Por estas horas, todo River (sus millones de hinchas pero seguramente también Marcelo Gallardo) se pregunta como estarán las piernas y los pulmones de los jugadores para encarar el martes ante Palmeiras, la primera semifinal de la Copa Libertadores. El desgaste físico y emocional fue muy grande, se consumieron muchas energías en el Superclásico del sábado por la noche y habrá que ver si alcanzan para reponerlas los tres días exactos que hay entre partido y partido.

Quienes lo conocen y saben leer sus movimientos desconfiaban en la semana que Gallardo fuera a la Bombonera con un equipo integramente alternativo. Y los hechos les dieron la razón: a la hora de definir la formación tomó riesgos y puso nueve de los once titulares que seguramente arrancarán ante los brasileños. De los once que iniciaron el juego ante Boca, sólo Franco Zuculini y Lucas Beltrán no estarán desde el minuto cero. El resto, seguramente sí. "El partido con Boca es importante pero el de Palmeiras es más importante", había dicho el técnico riverplatense tras la victoria ante Arsenal. Y a partir de allí, muchos supusieron que Gallardo cuidaría piernas para la Copa. Nada de eso sucedió. Puso lo mejor que tenía a mano. Y durante el partido, nadie mezquinó esfuerzo ni reguló la marcha. River controló el desarrollo durante 80 de los 90 minutos y sólo se quedó sin resto en los diez finales, tras la expulsión de Enzo Pérez y cuando ya se habían metido los cinco cambios habilitados. 

Por otra parte, el trepidante superclásico arrojó otra comprobación: sin Angileri y Casco subiendo por la izquierda, River es un equipo rengo. Para el ajustado funcionamiento "millonario" es vital la subida de los laterales convertidos casi en extremos. Volvió a demostrarlo Montiel, pero con Pinola por el otro lado, faltan desbordes, centros precisos y hasta el juego interno que ultimamente viene proponiendo Casco. A Pinola, el puesto no le resulta ajeno: arrancó su carrera en Chacarita y luego pasó por Racing como marcador izquierdo. Pero nunca tuvo la velocidad y profundidad que demuestran Angileri y Casco y que tantos problemas le resuelven a Gallardo. El tema es serio; ninguno de los dos podrá jugar el martes ante Palmeiras y es muy dificil que puedan hacerlo en el desquite de la próxima semana en San Pablo. Por lo cual River irá a la semifinal disminuido o por lo menos, sin disponer de uno de sus recursos fundamentales. 

Después, el partido debe haberle dejado algunas sensaciones encontradas a Gallardo. River abrumó a Boca en posesión de la pelota (72 a 38 por ciento). Pero para dar vuelta el resultado y pasar a ganar en apenas cuatro minutos del segundo tiempo (de los 28 a los 32) debió echar mano a variantes que no siempre figuran en su exitoso catálogo como las de jugar con una doble punta de lanza (Borré-Girotti) y llenar de centros y pelotazos cruzados el área de Boca. Fue la consecuencia de no haber podido entrar por abajo ni desacomodar a una defensa superpoblada y que después del primer gol de "Wanchope" Abila llegó a tener ocho hombres por detrás de la pelota. Mucho más luego de la expulsión tardía de Jorman Campuzano cuando Boca directamente se acurrucó en su área y apostó todas sus fichas a las corridas del colombiano Villa.   

 River lo forzó a Boca a pararse atrás y a jugar de contraataque en plena Bombonera. Y demostró mayor fortaleza mental para llevar adelante su juego sin grandes modificaciones. Partidos son partidos y no será fácil superarlo a Palmeiras con la desventaja de tener que definir la serie de visitante en el Parque Antartica de San Pablo. Pero la posibilidad de una nueva gran final copera ante Boca el sábado 30 de enero en el estadio Maracaná de Río de Janeiro se recorta nítida en el horizonte. Y River se autopercibe más fuerte para encararla. La imborrable final de 2018 en Madrid y la semifinal de 2019 resueltas a su favor pesan negativamente en el ánimo de Boca que siente que no puede perder un partido más ante River. Una tercera derrota al hilo en la Libertadores a manos del tradicional adversario sería indigerible. Y eso River lo sabe y lo hará jugar a su favor si es que la historia los convoca a una nueva cita, a fin de mes, para volver a definir cual de los dos es el más grande del fútbol sudamericano.