A Cristina Fernández de Kirchner. A Sergio Massa. Al juez de la Corte Horacio Rosatti. Al Papa. En su libro Primer tiempo, el expresidente Mauricio Macri mostró su resentimiento con buena parte de las figuras de la política y hasta de la religión. Y las cuestionó a todas: a CFK la trató de loca; a Massa, de ventajista; a Rosatti, de fallarle en contra pese a que lo llevó a la Corte; y a Jorge Bergoglio, de ser opositor. Defendió a su exjefe de Gabinete Marcos Peña y aseguró que nunca financió trolls en las redes y que nunca espiaron a nadie. El lanzamiento del libro que colecciona recuerdos, enojos y (poca) autocrítica será una plataforma política del exmandatario: será en un acto el jueves en el Centro de Exposiciones, con transmisión en vivo. Lo acompañarán los principales referentes de Juntos por el Cambio y se promete algún que otro saludo internacional, como el de Mario Vargas Llosa.

El libro fue escrito por el exsecretario de Cultura Pablo Avelluto y por el exasesor presidencial Hernán Iglesias Illa. Avelluto contó que estuvieron meses entrevistando al exmandatario y luego dándole forma al libro al que Macri le pondría su firma. Su título sugerente, Primer tiempo, plantea que fue una primera batalla "contra el populismo" y el libro finaliza hablando del segundo tiempo de esa batalla, que sería en 2023.

Avelluto fue uno de los encargados de promocionar la salida del libro, con un tuit que despertó muchas burlas dado que mostraba la foto del ex presidente junto a la de las cámaras de seguridad de una librería: eran las de ladrones.

Al rato, Avelluto reparó en la foto, en los comentarios y retrucó: "El cartel está ahí por si entra Lázaro, Amado, Cristóbal, Cristina o algún otro kirchnerista con cuentas pendientes con la justicia. Los libreros también se cuidan".

Rencor, mi viejo rencor

El libro tiene ese mismo tono, donde Macri hace afirmaciones sobre la condición mental de la vicepresidenta: "La ex presidenta no está bien. No sé si alguna vez lo estuvo. Tiene una verdad de sufrimiento muy dura, una serie de cosas no resueltas desde muy atrás que sólo ella debe saberlas. La psicología de cada ser humano es muy compleja. Tal vez esto explique su permanente deseo de venganza", dice Macri en el libro, sin reparar en que tratar a una mujer de loca puede estar un poco reñido con la época en la que vive.

Pero la vicepresidenta no es la única que recibe el veneno del exmandatario. También hubo para el juez de la Corte Horacio Rosatti, al que Macri propuso e incluso designó por decreto salteando el Senado (medida con la que luego debió dar marcha atrás). "Mis preferidos eran Carlos Rosenkrantz y Domingo Sesín, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba. Cuando circulamos los nombres de ambos candidatos, Sesín fue cuestionado por algunos dirigentes importantes de Cambiemos y se llegó a un acuerdo para nombrar a Horacio Rosatti. Me arrepiento. Rosatti terminó fallando sistemáticamente en contra de las reformas y modernización que impulsamos". Es decir, le pasa factura al juez que designó por no haberle fallado a favor, a diferencia de lo que hizo sistemáticamente Rozenkrantz.

No da detalles de por qué lo cuestionaban a Sesín. Un solo dato: el favorito de Macri figuraba en una solicitada de 1978 de intelectuales cordobeses en la que cuestionaban la política de derechos humanos de Jimmy Carter y reivindicaban la dictadura.

No fue la única cuita que Macri enseña contra la Corte: "La Corte me había recibido con un fallo que había dejado de rodillas las cuentas del Estado nacional; e íbamos a tener, como les pasa a todos los gobiernos no peronistas, un recibimiento frío (en el mejor de los casos) por parte de los sindicatos". 

Sobre los sindicatos también tuvo algo que decir Macri, que se muestra defraudado por Hugo Moyano. "El fuerte antikirchnerismo de Hugo Moyano durante el segundo mandato de Cristina Kirchner provocó que tuviéramos un diálogo más cercano. Al principio, Moyano parecía estar de acuerdo con mi visión. Tuvimos dos años de conversaciones con pequeños avances y pequeños retrocesos. En determinado momento, el Ministerio de Trabajo comenzó a aplicar multas muy importantes al gremio liderado por Moyano a causa de conciliaciones no acatadas. Una vez ahí, la relación con Moyano entró en una nueva etapa, ya sin retorno". Nada dice de los aprietes de funcionarios de la AFI que denunció el juez Luis Carzoglio para meter preso a Moyano que le siguieron a esa "etapa sin retorno".

