A Carla

En un instante serán otra vez esa noche y el terror. Hoy es otra vez esa fecha, escribe. En el silencio escribe el silencio. Escribe en esta fecha, poco antes de la medianoche, cumple con el ritual: le escribe a su hija mayor, que en aquella noche de hace cuarenta y cuatro años era una beba en su cuna y ahora es madre y él abuelo. Durante estas líneas ella sabe que está escribiéndole. Le escribe una vez más acerca de esa noche, el duelo y su representación. En soledad escribe yo, escribe vos. No se acuerda cuántos años hace que empezó con esta costumbre que se parece a una obsesión, la escritura como conjuro. Se pregunta también cuál es el sentido de esta escritura que ignora si es exorcismo, catarsis, rezo o kadish. Por qué no réquiem callado. En cada uno de los mails que le ha escrito y le escribe a su hija, siempre esta noche, siempre en esta fecha, como también este mail que le escribe ahora, esta noche, casi las doce, la memoria no encuentra las palabras justas por más que porfía: nunca lo serán porque cómo se escribe la tragedia, lo que sintió entonces, lo que siente ahora, lo que escribirá una y otra vez, mientras viva. No hay manera de librarse del ayer, se dice. No le escribe sólo para probar la memoria, que cuando no traiciona se hace olvido. A pesar del tiempo y la distancia, escribe para mantener encendido un fósforo en la oscuridad. Porque la muerte sigue ahí. Pero la muerte es parte de la vida y no al revés, se dice, le dice, le escribe. La memoria deforma los recuerdos y también nos deforma a nosotros, sobrevivientes. Esta noche, como siempre en esta fecha, vuelven los detalles de aquella noche, la radio portátil en la cocina, la voz marcial del comunicado. Esa radio que conserva muda, reloj detenido, en un estante junto a los libros. No obstante, aunque ellos ya no son los mismos y los detalles, esos detalles, y su memoria tampoco encuentran su definición precisa, una vez más se sienta ante el teclado y, en silencio, lo intentará, escribirá siempre el mismo sentimiento confuso, interrogante. El mail, que es talismán, empieza así: “Hija mía, me acuerdo…” Y cuando lo termine de escribir, después de enviárselo, esta noche, insomne, como aquella noche, el sueño de los gusanos.