A las ya estrenadas Independencia, de Lee Blessing, y En boca cerrada, de Juan Carlos Badillo, se sumarán a la cartelera porteña otras tres obras que cuentan con la dirección de Jorge Azurmendi. Las primeras piezas parecen dialogar entre sí en el retrato de unas estructuras familiares que impiden el desarrollo de sus miembros, obturada toda posibilidad de diálogo y discusión. Pero los conflictos de familia también son centrales en los otros proyectos que en breve estrenará Azurmendi: La gata sobre el tejado de zinc, de Tennessee Williams, donde padres e hijos ocultan sentimientos  y son también víctimas de la mentira, y  El largo viaje de un día hacia la noche, de Eugene O´Neill sobre la negación, la adicción y la enfermedad en el seno de una familia de 4 integrantes. La gata sobre el tejado de zinc sube a escena el lunes 21 en el Teatro Regina, con  la actuación de Antonio Grimau, Esteban Meloni y Maia Francia, entre otros, en tanto que El largo viaje… podrá verse en la misma sala en el marco del ciclo Teatrísimo, con la participación de Selva Alemán y Victor Laplace. El quinto de los estrenos de este director tendrá lugar mañana en el marco de la XIII Feria del Libro Teatral, en el teatro Cervantes. Se trata de Móvil, del catalán Sergi Belbel, acerca de la soledad y el aislamiento de dos madres que intentan comunicarse con sus dos hijos vía celular, una reflexión sobre la imposibilidad del encuentro familiar cara a cara.  
“Independencia habla de una familia ideológicamente muy atrasada de un pueblo pequeño de Iowa, cuyos habitantes hoy hubiesen votado a Trump”, describe Azurmendi en conversación con este diario, en referencia a este núcleo familiar femenino encabezado por “una madre conservadora con problemas de bipolaridad y con los prejuicios a la orden del día”. Y, tal como sucede en En boca cerrada, la farsa es lo que unifica las experiencias de unos personajes que viven un estado de cosas ilusorio, capturados por las presiones culturales, según precisa el director. No obstante la temática general, Azurmendi no considera que estos espectáculos integran la larga lista de obras sobre familias disfuncionales porque, según distingue, esas puestas tienen otro registro de actuación y otro modo de tratar el mismo tema. “Me interesa el realismo poético”, sostiene el director, “que haya pausas, juegos con el tiempo, con las imágenes”, enumera, al tiempo que dice reforzar el aspecto humano de las relaciones familiares en detrimento de la acentuación de comportamientos disparatados o paródicos.
Según cuenta Azurmendi, El Zoo de cristal, de Tenneesse Williams, funcionó a modo de espejo para la lectura y composición de la puesta en escena tanto de Independencia como de En boca cerrada, no solamente en cuanto a las tensiones que se viven en un núcleo familiar conservador sino también en cuanto a las dificultades que tienen los personajes en asumir una sexualidad diferente. En tanto “comedia de recuerdos”, la obra de Williams también inspiró al director en lo relativo a los cambios temporales que suceden en el desarrollo dramático, los cuales dan cuenta del pasado y le brindan al espectador una mayor cantidad de elementos para captar el cambio de los personajes a través del tiempo.
–¿Cuáles son las similitudes que encontró con El zoo de cristal, de Tennessee Williams?
–Como sucede entre Amanda y su hija Laura, en El zoo… y también en Independencia hay una madre absorbente que no puede hacer el corte con una de sus hijas. Y como Tom en la obra de Williams, el personaje de Víctor de En boca cerrada tiene que encontrar su sexualidad en medio de la angustia que causa la búsqueda de compañía en una gran ciudad.
–En Independencia no hay un padre mientras que el que aparece en En boca cerrada, aunque ya está muerto, tiene una presencia muy fuerte…
–En las dos obras está presente un universo femenino vulnerado por lo masculino que me interesó mostrar. Cuando aparece, al padre se lo ve trabado por obra de los mandatos recibidos. El exceso de masculinidad que él exhibe se interpone entre él y su hijo al punto que no puede expresar ni sensibilidad ni emoción. Por eso no puede alentarlo en sus decisiones ni brindarle cariño. 
–¿Qué es lo que estas obras dicen acerca de los vínculos? 
–Que en nombre del amor se hacen cosas que lastiman e impiden crecer, que el amor puede destruir y encadenar. Me interesa expresar la contradicción, el claroscuro de los vínculos, su aspecto más humano.
–¿Cómo pesa el entorno político de En boca cerrada?
–La obra transcurre en 1975, la época de la Triple A, el preludio de la dictadura genocida. Una época en la que hubo una gran cantidad de homosexuales que no tenían un activismo político que fueron detenidos y luego desaparecidos. La sexualidad, como todo lo demás, es una construcción cultural. Hay gente que piensa que esta problemática ya cambió pero no es así.
–¿Qué es lo que continúa igual?
–No digo que nada haya cambiado, pero lo cierto es que siguen estando los prejuicios y más en los pueblos chicos. Yo soy de Bragado y allí como en otros lugares del interior del país hay todavía un pensamiento muy atrasado en relación con lo normativo, lo hegemónico, que es lo que intenta aplastar el pensamiento de las minorías.
–¿Porqué cree que subsisten los prejuicios? 
–El progresismo es algo que va y viene, y si no tomamos conciencia de que los derechos ganados hay que conquistarlos día a día, la historia volverá a repetirse. El arte no puede cambiar la realidad pero sí puede poner en emergencia algunos temas, y puede ayudar al corrimiento de una mentalidad conservadora.

* Independencia se presenta en Teatro El Duende (Aráoz 1469), sábados a las 21.30. En boca cerrada va en el Teatro del Pueblo (Roque Sáez Peña 943), los lunes a las 20.