A Massa también lo castiga Macri, que en privado le solía decir "Ventajita" o cosas peores.  "Invité a Sergio Massa a Davos. Quería mostrarle el mundo a Sergio y a Sergio frente al mundo, para que vieran que había peronistas racionales, democráticos y con visión de largo plazo. Lamentablemente, el tiempo demostró que esa caracterización de Massa era más una ilusión mía que una realidad".  "La percepción sobre él, en la sociedad y la dirigencia, no ha cambiado. Sigue siendo visto como alguien poco confiable, enamorado del corto plazo, incapaz de sostener un proyecto de país o un armado político según sus convicciones", le dedica Macri, sin ocultar su despecho.

Pero las críticas del expresidente llegan incluso al Papa Francisco, al que le dedica un apartado entero de su libro. "Nunca hemos financiado trolls. Y aun sin contar con evidencias, muchos sectores, entre ellos algunos allegados a Bergoglio, han expresado que había funcionarios en nuestro gobierno llevando adelante estrategias anticlericales o anticatólicas, lo cual es completamente equivocado e injusto". "Hoy creo que un sector importante de la Iglesia tomó partido en contra de nuestras políticas y se convirtió de manera activa en parte de la oposición", insiste. Y le recuerda a Bergoglio sus reuniones con opositores y sindicalistas.

Macri no deja en su libro rencor por tratar: sigue enojado con todos los que no hicieron lo que él mandaba durante su gobierno: Moyano, Massa, Bergoglio, los sindicatos, los empresarios. Y la lista sigue.

El negador serial

El resto es negar: Macri niega en su libro que Jaime Durán Barba tuviera mucha influencia sobre su gobierno, niega que Marcos Peña haya formado parte de los errores económicos (lo elogia por su trabajo en otras áreas, que no especifica), niega que haya existido espionaje ilegal, niega que se hayan financiado trolls en las redes.

Pero se hace una autocrítica: "Cometí un gran error cuando dije que Quintana y Lopetegui eran 'mis ojos, mis oídos y mi inteligencia'. Me arrepentí porque con esa frase les di un protagonismo y una relevancia que generaron un contraataque inevitable, dentro y fuera del gobierno". Curiosamente, Macri olvida que debieron irse en medio de la crisis económica que signó los últimos dos años de su gobierno. Y que los sacó para no aceptar la exigencia del establishment: que echara a Marcos Peña. En el libro, de hecho, lo reivindica a Peña al mismo nivel que a Horacio Rodríguez Larreta y a María Eugenia Vidal, aunque no parecería tener la misma gravitación en la política nacional.

Sobre Santiago Maldonado, Macri dice: "Cuando apareció el cuerpo y se hizo la autopsia, me dio mucha pena por Maldonado y por su familia, pero también sentí alivio de poder finalmente tener una certeza sobre el caso. Y la satisfacción de haber tomado la decisión correcta al no apresurarme a la hora de echar o sancionar a los gendarmes. El episodio sirvió para restablecer la confianza de la sociedad en las fuerzas federales". Sobre el espionaje sobre la familia que le daba pena, no hace comentario alguno.

Sobre cómo mintió en campaña sobre la continuidad de Fútbol para Todos para luego darlo de baja, Macri reconoce: "En la campaña había tenido que realizar malabares para hablar sobre el tema, a pesar de que sabía que la situación fiscal del Estado argentino no daba en absoluto para seguir subsidiando el fútbol profesional". Dice que Fútbol para Todos le resultaba "inmoral". No aclara qué pensaba sobre mentir en campaña.

Como lo hizo en los diversos reportajes que dio tras su mandato, Macri intenta convencer(se) en el libro de que dejó un mejor país que el que encontró. De hecho, sobre las condiciones económicas al final de su gobierno, más que una autocrítica hay una crítica a sus votantes: "Aunque querían un cambio político, no todos querían un cambio económico”.