--¿Y? ¿Cuántos llegaron ya?

--Recién volví a escribir. Habían llegado dos, pero ya son y cuarto. Deberíamos ir a buscarlos y arrancar.

Les trabajadores del Museo Sitio de Memoria Esma estaban ansiosos. Esperaban en la puerta del casino de oficiales de la ex Escuela de Mecánica de la Armada a quienes lo visitaron el sábado, por primera vez desde marzo pasado, cuando la pandemia obligó a cerrar las puertas. Aunque el museo se mantuvo en funcionamiento de manera virtual todo este tiempo, los nervios que experimentan son los de una reapertura, una especie de reestreno sanitizado, con protocolo de distanciamiento social y barbijos.

Fueron diez meses de puertas cerradas. Diez meses de “sostener la misión del museo de transmitir la memoria” desde la virtualidad, de pensar cómo, con qué, a quiénes. Y ahora, finalmente, “es una gran emoción y una gran responsabilidad teniendo en cuenta el contexto que estamos viviendo”. Quien habla es Salomé Grunblatt, responsable de Relaciones Institucionales del Museo Sitio de Memoria Esma en el que fue transformado el edificio del predio que perteneció durante décadas a la Armada que funcionó como centro clandestino entre 1976 y 1983. Este sábado también reabrió sus puertas el Centro Cultural Haroldo Conti con un recital de Luciana Jury. La modalidad será igual que el museo (reserva de entradas vía web, protocolo sanitario).

La visita reinaugural

Fueron dos los visitantes, dos jóvenes periodistas de San Luis que están en Buenos Aires de vacaciones, los que inauguraron las visitas al museo. Fueron los únicos dos de las diez personas que se registraron para participar de la visita en el primero de los dos turnos que habilitó la institución para cada sábado de enero y febrero --uno a las 14 y otro a las 16.30--. En el segundo turno, de los 12 que confirmaron asistencia, finalmente asistieron 7. Entre ellos, el sobreviviente Alfredo “Mantecol” Ayala.

Tras el recorrido, Lisandro y Martín coincidirán en que es “una experiencia fuerte, especial”, y que hacerlo en pandemia “más aún”. “El cuerpo se predispone diferente, la distancia, los barbijos, y el ser tan poquitos”, ejemplifica Martín. “La pandemia limita la visita no solo en la cantidad de gente que puede participar, sino también en el vínculo con el guía, con el lugar”, sintió Lisandro. Habían estado en la ex Esma en 2018, pero no habían podido ingresar, entonces recorrieron el predio general. Cuando hace algunos días vieron la publicación del museo en Instagram encontraron la oportunidad para saldar la materia pendiente.

Foto: Guido Piotrkowski

“Una de las misiones del museo es la transmisión de memoria y eso lo continuamos haciendo durante todo el 2020, pero la posibilidad de reabrir de forma cuidada nos permite acercar de una manera especial los testimonios y vivencias de quienes pasaron por este centro clandestino a quienes lo visiten”, apunta Grunblatt. El 11 de marzo de 2020 fue la última visita presencial que recibió el museo. La pandemia de coronavirus arrasaba con Europa y había llegado a la Argentina. “Fue una visita de españoles e italianos. Así que decidimos implementar un protocolo preventivo con licencias”, explicó Grunblatt. Diez días después, por decreto, la cuarentena impidió la reapertura.

El tiempo pasaba, pero el aislamiento persistía. En mayo implementaron las Visitas de las Cinco como “evento virtual”. A partir de agosto y hasta noviembre, organizaron los “Diálogos de memoria”, charlas virtuales con estudiantes de escuelas secundarias e institutos terciarios de las que participaron más de 1800 estudiantes de 76 instituciones de todo el país. Cuando la situación epidemiológica comenzó a amesetarse y “pudimos garantizar el cumplimiento de protocolos sanitarios, que la gente pueda ingresar de forma segura al predio y realizar la visita sin riesgo, empezamos a pensar en retomar las visitas guiadas adaptadas”, completó la directora.

El protocolo

Y así lo comunicaron vía redes. Martín y Lisandro se registraron en el sitio web del museo (www.museositioesma.gob.ar). Tuvieron que confirmar su asistencia vía correo electrónico y completar una declaración jurada sanitaria en la aplicación Cuidar que hoy presentan en la entrada del Espacio de Memoria y Derechos Humanos. Llegaron puntuales, tal como les recomendaron vía mail desde el museo, 15 minutos ante del horario del inicio de la visita. Con barbijo. Les toman la temperatura. Y allí, en la entrada principal al predio, esperan a que desde el museo los vayan a buscar.

Foto: Guido Piotrkowski

En el hall del sitio, entre lo que se llama “piel de vidrio” --una sobre estructura que protege la fachada del casino de oficiales plotteada con el rostro de algunes de les detenides desaparecides que pasaron por el centro clandestino-- y la puerta de entrada, los recibe Julián, el guía que los va a acompañar en el recorrido. Lleva barbijo. Les explica brevemente que en el recorrido no podrán tocar nada, que no podrán sacarse el barbijo y que una parte del centro clandestino quedó afuera de la visita por cuestiones sanitarias: el tercer piso, donde estaban el pañol, capucha y capuchita, depósito de secuestrades. Cruzan la puerta de entrada, una trabajadora del museo los sanitiza de pies a cabeza. Lo hará una vez más a mitad del recorrido.

Para Julián, el guía, la visita fue “muy especial”. Antes de la cuarentena pandémica, estaba acostumbrado a guiar visitas a grupos que los fines de semana alcanzaban las 100 personas. Durante la cuarentena debió adaptarse a dirigir charlas online, “detrás de un micrófono en el living de casa”. “Ahora esto es raro, hablarle a dos personas es muy diferente”, apuntó. Por un lado, lamentó que “la gente no se acerque como antes” aunque sabe que hay que “darle tiempo”. Por otro, “tiene su encanto porque más que una visita guiada es una charla con pocas personas sobre un pedazo de historia mientras recorrés el lugar mismo en donde ocurrió. Podés indagar por qué se acercaron, qué saben, completar aquello que vienen a buscar”.