Desde el primer momento, los cuerpos de los hombres ejercen la voluntad de acorralarla. No importa que nunca veamos la escena que hizo posible ese juicio que conoceremos por partes. Ella está atascada entre esos cuerpos y la acción dramática deviene en estado interno, en algo que se intuye y se imagina, que no requiere de su materialización.

En el escenario el drama ya ha ocurrido. Lo que toma Jordi Casanovas para construir una dramaturgia tan inteligente como contundente, es el expediente del juicio a La Manada, el grupo de cinco hombres que violó a una adolescente en Pamplona durante la fiesta de San Fermín en el año 2016. No hay una línea inventada, el texto se construye a partir de un trabajo de selección y montaje donde son los implicados y la joven que los denunció lxs que hablan. Esa exposición es acompañada por una puesta en escena distante, donde los actores y la actriz dicen el texto casi sin implicancia, con un despego que le da un protagonismo brutal a la palabra. Es cierto que a Vanesa González se le caen las lágrimas durante toda la obra pero su voz no delata la menor conmoción. De este modo la puesta de Valente logra que los discursos y alegatos nos apabullen, que la brutalidad de lo que sucedió se haga palpable sin necesitar de gritos ni llantos.

Jauría es una obra de teatro documental realizada por actores profesionales (para que su valor documental fuera estricto tendrían que interpretarla aquellxs que pasaron por los hechos en la realidad, algo claramente imposible). En los procedimientos escénicos no hay apelaciones a la piedad o la empatía. Prevalece, gracias a la conjunción entre texto y dirección, la facultad de reflexionar sobre lo ocurrido, de mirar ese episodio desde una perspectiva sociológica, incluso política.

Los cinco hombres que sometieron sexualmente a una adolescente madrileña muestran como prueba de su inocencia en el juicio el video que tomaron mientras la chica era violada en el cubículo diminuto de un edificio de departamentos. Ellos consideraron que la falta de resistencia de la joven, la ausencia de gritos y de quejas suponía el consentimiento. En un primer momento un tribunal compuesto completamente por hombres les dio una pena leve hasta que otra instancia de juicio, ya con una fiscal mujer, pudo comprobar su culpabilidad.

Casanvas quiere que podamos entender las condiciones sobre las que estos cinco hombres sustentaron su acción y también la ideología de los jueces que vieron una escena sórdida pero aceptada. Lo hace dándole a la joven un lugar calmo, incluso inmodificable dentro de una puesta donde los hombres empiezan a desesperarse al ver como toda la lógica que podía protegerlos pasa a ser cuestionada. Lo interesante es que la joven jamás miente ni enfatiza los hechos. Ella señala que estaba bloqueada, que quería que eso pasara pronto, que su manera de reaccionar fue someterse. ¿Hasta qué punto una mujer tiene que demostrar que cinco hombres pueden dominarla, que estar entre esos cinco cuerpos es suficiente para saber que no se puede escapar, para que la voluntad misma quede anulada, para que incluso el riesgo de perder la vida sea el desenlace más factible?

En la exposición que realiza Casanovas es el público el que debe revisar su mirada sobre los hechos y cuestionar sus propios parámetros para medir la situación que se desarrolla en escena. Descartar la compasión significa confiar en la palabra de una joven sin obligarla a ponerse el traje de la víctima. El trazado aquí es racional y las pruebas fundan otra manera de entender las relaciones entre los sujetos.

Jauría se presenta de jueves a sábados a las 20 hs en el teatro El Picadero.