“Volar, alcohol y sexo…y que lo primero no interfiera con lo último”. El mandato suena discordante para una miniserie que lleva por título Los elegidos de la gloria. Pero hay bastante de ello en el reciente estreno de Disney + (cada viernes se agrega un episodio) acerca del proyecto con el que los Estados Unidos deseaba ganar la carrera espacial contra la Unión Soviética. Guerra Fría, campaña propagandística y épica secundan el relato. Su foco está puesto sobre los miembros del Mercury Seven, el grupo de aviadores y futuros astronautas, algunos años antes de que Neil Armstrong diera ese pequeño paso para un hombre y uno gigante para la humanidad.

Hacia 1959 la NASA -según se muestra en una de las primeras escenas- era literalmente una habitación llena de cajas de cartón. El satélite Sputnik ya orbitaba en el espacio y el gobierno de Ike Eisenhower quería anotarse algún mérito en esa competencia por poblar el cosmos. “En una pista de atletismo, los rusos irían a sprint y nosotros no nos atamos ni los cordones”, se sincera frente a una audiencia llena de pilotos, Bob Gilruth, el primer director de la agencia espacial (Patrick Fischler). Entre el centenar de aspirantes están los “siete magníficos” ávidos por quedar inscritos en la historia grande de su país. Los elegidos de la gloria se mete detrás del telón de la gesta espacial. El proceso de entrenamiento, el trabajo contrarreloj de los ingenieros, pero también lo que escondían las sonrisas para las cámaras. Lo mismo para las anomalías dentro del programa y cómo estos hombre -y sus familias- se convirtieron en engranajes de la férrea maquinaria oficial.

Los protagonistas excluyentes del relato son tres: el canchero 24x7 de Alan Shepard (Jake McDorman). El más joven de los reclutados, Gordon Cooper (Colin O'Donoghue), está en un tire y afloje con su esposa. John Glenn (Patrick J. Adams), por su parte, es un modélico miembro de la Marina que cuenta con un manejo perfecto con la prensa. La entrega está basada libremente en Lo que hay que tener/ The Right Stuff, el libro de no ficción de Tom Wolfe que tuvo una notable versión cinematográfica en 1983.

Los elegidos de la gloria se siente muy a gusto en su representación de los astronautas como adictos a la adrenalina. En su énfasis por la competitividad, la entrega tiene puntos en común con Top Gun (Tony Scott; 1986) y Rush, pasión y gloria (Ron Howard; 2013) pero bajo el candor de los últimos fifties. La producción, que lleva la estampa de Nat Geo, es otro de esos programas que le adeudan muchísimo a Mad Men en su look y la efervescencia de su contexto. Otro de los intereses de la serie es retratar el machismo rampante de esa época, lo cual se evidencia en el rol que debían jugar las esposas de los astronautas. También hay momentos en los que Los elegidos de la gloria se embelesa con lo que significó esta hazaña.

“Lo que el programa trata de iluminar es el costado más fallido y oscuro de los astronautas”, le dice Shannon Lucio a Página/12. La actriz compone a Louise Shepard, una de estas mujeres obligadas a ser y parecer. “Eran personas comunes que lograron cosas increíbles, pero también tenían sus zonas grises en casa. Se pusieron un gran objetivo por delante y dieron rienda suelta a toda su voluntad para que suceda. Incluso eso fue posible para seres humanos defectuosos y desordenados”, agrega. Dicho de otro modo, Los elegidos de la gloria muestra los calzoncillos sucios debajo de esos relucientes trajes plateados.