“Me crié leyendo historias de horror y mitos afroamericanos. Eran poderosos y, con el tiempo supe, tenían una gran capacidad de metáfora”, cuenta Toni Morrison en La fuente de la autoestima, su nuevo libro de “meditaciones”, como las llama, que se acaba de publicar en castellano. En ese sentido, considera que las metáforas son imprescindibles aunque a veces, hay cosas que deben decirse con limpia crudeza. Por ejemplo: “Para mí, como escritora, ha sido importante intentar que mi obra fuera irrevocablemente negra. Y en algunos casos, como sucede en la novela Beloved, he recurrido al folclore para contar la historia real de una esclava aprisionada en una granja, que prefiere matar a sus hijos antes que seguir viéndolos mancillados. Así integré un hecho histórico a un mito. Y dejé que esa historia vaya en busca de sus lectores”.

Esta colección de ensayos, conferencias y entrevistas está recorrida por una tinta invisible, inestable, que sigue hablando del presente y buscando a sus lectorxs a lo largo del mundo. Un presente interseccional donde raza, clase y género construyen una trama compleja sobre la cual Morrison edificó una obra memorable. De hecho, fue la primera mujer afroamericana en ganar el Premio Nobel en 1993, luego de obtener el Pulitzer en 1988.

Nació en 1931 en Lorai, Ohio, una pequeña ciudad metalúrgica donde situó muchas de sus novelas no solo por ser la geografía conocida sino para que la experiencia negra saliera del estereotipo del gueto urbano o de las plantaciones en el sur profundo. Su padre, un obrero soldador, la alentó a leer cuando ella tenía solo tres años. En una foto de infancia se la ve con un vestido rojo que le cosió su abuela, la misma que tenía diálogo con espíritus y sabía predecir el futuro a través de los sueños. Morrison falleció en 2019, justo cuando estos ensayos fueron publicados en Estados Unidos. En ellos se advierte su interés por la vida política, la historia, el arte, la literatura y el modo en que las mujeres se fueron abriendo paso en esos espacios de la vida pública que, claro, no les estaban destinados.

De ella se ha resaltado esa capacidad de conciliar lo bello y lo terrible a lo largo de once novelas, de descubrir talentos como editora en Random House y darle forma a la literatura negra en los setenta (Angela Davis publicó su famosa autobiografía antes de cumplir treinta años porque Toni la alentó a hacerlo). Todo eso se aprecia en los textos de La fuente de la autoestima, escritos entre mediados de los ochenta y 2011. Allí se incluye el discurso que dio al recibir el Nobel, reflexiones sobre la escritura como oficio y el modo en que dio forma a sus textos. También, menciones constantes a lxs escritorxs que admira, desde su adorado James Baldwin (la elegía que escribe tras su muerte en 1987 es memorable) hasta el vínculo complejo con William Faulkner, tan genial como díscolo en lo que refiere a su pensamiento sobre las mujeres. Allí también aparecen Gertrude Stein, Emily Dickinson, Lucille Clifton y Flannery O´Connor. O sea que el libro puede leerse como relato de una época y como bitácora de escritura de una consagrada.

“Algunos escritores conciben su narrativa para que perturbe, agite e implique todo el entorno de la experiencia lectora”, observa Morrison. Y sí, es también su caso. Por lo tanto no es recomendable asomarse a este texto sin antes prestar atención al resto de su obra; por ejemplo, Beloved, Ojos azules, Sula e incluso, Amor. También a las entrevistas que dio, de enorme lucidez donde dijo “Nunca me definía como escritora porque los escritores tienen que darse permiso para ganar. Y eso es muy difícil, en especial para las mujeres”.

Así, La fuente de la autoestima es un espejo incómodo para la realidad norteamericana y un agua de la cual nosotrxs seguimos bebiendo para resistir, para aprender, para seguir hablando nuestra lengua insurrecta.

Toni Morrison

La fuente de la autoestima
Lumen, 458 páginas