Moderna, que utilizan una tecnología nueva basada en el método “ARN mensajero”. “Hay miles presentes a cada momento en cada una de las células de nuestro cuerpo. Son como recetas que permiten ‘cocinar’ proteínas, y que se destruyen al poco tiempo (minutos u horas). ¡Son temporales!”, expiró el especialista a través de su cuenta de Twitter.

Según el inmunólogo, las moléculas de ARN son comparables con los mensajes de Snapchat que "vencen". “Las vacunas de ARN no generan ningún cambio permanente en el genoma ni en las células. Se usan para "cocinar" una proteína viral, que va a generar inmunidad, y luego se degradan”, aclaró.

En este sentido, explicó que el ARN presente en la vacuna sólo codifica para una de las proteínas del virus, y el virus necesita 25 proteínas diferentes para reproducirse y ensamblarse por completo. “Las vacunas no tienen toda la información necesaria para poder construir un virus completo e infeccioso”, aclaró Crotty, citado por la traducción que hizo el investigador del Conicet y bioinformático Rodrigo Quiroga.

Según se detalló, ya fueron aplicadas más de 70.000 dosis de las vacunas ARN y los comités de seguridad no encontraron reportes para preocuparse. El especialista aclaró también que el hecho de que una vacuna se considere segura no quita que no existan efectos adversos.

“Los hay, fiebre y posiblemente dolor muscular. En general, para que haya respuesta inmune duradera, tiene que doler un poco”, dijo por último y agregó: “Un poco de dolor o fiebre puede ser una buena señal de que están ocurriendo cosas positivas. Estaríamos generando inmunidad duradera contra la proteína Spike de SARS-COV-2”.

Por su parte, Quiroga agregó que el mayor problema de estas vacunas es que se degradan rápidamente a temperatura ambiente. “La conservación de estas vacunas debe hacerse a -80 grados. Esto complica enormemente la logística de su aplicación a grandes cantidades de personas”, completó el investigador del Conicet.