Si algo enseñó el siglo XX es que hasta las más lejanas y olvidadas disputas pueden desatar tempestades peligrosas de manejar. El conflicto armado entre Armenia y Azerbaiyán transcurre en esa lógica. La región en disputa de Artsaj fue junto con Najicheván cercenada por Stalin durante los años veinte, y la política del divide y reinarás del georgiano no estuvo exenta de conflictos entre las naciones en disputa durante los glaciales tiempos soviéticos.

Artsaj, designada región semiautónoma u Óblast y rebautizada como Nagorno Karabaj, quedó bajo la órbita de Azerbaiyán, que no dudó en aplicar políticas de desinversión y discriminación contra la población armenia para reducirla demográficamente. Es recién con la llegada de la Perestroika, bajo el gobierno de Gorbachov, que se da un nuevo reclamo por el territorio. Amparados por el derecho de la autodeterminación de los pueblos, pidieron formar parte de la Republica Socialista de Armenia. La respuesta de Azerbaiyán, en 1988, fue violenta: desató una serie de pogromos (matanza por cuestiones étnicas) contra los armenios. Estos pogromos volvieron a suscitarse en 1990 ante cada petición por un cambio sobre la tutela del territorio de Nagorno Karabaj. Hoy el conflicto recrudece en plena pandemia y permite avizorar un futuro con menos arbitraje global y más intervención estatal.

Para conocer en profundidad el conflicto en el Cáucaso, el Suplemento Universidad conversó con Juan Pablo Artinian, doctor en Historia por la State University of New York at Stony Brook y docente de las universidades de Buenos Aires (UBA) y Torcuato Di Tella.

-¿Por qué se desata el conflicto este año?

-En 1991, con la disolución de la URSS, estalla una guerra entre Armenia y Azerbaiyán que finalizará en 1994 con el establecimiento de Artsaj como territorio independiente. Si bien la guerra termina ese año, las hostilidades de baja intensidad continúan hasta julio de este año. En julio de 2020, y bajo el contexto de la pandemia, Azerbaiyán retoma las hostilidades en la frontera. El conflicto dura cinco días y tiene distintas intensidades. Luego de la ofensiva de julio, Turquía se involucra en el conflicto. Recordemos brevemente algunas características, Azerbaiyán es un país de diez millones de habitantes regido por la familia Aliyev desde 1993. Heydar gobernó al pueblo Azerí desde 1993 hasta 2003 y su hijo Ilham hace lo propio hasta nuestros días. Es un país rico en recursos petrolíferos cuya importancia se enmarca en lo que Europa quiere, es decir energía no proveniente de Rusia. Armenia, en cambio, es un país de tres millones de habitantes que luego de una serie de masivas movilizaciones en 2018 a la que se denominó “Revolución de Terciopelo”, terminó con el tercer periodo del Primer Ministro Serzh Sargsián y fue electo el principal opositor del gobierno, Nikol Pashinián.

- ¿Por qué Turquía se involucró en el conflicto?

- Luego del intento de golpe de Estado de 2016, Erdogan comenzó una política muy agresiva de intervención militar en distintos países, que van desde Siria a Libia. En el contexto de la pandemia y teniendo una crisis política y económica interna, Erdogan decide intervenir en el conflicto brindando al ejercito Azerí una gran cantidad de drones, que cumplieron un papel muy importante en la guerra,; también envió tropas de élite, comandantes y mercenarios sirios para obtener un rápido triunfo sobre las fuerzas armenias. El objetivo principal era posicionarse como un actor de primera línea en la negociación posterior a lo que él consideraba una rápida victoria de Azerbaiyán sobre Armenia y revivir un viejo anhelo que es el panturquismo, esto es una expansión ideológica-territorial. No lo logró, de hecho incurrió en la violación de tres altos al fuego realizados por Rusia, Francia y el propio Mike Pompeo, el secretario de Estado de Trump. Difícilmente el régimen de Aliyev hubiera lanzado una ofensiva tan osada si no contara con el apoyo decidido de Turquía.

- ¿Qué papel jugó Rusia en el conflicto?

- El juego entre Erdogan y Putin es de amigo-enemigo. Esta relación hay que pensarla como un tablero de ajedrez tridimensional. En Siria confrontan y negocian al mismo tiempo, sin embargo el Cáucaso ha sido siempre, en el imaginario de Rusia, su frontera sur. En ese sentido, Rusia, que tiene un acuerdo militar de defensa con Armenia pero que no considera que el territorio de Nagorno Karabaj entre dentro del pacto defensivo, fue quien decidió terminar el conflicto a través de una fuerte presión sobre el gobierno de Aliyev y del despliegue de 2000 soldados a lo largo de la frontera entre los dos países en disputa.

- ¿Cuáles es el balance de la guerra?

- Luego de 45 días de conflicto, el saldo para Armenia es terrible. Perdió miles de jóvenes durante la guerra, que para un país de tres millones de habitantes es una catástrofe. Las cifras conservadoras hablan de tres mil soldados muertos, pero incluso Azerbaiyán no ha dejado trascender cifras oficiales de bajas o de prisioneros de guerra. Lo que ha trascendido es que existieron torturas y violaciones al derecho internacional producto de una articulación entre un discurso racista por parte del Estado Azerí y un sistema de creencias que arraiga en algunos sectores de esa sociedad donde se carece de libertad de prensa, se persigue a opositores políticos y donde no hay un sistema político libre.

- ¿Por qué la condena de organismos internacionales no fue contundente?

- El principal beneficiario de la explotación de los pozos petrolíferos azeríes es la empresa British Petroleum que se queda con alrededor de un 40% de lo extraído. El segundo punto de importancia es la existencia de un gasoducto que sale desde Bakú, capital de Azerbaiyán, y se extiende por Georgia, Turquía e ingresa a la Unión Europea. Lo que vemos claramente es que el mundo se maneja por intereses e influencias, no podemos dejar de marcar la importancia que la realpolitik tiene en estos hechos. A diferencia de lo que ocurrió en Kosovo, donde el accionar internacional fue muy rápido, en este caso el abandono de la comunidad internacional fue bastante claro.