“No podemos conformarnos con ser poetas de salón”, decía Lawrence Ferlinghetti, el último poeta y editor de la generación beat, que murió a los 101 años en su casa de San Francisco, a causa de una enfermedad pulmonar. Ferlinghetti fundó la librería y editorial City Lights, con la que publicó en 1956 Aullido, de Allen Ginsberg, un libro que le supuso un juicio por obscenidad pública por el crudo lenguaje sobre la homosexualidad empleado por el autor. “La poesía debe comunicar con la gente, este no es momento para una poesía minoritaria. Es un lujo que no podemos permitirnos mientras contemplemos cómo arde Roma. Son demasiados los poetas que sólo musitan por lo bajo. La poesía debe ser inteligible para el hombre de la calle”, proponía el mítico editor y poeta.

Ferlinghetti, que había nacido en Nueva York el 24 de marzo de 1919, fue el pequeño de cinco hijos de una familia inmigrante italiana. Su padre murió antes de que él naciera y su madre, francesa, tuvo una crisis nerviosa y fue internada cuando él tenía dos años. En 1941 se licenció en Periodismo en la Universidad de Carolina del Norte y poco después sirvió en la marina durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la bomba atómica en Nagasaki, se convirtió en un férreo pacifista y contrario a las armas nucleares. Cuando se mudó a San Francisco en la década del cincuenta, abrió su propia librería City Lights en 1953, punto de reunión de Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William S. Burroughs, Gregory Corso y Gary Snyder, entre otros miembros de la generación beat, movimiento que sacudió los cimientos culturales y protagonizó el big bang de la contracultura. Ferlinghetti tuvo la idea de que la librería debía ser un centro de actividad intelectual. Desde la editorial del mismo nombre difundió a autores pocos conocidos entonces, como las poetas Denise Levertov o Diane di Prima. “Sin Ginsberg no habría habido una generación beat, sino un montón de escritores en un vasto paisaje. Él es el creador de todo”, recordaba el poeta y editor en una entrevista en 2016 con El País de España. “Los escritores no se retiran hasta que no pueden sostener el bolígrafo. Trabajo en algo parecido a una novela, más bien es un torrente de pensamientos”, confesaba Ferlinghetti hace cinco años.

Tal vez su rol como editor y librero eclipsó su obra, integrada por una docena de libros, entre los que se destacan A Coney Island of the Mind (1958), uno de los poemarios más exitosos de la literatura estadounidense, con un millón de ejemplares vendidos. El estilo que se desprende de este poemario se inscribe en la tradición oral; esos poemas fueron escritos para ser leídos en voz alta y con acompañamiento de jazz. La editorial cordobesa Alción tiene en su catálogo dos libros de Ferlinghetti traducidos: La poesía como un arte insurgente y Los Blues de la procreación y otros poemas. También hay poemas de Ferlinghetti en la antología Poesía Beat, publicada por Buenos Aires Poetry. Viajero incansable, vivió en Francia, estuvo en España, Italia, Rusia, Chile, Perú, México, Puerto rico y Cuba, y conoció a Pablo Neruda, Ernesto Cardenal y Nicanor Parra, entre otros poetas. También pintó cuadros durante muchos años. Nunca fue un inocuo poeta de salón; con sus poemas, Ferlinghetti iluminó un modo radical de estar en el mundo.