Se va María del Carmen Falbo, la procuradora de la provincia de Buenos Aires. A los 75, renuncia y se jubila sin conflictos. Y las especulaciones se esparcen como el polvillo de los plátanos en esta época: inútiles y molestas. 
La hojarasca tapa el hecho tan poco observado de que su cargo es uno de los más importantes de toda la Argentina. 
Con casi cuatro votantes sobre diez del país y un porcentaje similar en términos de Producto Bruto Interno, Buenos Aires alberga la mayor densidad productiva, el mayor nivel de destrucción industrial en la dictadura y en los años de Carlos Menem, la mayor concentración de trabajadores, el mayor nivel de hacinamiento, los mayores problemas de transporte, pobreza y hábitat, los mayores desafíos en términos de inclusión. Siempre fue el termómetro de la estabilidad política nacional y el sitio donde comenzaron las crisis sociales.
En el plano federal la administración de Justicia se rige por el sistema inquisitivo. El juez lleva adelante el proceso judicial y es facultad suya delegarlo en los fiscales. Pero nunca pierde su capacidad de piloto y último responsable de las pesquisas. En la provincia de Buenos Aires, en cambio, el sistema es acusatorio. Como en los Estados Unidos, es el fiscal quien conduce el proceso. El juez pasa a ser la instancia final. Es el garante de la legalidad procesal y luego la condena o absuelve.
En el plano federal el paso de un sistema a otro está pendiente de implementación. El gobierno de Mauricio Macri no quiere quitarles poder a los jueces federales y, sobre todo, no quiere que sea el Ministerio Público Fiscal, hoy a cargo de Alejandra Gils Carbó, el que tenga un peso tan decisivo en la política criminal, o sea la decisión por parte del Estado de cuáles son sus prioridades en materia de persecución penal. 
En la provincia de Buenos Aires el sistema acusatorio rige y ya es veterano. Eso explica la potencia formidable de la Procuración:
n Es la cabeza de los fiscales. Aunque no tenga por qué inmiscuirse en el contenido de las investigaciones, dispone de los recursos técnicos y presupuestarios para incidir en las políticas.
n Es, de hecho, el control sobre la eficacia de los jueces. 
n Debería ser la vía de conocimiento directo de la Bonaerense porque los fiscales trabajan en la instrucción codo con codo junto a los policías y saben de sus glorias y miserias. 
En los 11 años de Falbo la procuradora no llegó a cumplir ninguna de las tres tareas. Acumuló poder pero no ayudó a mejorar la administración de justicia, no fue un factor clave para producir un salto en calidad del Ministerio Público Fiscal y menos todavía contribuyó a cambiar la Bonaerense. El numeroso grupo de camaristas, jueces y fiscales que se diferenciaron de la estructura tradicional y de las mafias territoriales lo hicieron sin su aliento, más bien por vocación propia y por sintonía con el reclamo popular de más y más derechos.
Más allá de los mitos urbanos, el poder de Falbo no deriva de ningún funcionario de Néstor Kirchner o Cristina Fernández de Kirchner. Supo construirse a sí misma y, por debajo, nunca dejó de tener como último teléfono el del ex gobernador y ex presidente Eduardo Luis Duhalde. 
Lo supieron muy pronto el gobernador que la designó, Felipe Solá, y el presidente que supervisó esa importante resolución política. Ninguno de los dos llegó a medir inicialmente en toda su dimensión qué significaba el cargo de procurador como instrumento para frenar el cambio o, mejor, como herramienta para introducir una dinámica nueva en la provincia de Buenos Aires. Y cuando se dieron cuenta era tarde: Falbo ya estaba atornillada en un cargo que ocupó desde 2005 hasta este 2016 que se termina. Si la primera reforma en la policía y la justicia por parte de León Carlos Arslanian se terminó el día de 1999 en que Carlos Ruckauf ganó la gobernación prometiendo “meter bala”, la segunda reforma liderada por él mismo arrancó con un límite llamado, justamente, Falbo.
Once años después, si consigue los votos para refrendar un candidato propio, Cambiemos podría aprovecha un resorte del Estado que el kirchnerismo nunca supo utilizar para mejorar la Justicia y la Bonaerense.

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