Fue un gran cineasta, un documentalista eximio que dio testimonio de la opresión de los poderosos sobre el pueblo, de las posibilidades de rebelión, de las causas justas. Fue también un militante en esos ámbitos que documentó, e incursionó en la política partidaria buscando estrategias para cambiar el mundo. Fernando “Pino” Solanas falleció el 6 de noviembre último en París, donde cumplía funciones como embajador argentino ante la Unesco. El nuevo número de Caras y Caretas, que estará este domingo en los kioscos como compra opcional junto a Página/12, está dedicado a honrar la vida, la memoria y la obra de este grande de la cultura nacional.

En su editorial, María Seoane define un sentimiento colectivo: “Cuando supe de la muerte de nuestro querido Pino Solanas en París por la pandemia, lloré intensamente. No estaba sola: cada llanto es tan personal y propio pero también, a veces, multitudinario. Así, en el duelo, necesitaba volver a cada una de sus películas, a aquel sentimiento potente, a aquella pasión, a aquella emoción transformada luego en mandato de compromiso militante no sólo con nuestra patria sino también con la belleza. Porque recordar, memorizar, es el gran mandato de nuestra generación que definió a Pino y nos define”.

Felipe Pigna, en tanto, evoca un recuerdo de los años formativos: “A los que éramos adolescentes en los 70 nos enseñó a mirar, a ver a los ‘nadies’, a los ‘invisibles’ de la América profunda”. Desde la nota de tapa, Vicente Muleiro reconstruye la historia de vida de Pino, su derrotero como artista, su mirada política del mundo. Y relata los pormenores de su incursión en el séptimo arte: “Arte caro el cine, siempre lo supo Solanas. Pero con el mismo artefacto, la cámara, podía despojarse de su pretensión artística grandilocuente y desparramar cosas menores: jabones, autos, bronceadores, motocicletas, espirales,televisores, cremas humectantes, licuadoras. La publicidad, donde su bohemio hermano mayor también encontró cauce para resolver la ardua ecuación entre creatividad y sopa, le abrió sus puertas”. Así fue que Solanas “ganó para ir comprando insumos y hacer sus primeros documentales y también para comenzar a vertebrar una obra y una épica. La hora de los hornos se fue cocinando a fuego lento entre una obsesiva persecución de archivos y secuencias como filmadas por asaltantes nocturnos, en los años del onganiato represor y entre la seguidilla de cuartelazos que los capos del Ejército se daban entre sí para ocupar la Rosada”.

“Fiel al momento en que se filmó, La hora de los hornos nos ofrece el tiempo en que fue filmado y el modo irónico en que la imagen pretérita puede ser cotejada con su proyección real en cualquier futuro en que sea vista”, escribe Horacio González en su agudo análisis de la obra de Pino.

(Imagen: Pablo Piovano)

Fernando Amato escribe sobre la famosa entrevista de Pino y Octavio Getino con Juan Domingo Perón, en su exilio madrileño. En un reportaje en 2016, Pino le contó: “Un tema difícil fue la relación con López Rega. Un día le preguntamos a Perón: ‘General,¿por qué lo tiene a López Rega?’. Nos respondió: ‘En mi condición de exilado político estoy controlado por los grandes servicios de inteligencia del mundo. Si a este lo saco me van a poner a otro, pero a este lo conozco desde hace tantos años que le conozco sus mañas’. Él creía que lo iba a poder controlar, pero se le escapó de las manos”.

El retrato es bien completo: Fernando Martín Peña da cuenta de las tres etapas del cine de Pino. Francisco Yofre escribe sobre la trayectoria político-partidaria de Pino. Roxana Sandá recuerda su postura frente al aborto legal seguro y gratuito y el maravilloso discuso del goce. Sergio Federovisky aborda la faceta ambientalista de Solanas y Mariano del Mazo retrata su relación con el tango. Damián Fresolone trabaja sobre el legado de Pino a partir de los testimonios de cineastas y documentalistas jóvenes. Juan Piterman trae la mirada de los otros a través de los recuerdos de artistas, políticos y amigos de Solanas. Ricardo Ragendorfer cuenta una particularidad del atentado que el documentalista sufrió en 1991. Y Ana Jusid y Francisco Cafiero le dedican palabras de sensatez y afecto.

El número se completa con entrevistas a Tristán Bauer (por Francisco Balázs); Alcira Argumedo (por Gimena Fuertes); Juan Solanas, Victoria Solanas y Flexa Correa López (por Virginia Poblet), Ángela Correa (por Juan Piterman) y Luis Felipe Noé (por Jeremías Batagelj). Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.