Por esas cosas del azar, a Horacio Romo se le había roto un bandoneón cuyo fin era acompañar el canto de Virginia Luque. El pibe aquel tenía 21 años y muchos dioses... y uno de ellos era Julián Plaza. “El estaba en la orquesta y me llevó a su casa. Cuando llegamos me dijo ‘Agarrate un fueye (incluyendo el de él) y cuando puedas me lo devolvés’. No lo olvido más”, evoca el ya no tan pibe, a punto de mostrar en público Tangos del alba, disco ya publicado en Japón y pronto a editarse aquí. “Otro hecho que me marcó mucho fue con el Tano Berlingieri. El solo te hablaba si primero le gustaba cómo tocabas... decía ‘lo habilito o no lo habilito’, y a mí me dejó entrar en su clan, digamos”, se extiende el bandoneonista, que presentará su trabajo con el sexteto hoy a las 21 en el Torquato Tasso (Defensa 1575), y que sigue en la senda evocatoria, ahora con otro de sus referentes, José Libertella, con quien compartió la línea de fueyes en el Sexteto Mayor. “Hace muchos años, llegamos a una grabación y ninguno se quería sentar en la silla de primer bandoneón. Yo le decía ‘maestro, por favor, toque usted’, y él me respondía ‘no, tocá vos’. Y así estuvimos un rato, que usted, que vos, que usted... hasta que lo convencí y se sentó él. Eso es un ejemplo de la humildad de los grandes”, se explaya sobre un pasado que, elípticamente, refrenda sus pergaminos.

No es casualidad que Romo haya sido parte de la Orquesta Color Tango durante nueve años. Que haya acompañado no solo al enorme Polaco Goyeneche, sino también a Hugo Marcel, Raúl Lavié, Fernando Suárez Paz, Nicolás Ledesma, o integrado las orquestas de Horacio Salgán, Atilio Stampone y Raúl Garello, además de los evocados. “Hay mucho de esas enseñanzas en Tangos del alba –retoma el músico–. “Berlingieri solía decir ‘a afanar todos los yeites’, y este disco sin dudas se vincula a la experiencia que he obtenido durante todos mis años de profesional. Estas músicas representan el paso del tiempo volcado a mi carrera”, señala el hombre que también tocó el Concierto para bandoneón y Orquesta, de Astor Piazzolla, con las sinfónicas de Oregón, Lima y Porto Alegre, y las filarmónicas de Los Ángeles, Londres y Auckland. “El disco se llama Tangos del alba porque es el comienzo de una nueva formación y la aseveración de un proyecto que seguramente no será el último sino uno de los tantos a futuro. El alba me remite a un nacimiento, un comienzo, en presente y futuro”, señala Romo, también director y primer bandoneón del Sexteto Mayor desde 2005, sobre un título cuya connotación va pegada a la de uno de los temas más bellos del disco: “Camino al amanecer”. “Esta pieza fue compuesta antes de emprender nuestra gira a Japón y de alguna manera está inspirada en ese país, dado que cuando llegás lo primero que impacta en uno es el terrible cambio de horario, lo que hace que a la hora en que todos los japoneses duermen, nosotros estemos súper despiertos y caminando por las calles desiertas de la ciudad”, explica el músico.

Otros temas del disco son “Gallo ciego”, “Fuimos”, “Contrabajeando”, y los tres que más disfruta Romo: “Saludos”, “La Cachila” y “El abrojito”. “En verdad me gustan todos, pero en esos veo plasmados las ideas de los maestros que me dejaron un sello absoluto como Leopoldo Federico y Berlingieri”, justifica.