Con varias décadas habitando el campo del cine experimental, el arte multimedial y combinando investigaciones sobre cyborgs, género y sexualidad, la activista y artista Shu Lea Cheang apunta desde la ficción, en su último film, a poner en evidencia la persecución tecnológica sobre los cuerpos y las identidades sexuales fuera de la norma. Participó activamente del grupo de comunicación alternativa Paper Tiger Collective en la Nueva York de los años ochenta y desde entonces expuso sus instalaciones en los museos más importantes de Europa y Estados Unidos, entre ellos el Guggenheim, en el cual desarrolló Brandon: un proyecto de narración con imágenes que exploraba las conexiones posibles entre el cyberespacio y las identidades de género, bautizado en homenaje a Brandon Teena con el objetivo de explorar su historia y las ambigüedades identitarias. Su filmografía cuenta con trabajos como Fresh Kill, una película que critica fuertemente el mundo blanco, aburguesado y heterosexual desde los bordes del capitalismo financiero, e I.K.U., catalogada como una obra de ciencia ficción porno que, situada en el año 2030, narra la existencia de un chip que permite a los humanos descargar y experimentar diversos orgasmos desde un servidor virtual, sin la necesidad del contacto físico. 

Sexo, drogas & cyberpunk

La película que viene a presentar al Bafici se llama, Fluid0 y es un entramado de virus, sexo, hackeo, drogas y conspiraciones. En un mañana no tan lejano, donde los virus han mutado y una policía profiláctica persigue a lxs infectadxs como si fueran terroristas, transcurre la historia: es el año 2060 cuando se ha declarado que se llegó a la “Era del fin del sida”, pero una variación del virus ha creado el “Zero Gen”, un grupo de seres humanos de género fluido que evolucionó genéticamente de una manera extraña, siendo ahora portadores de un semen poderosamente adictivo para quien lo consuma. La protagonista de este cuento nudista en este futuro distópico, ex agente del orden y la salud, se ve envuelta en una red que produce y trafica esa droga tan preciada, recién ordeñada de una larga fila de chongos. En esta fábula cyberpunk que reemplaza lo tecnológico por lo biológico, plagada de relaciones sociales, corporales y sexuales mediatizadas por las nuevas tecnologías y los espacios virtuales, desfilan una narcotraficante trans, una madama con debilidad por los discursos existencialistas, mujeres bigotudas, una secta obsesionada con la lluvia dorada y un grupo guerrillero revolucionario que pinta consignas subversivas en las paredes con chorros de meo. Todxs ellxs habitan un escenario apocalíptico que retrata con sordidez y decadencia a una población de personajes queer sin otro rumbo que el del consumo exacerbado de las nuevas drogas, convertidos mayoritariamente en un ejército de yonquis desesperados, capaces de cualquier cosa para obtener una ración más. 

En ese contexto, el trabajo permanente de los “Zero Gen” en laboratorios masturbatorios se convierte en una nueva forma de mercancía sexual entre la población intersex, lesbiana, trans, bisexual, gay y hétero y, como si fuera poco, una guerra implacable contra las drogas no tarda en estallar y dar como resultado la inmediata ilegalidad de los “Zero Gen”, convirtiendo los espacios públicos y el film en una aventura llena de sexo explícito de todxs contra todxs, sobre un escenario de ciencia ficción habitado por yonkis, replicantes y androides del gobierno en misiones secretas. 

El tercer largometraje de Shu Lea Cheang aúna actuaciones performáticas con ambientes diseñados dentro de una estética video-digital, donde no es necesario el 4D para sentir el olor a látex transpirado. Los efectos especiales digitales, sumamente artesanales, no solo no resultan fríos sino que, por el contrario, potencian el calor de ese catálogo infinito de cuerpos multiétnicos que no ven la hora de descargar los mares de fluidos contra la pantalla y salpicando nuestros cerebros como drippings pixelados, como pintados por un Jackson Pollock semental. Es difícil encontrar películas con sexo explícito que no caigan en el porno de siempre. La estética de Fluid0 remarca la pertenencia de su realizadora a la corriente activista cypherpunk, que alerta sobre el uso totalitario de la Internet.

¿Cuál es el origen del argumento de Fluid0? 

-Sin duda ronda sobre la idea del virus y en particular en cómo golpeó el virus del sida en Nueva York, en donde viví desde los años ochenta. Muchos de mis amigos, la mayoría artistas y performers, murieron y por eso sentí en ese momento la necesidad de hacer algo que resultó tener la forma de un film de ciencia ficción acerca de cómo ese virus podría mutar y convertirse en una nueva droga.

La palabra virus se usa mucho en informática, en tu trabajo también tiene un doble sentido.

-Me interesa mucho investigar cómo el virus puede atacar a las personas y cómo el virus de una computadora se puede volver un fenómeno expansivo involucrando hackers, ataques virales y muchos otros modos de propagación.

¿Qué conexiones hay entre los virus de Fluid0 con tus otras películas como Fresh Kill o I.K.U?

-Fresh Kill fue producida en Nueva York en 1994 y ya tenía algo de ciencia ficción o lo que yo llamo un “cyborg film”, e I.K.U. es más un film de replicantes, de cyborgs y género de fantasía, bastante diferente del anterior. En algún punto Fluid0 sigue a I.K.U., pero es más potente y hay un corrimiento mayor en el modo en que el cuerpo es retratado.

Apta para todo púbico

Activismo cyberpunk futurista, manifiestos cyborg, multiculturalismo, posthumanidad, identidades múltiples, corporeidades viscosas: Fluid0 se dirige a todos los públicos y a ninguno en particular. Un sinfín de transformaciones recorre a los personajes de un film que, a diferencia de muchas obras de cine queer que interpelan a un espectador especializado o a un colectivo específico, trasciende. 

