Incertidumbre y confusión definen este regreso a clases. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, mañana comienza, en forma escalonada, la vuelta “al cole presencial”. La inquietud de los padres y la falta de certeza en los docentes y equipos directivos sobre la posibilidad de cumplir los protocolos sanitarios, tanto en escuelas públicas como privadas, anuncian dificultades. Aun cuando todos quieren “que vuelvan las clases”, el modo y la confusión justifican el miedo a esta presencialidad. Se pone a prueba la transcición a una nueva vida en pandemia, la de la conviviencia. 

“No están dadas las condiciones para el regreso”, sostienen los padres, incluso los que más quieren el retorno presencial. “No sabemos cómo hacer para cumplir el protocolo” confiesan los docentes, ante la indicación del Ministerio de Educación de la ciudad de volver a clases. La falta de espacio y posibilidad de ventilación es el mayor de los problemas. Se suman la falta de insumos sanitarios para todos, y de una planificación pedagógica adecuada.

“Quieren la foto de la escuela abierta, pero las condiciones no están dadas, los chicos no entran en las aulas cumpliendo el protocolo, y en 2020 no solo no se hicieron más aulas, sino que se redujo nuestro presupuesto” reflexiona Lara, docente del Distrito 9. Mas aulas hubieran permitido que cursos de 30 niños funcionen en dos burbujas. Por protocolo puede haber 22 niños en 50 metros cuadrados. Las escuelas públicas más grandes de la ciudad, conocidas como “las Cacciatore” --60 edificios inaugurados por esa administración--, tienen aulas de 49 metros cuadrados. Aun en esas, las más grandes “no entran 30 alumnos, y casi no hay grados de 20 chicos”, detallan.

“Tuvimos que medir las aulas nosotras, correr los bancos, imaginar una circulación, nadie nos asistió. Y cuando planteamos dar en días alternados en grupos de 15, porque todos no entran, nos dijeron que no, que tienen que entrar todos”, lamenta Noemí, docente de tercer grado. Nacho, el papá de Pilar, de 5 años, relata el mismo problema: la falta de espacio, en el jardín de sistema público al que también fueron sus otros dos hijos, en el barrio de Caballito. Allí un pasillo comunica 4 salas a un pequeño patio. “Las salitas son chicas –dice Nacho--, 25 metros cuadrados, pero el supervisor del distrito habilitó 30 chicos por aula, porque cuenta los metros totales del edificio, incluye el patio ¡y está mal!”, señala.

La propuesta de este jardín fue dividir los grupos y alternar la presencialidad. “Pero la supervisión no lo aprobó. ‘Los metros dan’, les dicen, y no es real”, se sorprende Nacho. Los directivos deslizan que una solución sería que sean las propias familias las que organicen dos grupos: “unos días va un grupo y otros días no van, faltan”. La responsabilidad, así, "baja" del Ministerio a los directivos, y de los directivos, a las familias. 

“Los docentes quedan atados de manos, no les aprueban su propuesta, y tenemos que tomar nosotros la decisión de hacer faltar a los chicos”, se alarma este papá. A Leticia, mamá de Valentín que entra a sexto grado, le preocupa la falta de previsibilidad: “El sexto grado todavía no tiene maestra”. Pero más la atemoriza que “el Ministerio de Educación no firme la habilitación de un espacio, no se hacen responsables, no dan seguridad”.

Lo pedagógico no es administrativo

En este jardín cambió “la conducción”, el equipo directivo, al inicio del ciclo, como en muchos primarios. La adjudicación de cargos fue entre gallos y medianoche: el acto público virtual “convocado para las 3 de la tarde”, estuvo activo “a las 3 de la mañana”. Los docentes no pudieron participar, “no se pudo auditar” afirman. Se dieron situaciones irregulares como cursos asignados a dos docentes. “Y muchos no sabíamos hasta la semana pasada, qué grado nos tocaba”, añade Lara. Frente al proceso pedagógico, esto provoca un problema mayor: “No hubo tiempo de preparar nada, porque en febrero, planificamos”. Le preocupa “que se habla de si los docentes quieren volver o no, pero no hay gente pensando la enseñanza como política pública en serio”.

El déficit pedagógico se suma a la crisis sanitaria. “Se sabe lo que no se puede hacer, por protocolo, pero lo que se puede, lo estamos inventando, es improvisado, no hay plan”, define Lara. En su escuela hay nueva conducción. Y la adaptación fue aceptada: “Será mixto, dos veces por semana, grupos de quince chicos, y seguimiento virtual”. Asumir un sistema mixto, y generar recursos para efectivizarlo, podría sanear el conflicto razonan varios de los entrevistados, que ya ven el invierno como una nueva “escuela en casa”.

