Luego de dos meses del fallecimiento de uno de los más grandes futbolistas del planeta, Diego Maradona, los medios (siendo específicos, los comunicadores) siguen produciendo, construyendo e instalando mitos sobre el astro (aquí un mito) del fútbol mundial.
Resulta necesario entender cómo funciona este proceso de construcción mítica que se instala actualmente en las mediaciones sociales.
Primero: es importante precisar qué es un mito. Las definiciones rápidas dirán que es un relato, un cuento, una fábula que la sociedad plantea sobre un hecho. Para Platón el mito será el hecho de contar historias. Para Hans-Georg Gadamer, en “Mito y razón”, será lo dicho, la leyenda, pero de modo que lo dicho no admite ninguna otra posibilidad de ser experimentado que justo la del recibir lo dicho. El mito se convierte en fábula en tanto que su verdad no sea alcanzada mediante el logos. Por lo tanto, es un modo de exposición narrativa que no busca probar nada; la narración sólo se propone convencer y ser creíble. Por ello, el mito siempre está expuesto constantemente a la crítica y a la transformación, señalaría Gadamer.
Para Roland Barthes, en “Mitologías”, el mito es un habla, un modo de significación, sistema de comunicación y conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona y cultura en una época determinada. El mito es un abuso ideológico que busca todo aquello que es aceptable, moralmente deseable o estéticamente placentero.
Segundo: resulta importante entender cómo se configura el funcionamiento del mito en los medios. Para que el mito exista, necesita de lo real (Diego Armando Maradona jugador de fútbol) para luego deformarlo; no es ni una mentira o confesión, sino, una inflexión, algo así como un torcimiento o comba (la mano de dios, barrilete cósmico, astro mundial). Entonces, el mito permanece y para ello necesita convertirse en algo natural, en una exposición decorativa de lo evidente por sí mismo.
En el mismo libro, Barthes plantea que nada escapa al mito ya que todo puede servir de materia significada. Todos los materiales del mito, sean representativos o gráficos, presuponen una conciencia significante. Claro que esta materia no es indiferente: la imagen sin duda, es más imperativo que la escritura. El sentido en el mito se empobrece. El sentido (lo real) muere, pero se trata de una muerte en suspenso. Es una reserva instantánea de historia. En el mito hay una especie de juego de escondidas entre el sentido y la forma. Pero al mismo tiempo esta presencia está sometida, alejada, vuelta como transparente: se retira un poco, se hace cómplice de un concepto que recibe ya armado. Se convierte en una presencia prestada.
Tercero: todo mito necesita que alguien lo produzca; también que alguien lo lea y lo tome como algo natural; y, por último, que alguien lo descifre y entienda lo que se propone aquello que se naturaliza (el mitólogo que interpreta y comprende la deformación).
Entonces, Diego Maradona, genio del fútbol mundial (otro mito), permite una reserva incesante para construir discursos míticos, ese metalenguaje que servirá en nuestra percepción de la realidad social. Resulta importante aclarar que el significado del mito termina siendo compartido dentro de una comunidad cultural apelando a la conciencia colectiva.
Siguiendo el hilo de análisis del semiólogo francés, tal vez sería interesante tomar el concepto del mito como habla despolitizada, es decir, no le interesa lo real. Diría Barthes: “la función del mito es eliminar lo real; es, estrictamente, un derrame incesante, una hemorragia o, si se prefiere, una evaporización, en síntesis, una ausencia sensible”.
Veamos su configuración en el análisis de Maradona. Si en el mito no se habla de política es porque en ella encontramos conjunto de relaciones humanas que implican el poder de construir la realidad. Como señalaría Marx, el objeto más natural contiene, por más débil y disipada que sea, una huella política, la presencia más o menos memorable del acto humano que la ha producido, dispuesto, utilizado, sometido o rechazado. Entonces, Diego Armando Maradona, aquel hombre que defendía a los jubilados, a los pobres, a los trabajadores, el no al ALCA, a las Islas Malvinas o al bloqueo comercial a Cuba, es porque encontramos el lenguaje del revolucionario, un discurso catártico destinado a mostrar la carga política del mundo. Por lo tanto, la revolución descarta al mito produciendo una abolición fulminante. Tal vez, esto último sería el mejor recuerdo que podríamos tener del discurso del revolucionario Diego Armando Maradona.


* Licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación. Docente universitario (UBA). [email protected]