¿Cómo clasificarías a Fluid0 desde el punto de vista de su posible audiencia y desde su lugar dentro del cine queer?

-Trata sobre la vida, sobre un mix de géneros, de sexualidades, y al mismo tiempo espero realmente que pueda cruzar todas las audiencias. Por supuesto que es mucho más fácil pasar el film en un festival de cine porno, o de cine queer o en un festival de cine lgbti, pero también la pasamos como Premiere mundial en la última Berlinale. Hasta ahora la proyección de Berlín fue la mejor, porque el público era muy variado, pero bueno, Berlín como ciudad es muy diversa.

¿Y no recibiste ninguna queja de parte de los colectivos trans, intersex, lésbico o gay a raíz del retrato sórdido y de la automatización existencial que sufren los personajes por sus adicciones?

-Todavía no. En la proyección de México, en el Festival de Guadalajara, estuve muy feliz por tener una audiencia latinoamericana tan diferente y variada. Después de la proyección pude notar que había personas que, a raíz de lo explícita que es, decían sentirse muy liberadas luego de verla, corporalmente liberadas. Hasta ahora tuve muy buenas críticas.

¿Qué tan lejos o tan cerca te sentís del porno y del posporno en tus obras?

-Si bien mi productor es Jürgen Brüning, que organiza el Porn Film Festival en Berlín, nos interesa hacer una distinción para marcar que este film no es porno, porque no fue concebido como tal. Por supuesto que estamos de acuerdo en que es un film muy explícito, pero hay por delante una historia con una preocupación y una impronta política muy fuerte que el argumento va empujando, en la manera en que los fluidos corporales se vuelven una potente corriente de liberación. Obviamente en muchas oportunidades fui etiquetada dentro del campo del posporno.

Transmedia

El Paper Tiger Collective se originó en Nueva York como un grupo de activistas multimediales a principio de los años ochenta, con el objetivo de combatir el monopolio de la información manejada exclusivamente por los medios masivos de comunicación dominantes. Como colectivo realizó una larga lista de workshops comunitarios, proyecciones, intervenciones urbanas, site specifics, acciones en la vía pública y obras que interpelaban a lxs televidentes con la misión de poner en jaque los estereotipos implantados por la normalizante caja boba de la nefasta era Reagan, combatiendo el proceso de adoctrinamiento político y social en los Estados Unidos de aquel entonces.

¿Cuál fue tu rol dentro del Colectivo?

-Me sumé al Paper Tiger TV para criticar los medios de comunicación dominantes y tratar de proveer otro tipo de información, documentando muchas de las cosas que pasaban en las calles y en los ámbitos que no tenían exposición mediática. Teníamos diferentes proyectos y programas. Yo como videoartista hice allí mi primera instalación de videoarte y tuve mucha suerte de que ese primer trabajo fuera exhibido en el Museo Guggenheim.

¿Qué cambios personales experimentaste en esos años tan turbulentos?

-A mediados de los noventa, cuando terminé Fresh Kill, me corrí hacia a un espacio cyborg y comencé a trabajar con arte en Internet e instalaciones multimedia. En 1998 obtuve una beca del Museo Guggenheim y realicé mi obra Brandon. Eran momentos en los que obviamente no había demasiado acceso a una cobertura televisiva como ahora, que es todo tan diferente y que cualquiera puede postear en la red lo que se le ocurra. 

Art attack

Shu Lea hoy se encuentra trabajando entre París y Madrid, materializando un proyecto que combina parte de sus temáticas e investigaciones recurrentes con la situación actual de lxs migrantes, las condiciones de vida de lxs refugiadxs y la diversidad funcional, entre otros tópicos que formarán parte de las actividades de la semana del Orgullo madrileño hacia finales de junio. 

¿Cómo ves el activismo hoy?

-Necesitamos mucho del activismo. Yo soy oficialmente estadounidense, pero no estuve viviendo en Estados Unidos por un tiempo. Hoy allá están pensando en cómo tratar de entender y demostrar lo que está sucediendo. Para mí esa situación política es de suma urgencia y siento que el activismo no está funcionando, no logro ver todavía ninguna manera en la que se pueda cambiar la corriente política actual. 

¿Qué está faltando para activar esa transformación urgente?

-Quizás la gente no está lo suficientemente organizada para articular o cambiar el curso de las cosas. Siento que hay mucho deseo de hacer algo pero está faltando descubrir el método.

¿El arte puede ser un método?

-Temo estar a veces haciendo algo como un “gesto poético”, en cierta manera. En definitiva, lo que un artista puede hacer es seguir su voluntad para comprometerse con una causa y llevar a cabo una acción. Yo hice muchos proyectos que incluían gente, participación e interacción en ambientes públicos con el objetivo de cambiar ciertas condiciones, pero al mismo tiempo me pregunto cuán efectivo es todo esto.

¿Qué tan lejos estamos ahora del futuro distópico que retratás en Fluid0?

-Oh, no, ya estamos definitivamente ahí. Para mí el futuro es el pasado, o los pasados. A veces pienso que es un film sobre un futuro ritual, porque mediante los trajes y las situaciones que se suceden ya estamos en esa forma de vida. Si lo relacionás con algunas cuestiones corporales que podés encontrar en la biotecnología, por ejemplo, esto que muestro es bastante real. No es para nada un invento.  l

Fluid0 se proyecta el lunes 24 a las 23 y el martes 25 a las 18.30 en el Artemultiplex Belgrano, Av. Cabildo 2829, y el viernes 28 a las 23.15 en el Village Recoleta, Vicente López 2050.