El cumpleaños de un amigo se transforma en el campo de batalla de la grieta política. “¡Llegó el setentista!”, “¡Escondan Clarín a ver si se enoja!”, le dicen al último invitado en llegar a una fiesta en la que el distinto, el único kirchnerista, es él. En una ceremonia de ingesta de ayahuasca, un hombre reflexiona sobre el vínculo roto con su hermano. “¿Quién le metió en la cabeza que un pobre tipo con un plan es un aprovechado y que el millonario que gobierna para sus amigos es la solución para la Argentina?”. Dos mujeres viajan en el colectivo que las lleva desde Villa Fiorito hasta sus trabajos en el barrio de Belgrano. La mayor repite las consignas del “periodismo de guerra” (“¿te olvidaste que esa gente se robó el país?”); pero la menor se permite dudar de ese relato y confirma que votará a Alberto Fernández en las PASO. En lo que te has convertidola expresión que popularizó Mauricio Macri para menospreciar a Daniel Scioli en uno de los debates presidenciales del 2015- es un libro de cuentos, el primero que publica el sociólogo Gerardo Adrogué en la editorial Paradiso, atravesado por el conflicto político. Desde la ficción, algunos de los personajes intentan encontrar la forma de convivir con el otro y buscan desmontar el “odio gorila”.

Adrogué (Buenos Aires, 1966), sociólogo por la Universidad de Buenos Aires, docente de estadística y metodología en universidades nacionales, obtuvo premios internacionales por sus trabajos de análisis de la opinión pública e investigación social aplicada a las ciencias sociales. “La grieta no es un problema técnico que pueda ser resuelto por expertos en publicidad y comunicación. Es un problema político que deben resolver los hombres y las mujeres que se dedican a la política. Y lo deben resolver cuanto antes porque el odio corroe sin pausas la vida y las relaciones de amor. La única forma de escapar del desastre es comenzar a transitar el camino del diálogo, por difícil y doloroso que sea”, plantea el sociólogo en la entrevista con Página/12.

-En el primer cuento, el personaje se podría decir que tiene una obsesión: que entiendan lo que es el “odio gorila”. ¿Compartís como escritor esa obsesión?

-Sí, la comparto. Tuve el privilegio de observar y analizar la cultura política y la opinión pública argentina durante los últimos treinta años. Y una de las cuestiones que siempre capturó mi atención es cómo la política circula en la vida cotidiana de las personas, está presente en casi todos los acontecimientos, cruza lo que hacemos, decimos y pensamos. La expresión "odio gorila" estaba condenada a ser una curiosidad en la historiografía del lenguaje político argentino. Pocos años atrás sólo era comprendida por quienes tenían más de 50 años. Hasta que llegó la grieta y la expresión odio gorila recobró su sentido y vitalidad. Hilvanados por un parecido de familia, odio gorila y grieta hoy remiten al verdadero conflicto que enfrenta la Argentina: cómo se genera y se distribuye el bienestar, todo tipo de bienestar y no sólo el económico. Lejos de lo que el periodismo de guerra había imaginado, la palabra grieta hoy devela el origen del odio gorila y deja expuesto a la mirada pública lo que tantas veces se quiso negar en nuestra historia a fuerza de semanas trágicas, bombardeos a la Plaza de Mayo, fusilamientos en basurales, campos de concentración y vuelos de la muerte. Que en la Argentina el bienestar es escaso y está mal repartido. Que el conflicto verdadero es entre formas antagónicas de resolver la cuestión del bienestar. Diría entonces que mi obsesión porque se entienda el odio gorila es equivalente a mi obsesión porque se entienda la cuestión del bienestar.

-¿Por qué la buena literatura, como dice uno de los personajes del libro, siempre explicó más y mejor a los seres humanos que las ciencias sociales?

-Porque la buena literatura se permite indagar la condición humana sin ataduras ni formalismos, no necesita revolver las aguas para que parezcan profundas, y puede apelar a la comprensión del lector desde lugares impensados para la ciencia, como por ejemplo el goce o el padecimiento. La buena literatura es ajena al confort académico o profesional, donde uno a veces tiene la incómoda sensación de que se dicen siempre las mismas cosas, de distintas formas (siempre jeringozas), a las mismas personas. Shakespeare explicó el arte de la política mucho más y mejor que el conjunto de las ciencias sociales y políticas de los últimos doscientos años. No hay psicoanalista que haya comprendido mejor que Joyce el deseo que funda al ser humano. Leopoldo Marechal describió, como ningún sociólogo o historiador pudo hacerlo, el surgimiento de la Argentina moderna y Jorge Luis Borges el íntimo antagonismo que nos dio origen como sociedad. Por suerte los ejemplos de la buena literatura abundan, ejemplos que además tienen la virtud de expandir más y mejor el conocimiento y la comprensión entre los seres humanos.

-En “Al señor articulista”, una extensa carta abierta dirigida al columnista de La Nación Jorge Fernández Díaz, el narrador-autor de la carta advierte: “Buena parte del periodismo argentino se debe una autocrítica severa por haber asumido la defensa militante del macrismo durante estos años. Se transformó en su voz bufonesca, llevando al límite una máxima de Goebbels: ‘Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que la distraigan’. Excepto Julio Blanck, que a su modo fue el primero en hablar de “periodismo de guerra” (pero en los años kirchneristas), ¿por qué esa autocrítica severa no ha sucedido?

-No lo sé, aunque dejé de esperar que suceda. Creo que la autocrítica severa no es para cualquiera, hay que ser muy valiente, honesto, inteligente y seguro de sí mismo para afrontarla. Además, es probable que deba pasar mucho más tiempo antes de que se escuche alguna autocrítica de parte de quienes se sumaron a las filas del periodismo de guerra, quizás cuando la Argentina se haya desengrietado. Por otra parte, ya que lo mencionás, “Al señor articulista” es el único texto que no es ficción, aunque se inserta ficcionalmente en el libro. Esta carta abierta es una defensa del peronismo y del campo nacional y popular frente a los embates, a veces caricaturescos, del relato republicano esbozado por su mejor pluma, Jorge Fernández Díaz. Los que no me quieren o no entienden mi propuesta, hablan de literatura militante, o de oportunismo literario. No me preocupa. Lo cierto es que, al liberarme de la supuesta objetividad de las ciencias sociales, del discurso ecuánime e imparcial, me permito tomar partido, y al hacerlo, invito a mis lectores a que reflexionen sobre el conflicto, la promesa, el perdón, el odio y el amor desde el lugar y la mirada de quien hoy padece el odio gorila en la Argentina.