PáginaI12 En Uruguay

Desde Paysandú

Luna llena, radiante y hermosa, en el cielo de Paysandú. El después del crepúsculo pinta algo frío, pero es mejor salir. Adentro, la tele, como casi todas las teles del continente, se pone densa con el tema Venezuela. Cantinela petrolera. Sanata sin clarificación que, casualmente, coincide con una campaña contra la ANCAP, empresa estatal de combustibles, lubricantes y gas, cuya intención inconfesable parece ir por el lado del negocio y, de paso, dividir a la sociedad uruguaya. Mejor salir. Apagar la tele y salir. Afuera, la gente está junta. Ríe, espera algo, quiere contrarrestar el raro rato que le vende la caja boba. Y tiene con qué, por suerte. La tirada es muy rica en la fiesta de la cerveza que hace cincuenta y dos años nutre de color y música a la ciudad. Que coincide con la semana del turismo y supera largamente, en número de visitantes, las casi ochenta mil personas que viven fijo allí. Un paneo más verosímil se deduce de la cantidad de tipos y tipas que van y vienen por el enorme predio, donde se erige el anfiteatro del río Uruguay, uno de los más grandes –a cielo abierto– de América Latina. Muchos. Más que los diez mil, aprox., que asisten a la jornada del miércoles (madrugada de jueves) para bailar (y nada más)  con el Grupo Ruby. También con Dos más uno, Marama y Rombai... grupos de cumbia pop teen, aptos para cumpleaños de 13.

No es todo así, por suerte. Antes, pese a las inclemencias del tiempo que habían obligado a suspender las dos primeras jornadas (sábado y domingo), dos noches fueron suficientes para condensar la diversidad musical. Para equilibrar gustos y necesidades. Una, la del lunes, impregnada por exponentes locales del carnaval como Parodistas s/vergüenzas, ungidos con el cetro de mejor espectáculo de carnaval sanducero, y murga La Clave. Ambas agrupaciones congeniaron con los sesenta artistas en escena que presentó Paco Pintos, bajista de La Triple Nelson, bajo el nombre de “La canción perdida en el litoral oeste”. “Paco, que es sanducero, juntó músicos locales de todas las generaciones, y cada grupo interpretó canciones de grandes artistas de Paysandú, como Los Iracundos, Sampayo, etc... fueron tres horas sin parar, muy intenso”, cuenta a PáginaI12 Leticia Pérez Luna, encargada de prensa de CPMU, la productora que organiza el evento. El martes (madrugada de miércoles), la noche estuvo teñida por una amistosa puesta entre músicas clásicas y populares. Convivieron bajo el mismo techo –con forma de cartulina a medio abrir–, la Orquesta sinfónica juvenil y el Coro del Sodre, dirigido por Ariel Britos y –para la ocasión– por la serbia Milena Injac, y el espectáculo “Tango intenso”, protagonizado por otro crédito local, Sebastián Acosta, y la bailarina clásica devenida popular, Eleonora Cassano, con la intención de homenajear los cien años de “La Cumparsita”.

 Noche de jueves, madrugada de viernes, primer día de rock. Del peregrinar por el verde paseo del predio que linda con la orilla oriental del río Uruguay, se desprenden pibes y pibas cuya intención es ver y escuchar dos bandas populares. Una montevideana, Trotsky Vengarán, y otra bonaerense, La Beriso. En el trance, se encuentran con dos créditos del pago. Ruta 504 y Nanda, una muy buena cantante, secundada por una muy buena banda, que se zarpa con algún temazo de su disco debut como “Tu canción”. “Estoy emocionada. Es la primera vez que veo banderas que dicen mi nombre”, tira la piba desde el escenario, y la puesta recuerda la de viejas bandas como La Torre o Púrpura. Deviene un break con temas de Pescado Rabioso, Almafuerte, Divididos y Los Redondos, y tras rap y hip-hop a cargo de la 235, llega el primer número de masas. “Vengarán, vengarán, Trotsky vengarán”, grita un público relativamente calmo, pidiendo por esta banda de viejo y querido punk-rock, como dice el Mosca. La experimentada agrupación (ventilargos años al ruedo) sacia las demandas con sus músicas en revolución permanente. Arrancan con una versión heterodoxa (con frases en castellano) de “Police in my back”, de los Clash, mechan algún que otro tema de Relajo, pero con orden, su último disco, como “Más allá o más acá”, con una versión punky de “Una vez más”, que grabaron junto a su autor, el enorme Jaime Roos, y algún que otro clásico que conmociona a los casi diez mil asistentes. “Satamán”, por caso. O “Vestida para matar”. “Si está pegando la cumbia cheta, y a vos te gusta el rock, hacé rock y no hagas cumbia cheta”, dirá, luego del show, Hugo Díaz, guitarrista histórico de la banda. Tras ellos, cierra La Beriso, pasión de multitudes también en Uruguay. Da un show standard, en el que se destaca una versión de “Sobreviviendo”, de Víctor Heredia, una propia (“Otra noche más”), y alguna que otra balada-rock, especialidad de la banda de Avellaneda.

Noche de viernes, madrugada de sábado. El escenario José “Chino” Gavary, trepida con esos saltimbanquis conocidos como Once Tiros. Son casi las diez, y la noche está menos fresca que la anterior. El público supera ampliamente las diez mil personas y la banda suscita comentarios bien de la jerga celeste. “Ta buenazo, ¿eh?... me mata”, se escucha decir, en los entresijos de la tribuna. Se espera al Cuarteto de Nos, que superará con creces las expectativas, y a Buitres. Sobre todo a Buitres, banda histórica del Uruguay oscuro –heredera de Los Estómagos– que se fue aclarando con el paso del tiempo. Banderas de Peñarol y Nacional flamean en lo alto. También carteles de Bella Vista, Salto, Durazno o Montevideo. “Muchas de las bandas que están tocando hoy te dicen que empezaron a tocar después de escuchar algún tema o algún disco tuyo”, había dicho Gustavo Parodi, guitarrista, en conferencia de prensa. Y se nota. Buitres es un sentimiento en serio, en el Uruguay. La banda da un show imponente en el que otra vez el viejo y querido punk-rock se deja impregnar por la armónica del frontman, el pediatra Gustavo Peluffo, en “No te puedo matar”. Por un lado un cancionero que no tenían tanto cuando se originaron allá por fines de los ochenta, a través de “Carretera perdida” (Buena suerte… hasta siempre, 2001), o el clásico “Toca Buitres”, que la muchedumbre canta como un himno. Nadie para de pedir si no viene el bis, y el bis viene con “Cambalache” de San Discépolo, en versión rocker. Misión cumplida: teles con olor a petróleo apagadas, por lo que había sido, y por lo que iba a ser hacia la madrugada del domingo: el masivo y popular Abel Pintos, y uno que sabe muy bien de qué se trata: Tabaré Cardozo, mientras Artigas, que mira fijo desde su caballo monumental, se quiere matar por esta América.