"Necesitamos una noche épica de las que pocas veces se dan", dijo Marcelo Gallardo minutos después de que el 3-0 que Palmeiras le estampó en Avellaneda, dejara a River tambaleante y al borde de quedarse fuera de la final de la Copa Libertadores. A partir de esa frase, todo el mundo riverplatense empezó a soñar con el milagro de una remontada increíble. 

River necesita el martes una victoria por tres goles de diferencia para ir a los penales, y de cuatro o más para llegar directamente a la definición del 30 de enero en el estadio Maracaná de Río de Janeiro. Muy dificíl, improbable, pero de ninguna manera imposible.

La mayoría de las grandes remontadas en series coperas a partido y revancha en Sudamérica se dieron cuando el perdedor de la ida, definió la llave en condición de local. River mismo lo hizo así en los cuartos de final de la Libertadores de 2017 cuando cayó 3-0 con Jorge Wilsterman en Cochabamba (Bolivia), y en el Monumental dio vuelta la serie goleando 8-0 con una memorable noche de Ignacio Scocco, quien marcó cinco de los tantos, y un golazo final de Enzo Pérez, que recibió la pelota en su área, cruzó toda la cancha y definió en la de enfrente. Ese es hasta ahora el mayor vuelco copero de River. 

Pero en la semifinal de la misma Copa ante Lanús, le sucedió exactamente lo inverso. Había ganado 1-0 el partido de ida, iba arriba por 2-0 en el desquite en la Fortaleza granate y la diferencia acumulada de tres goles, se le escurrió en apenas 26 minutos en los que Lanús le marcó cuatro tantos (dos de José Sand, uno de Lautaro Acosta y otro del uruguayo Alejandro Silva de penal) , se impuso 4-2 y logró pasar a la final que luego perdió ante Gremio de Porto Alegre. 

En la historia de los torneos continentales, la más grande remontada que se recuerde sucedió en la final de la Copa Conmebol de 1995. En el primer partido en Belo Horizonte, Atlético Mineiro apabulló 4-0 a Central y pareció convertir en un trámite el desquite en Rosario. Pero Central apostó igual a la proeza: lo dirigía Angel Tulio Zof y tenía un muy buen equipo: atajaba Roberto Bonano, Horacio Carbonari y Federico Lussenhoff componían una áspera zaga central, Eduardo Coudet, Omar Palma y Pablo Sánchez aportaban calidad en la media cancha, y Martín Cardetti y Rubén Da Silva, poder en el ataque. Había con qué sostener las ilusiones y aquella noche del 19 de diciembre, 45 mil hinchas centralistas convirtieron el estadio de Arroyito en un hervidero de gritos y banderas.

Mineiro sintió el clima y flotó sobre el verde césped. Central fue una tromba de ganas y de fútbol y a los 40 minutos del primer tiempo, ya ganaba 3-0 con goles de Da Silva, Carbonari y Cardetti. Para igualar la llave debió esperar hasta la última pelota del partido: Palma lanzó un centro desde la izquierda, Carbonari metió la cabeza y el milagro se hizo realidad: se había dado vuelta la serie y el 4-0 forzó los tiros desde el punto penal: Mineiro erró los dos primeros, Palma, Pobersnik, Carbonari y Da Silva no fallaron y aunque Colusso marró el último, Central venció 4-3, alzó su única copa continental y anotó su nombre en una de las hazañas más notables del fútbol sudamericano de todos los tiempos.  

Acaso la situación mas comparable a la de River la protagonizó América de México en la Copa Libertadores 2008. En la ida de los octavos de final, el 30 de abril, Flamengo le había ganado 4-2 en el estadio Azteca y parecía tener asegurado el desquite en el Maracaná. Pero el 7 de mayo en Río de Janeiro sucedió lo impensado: Flamengo se confió en exceso, América pisó muy fuerte, se impuso por 3-0 con dos goles desde afuera del área del paraguayo Salvador Cabañas y por 5-4 en el global pasó a cuartos. El defensor argentino Sebastián Domínguez, ahora dedicado al periodismo, integró el equipo de las Aguilas en aquellos memorables encuentros.

Después, todas las remontadas se dieron en condición de local. En los octavos de la Copa Libertadores de 1993, Sporting Cristal había perdido 3-0 la ida en Quito ante El Nacional, pero en Lima ganó 4-0 y siguió de viaje. En los cuartos de final de la Copa de 1999, se dio el mismo cuadro: Cerro Porteño cayó 3-0 en Venezuela ante Estudiantes de Mérida y en Asunción, revirtió venciendo 4-0. Mientras que en los octavos de la edición de 2012, la Universidad de Chile, dirigida por Jorge Sampaoli, fue goleada en Ecuador 4-1 por Deportivo Quito, pero en el estadio Nacional de Santiago, apabulló por 6-0 y avanzó hasta los cuartos.

Boca también hizo lo suyo. En la última Libertadores que logró (2007), había perdido la primera semifinal ante Cúcuta de Colombia por 3-1. Pero en medio de aquella cerrada niebla que tapaba todo en la Bombonera, hizo valer el tanto de visitante que había anotado Pablo Ledesma y ganó la revancha por 3-0 con goles de Juan Román Riquelme de tiro libre, Martín Palermo y Sebastián Battaglia de cabeza. De visitante también remontó series, pero por diferencias de apenas un gol ante Paysandú en los octavos de la Libertadores 2003 (0-1 en la Boca, 4-2 en Brasil) y frente a Deportivo Capiatá de Paraguay en la misma fase de la Sudamericana 2014 (0-1 de local, 1-0 de visitante y 4-3 en los penales). Nada en comparación de lo que deberá hacer River para escalar una serie complicadísima y subirse al podio de las grandes remontadas de la historia.