¿Cómo andan? ¿Todo bien o con más tensión que el hígado luego de pasar la Navidad y a la espera del fin de año? Ah, mamita, qué prueba de fuego (de ardor en el estómago más bien), para todos los órganos que tenemos en el abdomen. Pobre el hígado, pero también el páncreas, la vesícula… En fin, las cosas se dieron así: si la fecha que define el cierre de un año está cerca de la que celebra el nacimiento de Jesús, era cuestión de tiempo nomás que entre ambas festividades nuestro pobre aparato digestivo estuviese más atareado que un guardavidas en la segunda quincena de enero… Claro que allá en el fondo de los tiempos, digo, sin ser experta en el tema, supongo que no había tantas variantes culinarias para castigar el estómago. Un pan, algún que otro cordero (que, eso sí, cae pesado), algún vinillo, mucho pescado, pero no existía la locura esta de comer en una noche lo que en una vida. En estos tiempos el milagro no es multiplicar los panes, sino llegar al dos de enero sin haber multiplicado el uvasal y la buscapina.

Encima, según especialistas, las fiestas aumentan el estrés y junto con ello, las disfunciones gástricas. Por ejemplo, yo tengo una amiga que sufre de gastritis, colon irritable, diverticulitis y tiene hígado graso… encima, todo eso se le amplificó con el estrés de fin de año, así que cuando sonaron las doce no sabía si el ruido a explosiones venía de afuera o ¡de adentro de su panza!

Las fiestas son diferentes en cada casa, pero hay cosas que, como dice el dicho respecto de las habas, se cuecen en todas partes. Veamos: ¿quién no ataca al otro día la ensalada rusa, a pesar de que la mayonesa ya tiene el color de un atardecer en el mar? Convengamos que el atardecer en el mar es hermoso, pero ese color aplicado a la mayonesa da más miedo que emoción, pero igual le entramos como si estuviese recién hecha. Lo mismo ocurre con la ensalada de frutas, cuyos rastrosarqueológicos suelen aparecer en un arrabal de la heladera hasta quince días después de terminadas las fiestas. Le pregunté a mi amigo experto, Donato De Santis, hoy jurado de Master Chef, cuál era el secreto para que la mayonesa de ave no se pusiera fea para el otro día y me dijo, sin dudarlo: «El secreto es… morfártela toda la nochebuena o el 31».

En los últimos años se ha sumado un nuevo problema, que ciertamente no estaba cuando yo era chica: la gran cantidad de veganes que empiezan a formar parte del entorno familiar y a reclamar, con todo derecho, que se les respeten sus convicciones alimenticias a la hora de sentarse a la mesa. Pero claro, no es fácil, primero porque muchas costumbres ancestrales no son ciertamente vegetarianas; no hay ciertamente referencia en los textos sagrados al sacrificio de alguna planta de soja. Pero igual se entiende que si les veganes suelen querer cortar una avenida tan solo por cosas que pasan desapercibidas para gran parte de las personas, no me quiero imaginar qué deben pensar (y sentir) cuando ven venir a la mesa al pobre chancho con la manzana en la boca.

Otro tema clásico del fin de año es el de las preguntas obligadas, que todo fin de etapa viene. A veces pienso en la gente que cumple años el 31 de diciembre, me imagino cumpliendo cuarenta años y sumándole los cuestionamientos de fin de año, terminan con más preguntas que el programa de Iván de Pineda. Pero todos, después del año que pasamos, en mayor o menor grado nos hacemos algunas preguntas que, más allá de las diferencias o las grietas, nos hermanan: ¿Qué nos deparará el 2021? ¿Habrá rebrote? ¿Me vacuno o no me vacuno? ¿Acertarán de vez en cuando los del servicio meteorológico un pronóstico? ¿Con cuántos compañeros más se peleará Eduardo Feinmann? ¿Denunciará Carrió a Papá Noel por enriquecimiento ilícito? ¿Trump habrá aceptado su derrota? ¿Se reconciliará Moria Casan con Nacha Guevara? ¿Vuelve Marcelo? ¿Juana Viale le devolverá el programa a su abuela? ¿Seguirá subiendo el dólar?

Cada uno tendrá sus preguntas, pero lo que más quiero es que no falte en sus casas nada de lo fundamental: pan, paz y amor.

Mucha luz para todes, energía para disfrutar lo bueno, sabiduría para aceptar lo no tan bueno y creatividad para ser actores y no espectadores de nuestra vida. Lxs amo, seguimos encontrándonos por aquí cada semana. ¡Feliz 2021!