La pandemia pudo más que los rituales habituales del Congreso de la Nación y que la liturgia peronista. Adentro no hubo banderas, no hubo militancia en las galerías y tampoco invitados especiales. Afuera sí hubo banderas, pero no movilización. Un recinto semivacío acondicionado con seis pantallas led, y con tan sólo 98 legisladores presentes, fue lo que vio el presidente Alberto Fernández cuando, poco después de las 12, ingresó al recinto para cumplir con el discurso de apertura de sesiones ordinarias ante la Asamblea Legislativa. Esta vez, los palcos laterales que suelen usar gobernadores, ministros y jueces de la Corte estuvieron vacíos. Los mandatarios provinciales y los supremos, al igual que el resto de los legisladores, siguieron el discurso de manera remota; los funcionarios ocuparon las galerías del primer piso.

Desde que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner dio por constituida la Asamblea Legislativa hasta el comienzo del discurso del Presidente pasó media hora. Para matizar la espera, la senadora Cristina López Valverde, que seguía la sesión de manera virtual, optó por desayunar. Los diputados y senadores que estaban en el recinto miraban con cierto asombro en las pantallas gigantes cómo la dirigente sanjuanina degustaba un té con tostadas. Mientras tanto, el senador entrerriano Edgardo Kueider decidía pasear entre las bancas sin su barbijo y protagonizar una extensa charla con Anabel Fernández Sagasti y Jorge Taiana

Vacunas

Separados en grupos de no más de cuatro y desde el primer piso, los funcionarios fueron los que más aplaudieron cuando el Presidente hizo referencia a las vacunaciones que se realizaron en el ministerio de Salud por fuera del esquema oficial. 

“Ningún gobierno de la tierra se puede arrogar el privilegio de no cometer errores, pero todo gobierno sensible si tiene la obligación de corregir esos errores para desterrar cualquier indicio de privilegio o falta de solidaridad”, dijo Fernández, y despertó uno de los aplausos más fuertes de la jornada.

Presa política

La diputada de Juntos por el Cambio por la provincia de Buenos Aires, Mónica Frade, aprovechó la Asamblea Legislativa para estrenar su estatus de “huésped de honor de Clorinda” y reclamar en contra del aislamiento preventivo impuesto en esa ciudad formoseña por el aumento de casos de coronavirus.

Para visibilizar su reclamo Frade llegó temprano, sacó de su bolso una remera a rayas para simular un uniforme carcelario con la leyenda “Clorinda 30-8-20” (fecha en la que se decretó la fase 1 en esa ciudad) y se la puso. Además, colgó una careta con el rostro del gobernador Gildo Insfrán al que también le puso el gorro de presidiario. La puesta en escena fue acompañada por los diputados Waldo Wolf y Ricardo Buryaile, que llevaron al recinto tapabocas rojos con la inscripción “Clorinda Libre”.

Esta vez en el recinto hubo un solo cartel. El diputado del FIT, Juan Carlos Giordano, colgó uno que rezaba: "Repudio al vacunatorio VIP. Vacunas para todos y todas".

Halcones

El ala dura de Juntos por el Cambio disfrutó el discurso del Presidente. Tanto Waldo Wolf como Fernando Iglesias se pasaron buena parte de la sesión sin barbijo y cuestionando a los gritos al Presidente. Desde el estrado de la Presidencia, Fernández los miró con una mueca socarrona en más de una oportunidad, pero nunca les contestó. Luis Petri, otro de los diputados del ala dura de Juntos por el Cambio, no se atrevió a levantar la voz, pero sí se levantó de su banca para tomarse una selfie con Wolf e Iglesias.

Wolf, por su parte, adquirió el comportamiento de un chico de escuela primaria. Desde la banca del fondo, pegado a la salida del recinto, sólo atinó a gritar “Lázaro Báez” y “vacunar amigos es delito” en varias oportunidades. Al término de la Asamblea Legislativa y en referencia a la actitud del referente del PRO, un diputado oficialista señaló: “Me hacen acordar a una película, Tonto y retonto”.

Desde su banca Mario Negri también cuestionó a viva voz un fragmento del discurso. A él sí le contestó el Presidente: "Tuvo cuatro años para hablar, ¿por qué no me deja hablar a mí?", retrucó a mitad de su discurso, mientras su vice, Cristina Kirchner, le ponía una mano en el brazo para calmarlo.

Si bien varios de los presentes interpretaron que la respuesta iba dirigida al vociferante Iglesias, en realidad el destinatario era al jefe de bloque opositor, según confirmó el mismo Presidente a Página/12.

Horas después de terminada la sesión Mario Negri salió a desmentir al Presidente. "Es mentira. No le hablé, no lo interrumpí. Solo respondí en rueda de prensa cuando finalizó la Asamblea", escribió el titular del interbloque de Juntos por el Cambio en su cuenta de Twitter. Ante una nueva consulta de este diario el Presidente insistió: "Se la pasó gritando “mentira” cada vez que decía algo. Hasta que le dije lo de los cuarto años"


El asentimiento de CFK

La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner prescindió del barbijo durante todo la sesión, lo que dio lugar a la chicana de Fernando Iglesias. “Que se ponga el barbijo, haga cumplir la ley”, gritó el diputado.

La vicepresidenta, que arrancó la jornada cruzando chistes con la bancada oficialista, siguió el discurso del Presidente con atención y asintió con vehemencia cuando el primer mandatario anunció que avanzaría con la pesificación de la tarifas de los servicios públicos.

Marcha y PCR

La actitud de los legisladores de la oposición que se realizaron el test de PCR obligatorio el viernes para poder asistir a la Asamblea Legislativa y, un día más tarde, participaron de las movilizaciones contra el gobierno generó malestar entre los empleados del Congreso. 

“Es una actitud irresponsable que pone en juego la saluda de los trabajadores”, denunció ante Página/12 una fuente del Senado.