Los problemas de espacio

En una “Cacciatore” del barrio de Saavedra --Distrito Escolar 10--, se rechazó la idea de días alternados. “Tienen que ir los 300 alumnos del turno, todos los días, son aulas grandes”, sostuvo la supervisión. Para subsanar la falta de espacio, el diseño de muchas escuelas es dividir los cursos en dos y ubicar uno en clases mientras otro toma clases de las "curriculares": música, educación física. Pero todos deben estar en el edificio. “Y con 300 chicos en la escuela, ¡se arma una fiesta clandestina, habilitada!” se alarma una mamá. Así nació el grupo de padres “autoconvocados” que reclama revisar la consigna. Incluso si logran el cupo a 15 alumnos, dudan: “Si cada grado se divide en dos, pero las maestras rotan, serían burbujas abiertas”, ironiza otra mamá.

Salvo los chicos de riesgo o que conviven con personas de riesgo, los demás están obligados a la asistencia a clases. “Muchos papás no quieren mandarlos, pero tienen temor de quedarse sin la vacante”, se preocupa Julieta, mamá de Iván. “Como mi marido es asmático, no estoy obligada a mandar a mi hijo, pero no hay seguimiento en casa, no hay nada pensado para nosotros”, detalla Julieta. 

La cuestión sanitaria

Falta alcohol para los docentes. Faltan máscaras y algunos tendrán que compartirlas. Falta la ventilación de doble vía. Los detalles se agregan al problema estructural. No hay aulas con tamaño habilitado para 30 alumnos, en la mayoría de las escuelas.  “Esta escuela tiene tres entradas, pero la Municipalidad solo mandó un termómetro”, cuenta Julieta. En el jardín de Pilar, piden que cada uno lleve alcohol en gel además de los útiles rotulados. Y que llame a un auxiliar para que limpie el baño cada vez que lo utilice. “Yo quiero que vuelvan, pero… ¡va a estar complicado!”, razona su papá.

“En Inglaterra, los médicos están advirtiendo que hay más de 100 chicos internados por semana, luego de atravesar la enfermedad, con síndromes desconocidos, y en Argentina, hay cincuenta mil fallecidos por la pandemia ¡esto es serio!”, se alarma la mamá de Iván. Y apunta a la falta de organización: “En el comienzo de clases más difícil que nos pudo tocar, solo hubo cinco días para adecuar el protocolo, y los están rechazando todos”, lamenta.

La foto de “la escuela abierta” vuelve a escena. “Pero pone en riesgo la salud de los chicos y las familias, y lo hace el Gobierno de la Ciudad. Nuestro reclamo es por ser más inclusivos, y si un chico no puede asistir, que pueda seguir aprendiendo”, advierte Julieta. Pero las respuestas son informales: “que pidan la tarea a un compañerito, o que ‘habrá’ cuadernillos”, cuenta.

“No basta con ser optimista --agrega Julieta— ya tenemos el diario del día siguiente: Inglaterra y Alemania cerraron las escuelas, la cepa británica ya tiene circulación comunitaria en Argentina, es muy contagiosa y ya está aquí, ¿qué más tiene que pasar?” se pregunta, sobre lo que considera una falta de cuidado sobre la sociedad civil. Y sostiene, que “la virtualidad incorporada razonablemente” al sistema educativo subsanaría en gran parte la crisis que se avecina.

Los privados

“Estábamos ansiosos, queríamos empezar” dice Ana, la mamá de un niño que ingresa a primer grado en una privada de Almagro. En ese sistema “el problema no es el espacio”, afirma, si no “la falta de organización”. Para Ana, esto provoca que no puedan ir todos los alumnos, todos los días. “Los cursos se dividen en dos burbujas y va una semana uno, y otra semana el otro, pero no hay un seguimiento pedagógico intermedio”, destaca.

Para un niño que está aprendiendo a leer y escribir, la continuidad es importante. Al tener además opción bilingüe, en este colegio surge el problema de la cantidad de horas: para el modo bilingüe se restringe a turno tarde, tres veces por semana, tres horas. “¡Nada virtual!”, señala Ana. Y agrega: “Algunos sólo van a ir clases ocho días al mes ¡es muy poco!”, se alarma. Como  contraposición, están las escuelas ORT, con cinco días a la semana, cinco horas por día.

