Boca ya tiene la cabeza en el superclásico. Después de una semana movidita con un empate ante Sarmiento, un triunfo con gusto a nada contra el amateur Claypole por la Copa Argentina, y una goleada 7-1 ante Velez, que no estaba en los planes de nadie, se apresta a una nueva cita con un inesperado impulso.

River, por su parte, embadurnado en las mieles del éxito ante Racing por la Supercopa en el momento en que termine el partido contra Argentinos Juniors se enfocará, en el cruce con el clásico rival de todos los tiempos, sin preocuparse demasiado por lo ocurrido en Liniers.

Una buena noticia para los de Miguel Angel Russo es que el partido se jugará en el césped de Boca que está bien, pero no tan bien como el del Monumental. Ya se sabe que en el terreno donde River juega de local se hicieron mejoras que permiten que la pelota corra rápido favoreciendo su estilo de toque y juego asociado, ampliando sus chances .

River está mejor posicionado en la consideración general aunque la victoria boquense en Liniers achica los márgenes de diferencia. El equipo de Marcelo Gallardo tiene las ideas claras, sabe a qué juega y parece haber encontrado una buena alternativa de reemplazo con Palavecino. El potencial ofensivo de Borré, Suarez, De la Cruz, Carrascal y eventualmente Julián Alvarez y Palavecino es tan grande que se disimulan sus flaquezas defensivas. Todo lo de River fluye bajo la batuta de un entrenador que muestra una gran contracción al trabajo. Un dato significativo es que lejos de dormirse en los festejos de la goleada a Racing en Santiago del Estero, al día siguiente se fue a ver a la reserva

Boca navega en aguas muy agitadas. La interna se expone como un laberinto sobre el que circulan en diferentes direcciones los jugadores, el Consejo de Fútbol, algunos dirigentes y el entrenador. Y eso suele impedir que el equipo consolide su juego en la cancha. Se hace lo que sale, lo que se puede y lo que deja hacer el rival. Y a veces ocurre que salen todas,  que los colombianos Villa y Cardona aparecen inspiradísimos; que de la nada surge Maroni y que Andrada hace lo suyo.

Por supuesto que a Boca le importa cada enfrentamiento contra River así se trate de un amistoso, pero la sensación que queda es que el único objetivo serio es la Copa Libertadores, para lo cual se piensa que hay que depurar el plantel y encontrar verdaderos refuerzos. Que Boca ganara la Superliga y la Copa Maradona postergando en ambos casos a River en la recta final, no se contrapesa con la final de la Libertadores de Madrid que sigue plantada en los primeros planos y tapándolo todo.

Llega el Superclásico que ocupará casi todo el espacio de los programas deportivos de la radio y televisión durante la semana. Se especulará con las posibles formaciones y los planteos tácticos; se recordará que la última vez que jugaron fue un empate 2-2 en la Bombonera, un resultado que le cayó mejor a los locales; se operará en contra de Riquelme y amigos; se frenarán un poco las preguntas respecto de la continuidad de Russo depende del resultado del partido; se elevará a la categoría de supercrack a Maroni y algunos dirán –con sensatez- que el futbol es extraordinariamente imprevisible y que puede pasar cualquier cosa, como de hecho ocurrió en Liniers.

Se viene un nuevo superclásico de un torneo menor, pero con un notable interés potenciado por la goleada increíble.