El mundo atraviesa una crisis sin precedentes en términos sanitarios, económicos y sociales. El nivel de incertidumbre respecto de la posibilidad de recuperación de las economías emergentes pero también de las desarrolladas es realmente elevado. Gran parte de los analistas internacionales consideran que la situación global será compleja a pesar que las vacunas tengan éxito. La creatividad de los gobiernos será imprescindible en los próximos años.

Los debates sobre qué hacer para recuperarse de la crisis atraviesan a todos los países. Pero en Estados Unidos -por su protagonismo geopolítico- se producen las discusiones que pueden ocasionar el mayor impacto a nivel mundial. Por el momento lo que ocurre en esa potencia sigue marcando el trazo grueso de las políticas de Occidente.

La semana pasada compartieron una mesa en forma remota cuatro de los principales referentes de la macroeconomía norteamericana: Olivier Blanchard, Ben Bernanke, Kenneth Rogoff y Larry Summers. El evento estuvo auspiciado por la Brookings Institution y el núcleo de los debates fue qué hacer con la política fiscal en un mundo de tasa casi cero.

El clima de época lo marca una reflexión que hizo Blanchard –ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional y uno de los académicos más reconocidos a nivel global- tras el evento: “Estamos al borde de un nuevo paradigma fiscal”.

El investigador del MIT planteó de ese modo que hubo un acuerdo tácito entre los cuatro economistas respecto de la necesidad de sostener e incluso potenciar la inversión pública financiada con nueva deuda del Tesoro norteamericano. La academia se alinea para justificar que la nueva administración de Joe Biden no aplique una política fiscal contractiva ni se preocupe por bajar el nivel de endeudamiento que crecieron exponencialmente estos años.

Este debate sin embargo no parece cerrado porque las presiones políticas serán importantes para que haya un recorte de gastos y un intento de reequilibrar las cuentas fiscales de Estados Unidos. Los republicanos comenzaron a enfocarse en los desajustes a enfrentar durante los próximos años e incluso los medios de comunicación empiezan a replicar el discurso.

En su última columna de opinión el premio Nobel Paul Krugman plantea una crítica profunda y directa sobre este punto de disputa política. “Las espantosas advertencias que pronto volveremos a escuchar de que Estados Unidos enfrenta un desastre inminente una vez que la deuda del gobierno cruza alguna línea roja siempre son equivocadas. No estuvimos ni estamos cerca de ese tipo de crisis, y probablemente nunca lo estaremos”.

El economista asegura que el principal desafío de la política económica norteamericana será invertir mucho dinero pensando en la infraestructura del futuro y que para hacerlo es deseable pedir prestado dinero para realizar estas inversiones. En palabras directas de Krugman: “Debemos dejar de preocuparnos y aprender a amar las deudas”.

No fue el único premio Nobel que en los últimos días se sumó al debate sobre el equilibrio fiscal. “Estados Unidos necesita desesperadamente grandes programas de rescate dirigidos específicamente a los sectores más vulnerables. La deuda resultante del aumento del gasto no debe considerarse un obstáculo”, dijo Joseph Stiglitz.

El argumento es que los costos de tomar nueva deuda son extremadamente bajos debido a las tasas de interés cercanas a cero, nivel que posiblemente se mantengan así los próximos años. Stiglitz planteó también que la principal lección es que no puede haber una vuelta al neoliberalismo. “Asegurar la estabilidad requerirá una cooperación profunda para combatir el cambio climático, la crisis sanitaria y muchas otras amenazas”, concluyó.