“Este es un colegio enorme –describe Ana sobre la escuela bilingüe de jornada completa a la que va su hijo desde jardín– y podría haber otra planificación del espacio para que puedan estar más horas, porque la sociabilización es irremplazable”. Ana es psicóloga y quiere que vuelva lo presencial “porque ya volvió todo, volvieron las fábricas, los bares, y los chicos fueron los más perjudicados en la cuarentena”. Pide “volver con mayor presencialidad, y la virtualidad como complemento”. El sistema mixto vuelve a imponerse en la lógica del regreso.

Las problemáticas surgidas con “los chicos en pandemia” se sintetizan en “estar todo el día con una pantalla en la cabeza”, grafica la psicóloga. Trastornos de ansiedad, déficit de atención impulsiva o hiperactividad, son algunos diagnósticos. “Por eso necesitan socializar, y si las familias pudimos adaptarnos a los protocolos, pueden hacerlo las escuelas”, concluye.

El rol docente

En este "segundo round" de los docentes frente a la pandemia, apunta Lara, hay que evaluar la falta de infraestructura y la falta de personal. Dos pilares fallidos sobre los que tambalea el sistema. De la cantidad de docentes, depende la calidad pedagógica. De la cantidad de auxiliares, el cumplimiento de los protocolos sanitarios por fuera del aula. “Pero éste es el presupuesto más bajo que hemos tenido en los últimos diez años”, detalla Noemí. Los salarios no están actualizados y eso agrega otra variable de conflicto, suma Lara.

“Que nos pongamos al hombro la vuelta como si fuéramos héroes, si queremos volver, o demonios si planteamos recaudos, no es real –sentencia Lara--, porque hacemos todo por cumplir el protocolo, pero desde el gobierno de ciudad, todo lo que podían haber facilitado, no está”.

Las propuestas tomarán forma en los próximos días. Las ideas pueden sumar soluciones, aunque improvisadas, efectivas. Entre ellas, que los docentes de riesgo hagan el seguimiento de los alumnos de riesgo. Una respuesta posible a la gran cantidad de interrogantes que abre este inicio de clases. Se estima que las mayores dificultades se verán luego del lunes próximo, cuando todos los cursos estén activos.

Los contagios

“A nosotros lo que más miedo nos da es que arranquen sabiendo que no se pueden cumplir los protocolos” señala Nacho. El miedo es al contagio. El dato oficial es, en lo público, no cerrar cursos si hay contagios. En el privado cierran. “El problema sigue siendo estructural y la desigualdad entre los chicos que van a la pública y a la privada es cada vez mayor”, se inquieta Lara. “Estoy dispuesta a hacer todo por cumplir el protocolo –se explaya--, pero desde el gobierno no me dan herramientas para que se cumpla efectivamente lo que prometen mediáticamente”.

La vuelta a clases con modalidades diversas acarrea otro problema, la falta de lógica en la que ven envueltas las familias y la dificultad para cumplir la asistencia a sus trabajos cuando los niños estén en casa. “Las familias quieren la vuelta a clases, los docentes también”, puntualiza Noemí. “¿Pero estamos preparados para hacerlo?”, se pregunta. En el margen de riesgo los peligros son muchos y las certezas pocas, pero la rueda comienza a girar. La docente espera “que el experimento no salga demasiado caro”.

Las diferencias

“Nos encontramos en una situación compleja, hay un protocolo para adaptar a las escuelas, pero hay tantas realidades como escuelas”, explica Alejandra Villamor, directora de una primaria pública de Villa Ortúzar. Habla de diferencias en cuanto a infraestructura, situación edilicia, espacios. “Nosotros somos una escuela chica y pudimos reacondicionar todo para el primer ciclo. Para el segundo ciclo han prometido extractores de aire para un patio con tinglado, pero todavía no se cumplió. También vamos a usar el comedor. Todos los grupos serán en dos burbujas para que todos puedan ir, mañana y tarde”, detalla.

“Hay situaciones de las que no se habla –continúa--, se tapan, y es bueno que se conozca la realidad desde quien vive la escuela a diario. Se plantea en esta gestión una realidad única, como si todo estuviera solucionado y en la práctica no es así, hay escuelas complicadas, con muchos alumnos y todo es a resolver a diario. Para las familias otro problema es el traslado, y al día de hoy muchos no tienen vacante asignada o les tocan en escuelas distantes como Parque Patricios y Villa Ortúzar”, describe Alejandra, quien hace 34 años trabaja en gestión pública. “Tengo en claro que el mejor lugar para enseñar es la escuela –concluye--, pero hoy no hay condiciones para todos por igual”.