Fue allá por 2003 cuando Turiyasangitananda, más conocida como Alice Coltrane, llamó aparte a Georgia Anne Muldrow y le dijo: “Ya es hora de que recibas tu nombre”. Sucedió en Sai Ananta Ashram, el centro comunitario de meditación hinduista ubicado en las montañas de California donde Alice –ya alejada de la industria que la había visto florecer como una de las figuras más influyentes en la historia del jazz de vanguardia– vivió desde fines de los setenta hasta su fallecimiento en 2007. Georgia por entonces tenía apenas veinte años y venía de una turbulenta temporada de adicciones en Nueva York, donde había partido a estudiar música desde su Los Ángeles natal. De regreso en su ciudad había ido a visitar el templo junto a su madre, amiga de años de Alice, y fue entonces cuando la leyenda que conocía desde niña se retiró a una meditación de dos horas y finalmente pronunció el nombre: “Jyoti”, “luz”, “brillo” o “fuego” en sus diferentes acepciones en sánscrito.

A partir de entonces, tras salir poco a poco de una profunda depresión que la tenía paralizada, aquella joven sin rumbo comenzó un sorprendente recorrido que la llevó a convertirse en una de las figuras más prolíficas e imprevisibles de la escena under de Los Ángeles. Cantante, guitarrista, bajista, pianista y baterista que suele interpretar la mayoría de los instrumentos en sus discos, se embarcó en viaje de creatividad desbordada que ya lleva veinte discos, en los que borró las fronteras entre el rhythm & blues, el funk psicodélico, el jazz de vanguardia y el hip-hop orgánico. Muldrow produjo a su vez a celebridades como Erykah Badu, The Weeknd o Mos Def sin perder el bajo perfil que le permitió desarrollar una personalidad musical paralela bajo el alias Jyoti, con tres trabajos en los que profundizó en el lado más jazzero y espiritual de su música. Los primeros discos de esa serie fueron los instrumentales Ocotea (2010) y Denderah (2013), y siete años más tarde llegó Mama, You Can Bet!, el fantástico trabajo que aun en su afán experimental resuena como la síntesis más acabada y accesible de su obra y que los medios especializados ubicaron con justicia en sus listas de lo mejor del 2020. 

Hija de la cantante Rickie Byers y el guitarrista Ronald Muldrow, dos músicos de renombre en la escena jazzera de Los Ángeles, además de sus discos en solitario Georgia posee una extensa carrera en colaboración con su esposo Dudley Perkins, rapero y compositor que graba sus discos bajo el seudónimo Declaime. A partir de ese linaje musical, Mama, You Can Bet! nació con la intención de rendir homenaje a sus raíces a través de capas superpuestas de improvisación grabadas en su computadora e inspiradas por recuerdos de su infancia cruzados por su presente: “La música improvisada de artistas negros, esa es mi fundación”, contó en una entrevista reciente. “Cuando empecé a pensar el disco me decía ‘¿Cómo puedo lograr un sonido que suene como mi niñez?’. Lo que salió naturalmente fue la música que escuchaba en casa desde chica. Y a partir de eso el disco es lo que es, un viaje profundo por emociones y homenajes a mi papá, mis tíos, toda la gente que amé y falleció, pero a la vez es una manera de reafirmar la vida. La canción ‘Mama, you can bet!’ trata sobre mi mamá, sobre ese momento en que una hija ve a su madre como una mujer. Y en el disco hay momentos de alegría y otros de confusión. Cuando estoy en mis lugares más felices en mi cabeza también estoy en los lugares más complejos. Al dejarme llevar en improvisaciones estoy dentro de mis sentimientos, y esa es mi manera de llegar al centro de lo que siento”.

Es en ese sentido que Georgia concibe el aura espiritual que asumió bajo el alias Jyoti, no como un espacio de armonía buscada sino como un núcleo íntimo de opuestos que aborda musicalmente desde el tema que abre y da nombre al disco, una cálida invitación a la escucha con aires de free jazz donde una línea de bajo juguetona se entremezcla con una melodía contagiosa al piano y cambios abruptos en los climas. En esa línea se suceden la dulzura fantasmal de “Quarrys, Queries” o los arreglos melódicos de vibráfono entre percusiones tribales en “Zane, the Scribe”, todo entre temas que se interrumpen de golpe o largos momentos de silencio como el minuto al final de “Hard Bap Duke”, seguido por un soul con sonidos en reversa, loops con fragmentos de piano a la deriva y una voz hechizante en la que canta sobre una caminata poseída por monólogos interiores alienados (“This Walk”). Ese retrato de un mundo personal se complementa de manera natural con el compromiso social que sostiene desde comienzos de su carrera, el cual lleva adelante desde la práctica con SomeOthaShip, el sello independiente que creó en 2010, y desde sus letras, en las que reinvindica el movimiento feminista y la lucha por los derechos civiles y la identidad afroamericana a la vez que ataca de manera directa a corporaciones como Monsanto: “Mi bisabuelo por parte de mi papá era esclavo. Mi abuelo era carpintero, y la manera en que mi papá fue criado, o sea… Le pegaban para que aprendiera, esa era la manera de criar bien a un hijo, el esclavismo. Pero es algo que está a la vista: la manera en que mucha gente trata a los empleados que tiene a su cargo, o a sus hijos, o a sus mujeres, tiene mucho que ver con la parte más dolorosa de nuestra historia”.

Mama, You Can Bet! resuena en esa dirección como un homenaje al espíritu liberador de la música negra de vanguardia, algo explícito tanto en sus citas musicales de Sun Ra (“Ra’s Noise”) como en la remezcla de dos piezas de Charles Mingus, “Bemoanable Lady Geemix” y “Fabous Foo Geemix”. Y, por supuesto, en el influjo omnipresente de Alice Coltrane: “Gracias a ella sigo acá. No voy a olvidar nunca la primera vez que la escuché en vivo, poco antes de que me diera el nombre. Ella tocaba solo una o dos veces por año y fue revelador, hasta entonces no concebía que alguien pudiera expresarse de esa manera. Yo venía de una depresión muy profunda y Alice fue una guía fundamental, podría llenar un libro con la manera en que me salvó, sacándome de una vida muy punk en la que iba directo al pozo. Jyoti es la raíz de mi sonido, desde las armonías del jazz que aprendí de mis padres al blues eléctrico que sale cuando buceo dentro mío. Me dicen que hago diferentes tipos de música, pero todo lo que hago es tocar música negra. Es todo parte de lo mismo para mí”.