Últimas dos jornadas de la 22° edición del Bafici, que este año se realizó de manera semi presencial, con amplia difusión de casi todos los títulos en formato online. Los premios de las principales competencias oficiales fueron anunciados en una conferencia de prensa virtual, palmarés que este año, por primera vez, reunió a cortos y largometrajes en igualdad de oportunidades. Tarea titánica para los jurados, que debieron apreciar las virtudes y disvalores de más de una treintena de títulos en cada sección, concepto curatorial que, más allá de las buenas intenciones, trae aparejado problemas de orden estético que requerirían para su discusión de mucho más espacio que el disponible en estas líneas. El ganador del Gran Premio de la Competencia Internacional fue el cortometraje Mi última aventura, de Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini, historia de una noche en la capital cordobesa durante la cual dos amigos deciden llevar a cabo un robo. El galardón para el Mejor Largometraje, en tanto, fue para The Nose or the Conspiracy of Mavericks, del realizador ruso Andrei Khzhanovsky (Moscú, 1939), veterano en las artes de la animación. (Ver nota aparte con los premios de la Competencia Argentina).

Basada muy libremente en el cuento de Nikolái Gógol La nariz, en el fondo la película no es otra cosa que un homenaje a todos aquellos artistas que sufrieron la persecución del régimen de Stalin bajo las distintas acusaciones de formalismo anti popular, con especial énfasis en la figura del músico Dmitri Shostakóvich –quien compuso precisamente una adaptación operística del relato breve de Gógol– y la del actor y director teatral Vsévolod Meyerhold, fusilado en 1940 luego de “confesar” sus supuestas “desviaciones” artísticas y políticas. Como Dziga Vertov en la célebre El hombre de la cámara, Khzhanovsky incorpora al film algunos de los procesos de su propia manufactura, que además de las bellísimas animaciones tradicionales incluye al menos un centenar de imágenes fotográficas y fragmentos de películas soviéticas de todos los períodos. El tiempo dirá si se trata de una obra-testamento, pero The Nose es no sólo un canto de amor a una manera de entender la animación prácticamente extinta sino un sentido réquiem dedicado a los mártires de la incomprensión creativa y el accionar de la policía cultural más salvaje del siglo XX.

El jurado también premió a Catavento (veleta en portugués) como Mejor Cortometraje de la sección internacional. De Portugal y con 40 minutos de duración, el título ya define al protagonista, Nicolau, un joven de dieciocho años indeciso ante la carrera universitaria a seguir de allí en más. Tal vez biología o administración de empresas, aunque la idea de tener una banda de música también lo atrae. Algo parecido le ocurre con las mujeres, pero la aparición de una muchacha bastante segura de sí misma se impone en su vida como un pequeño terremoto cuyas consecuencias son tan imprevisibles como inevitables. Como Truffaut en su famosa saga doinelesca, el realizador João Rosas recupera un personaje de su cortometraje Maria do Mar y lo sigue cinco años después en un segundo capítulo de su educación sentimental. En ese sentido, Catavento –con su tono aparentemente naturalista que, sin embargo, no esconde la estilización de los diálogos y movimientos físicos– está más cerca de las enseñanzas de un Eric Rohmer que de su par nuevaolero. Lo mediano del metraje no quita lo sensible.

Durante estos días también pudieron verse en la Competencia Internacional dos largometrajes de variado interés. De los canadienses Calvin Thomas y Yonah Lewis (más el hermano del segundo, Lev) el Bafici ya había presentado en competencia oficial Spice It Up, el retrato semi autobiográfico de una joven estudiante de cine enfrascada en la difícil tarea de darle forma a su ópera prima. Su siguiente proyecto no podría ser más distinto en sus formas, tonos y temas: si en aquella película la cámara en mano y el tono ligero se imponían por sobre las dificultades y amarguras de la protagonista, en White Lie los encuadres fríos y meticulosamente diagramados (ecos del Cronenberg más afilado) son la base para una historia que hace de las mentiras y la manipulación su motor y combustible esencial. La primera imagen del film muestra a Katie rapándose la cabeza. La escena siguiente la sigue durante el ensayo de una pieza de danza destinada a recaudar fondos para la lucha contra el cáncer.

Pero la chica, que andará por los 25 años, no está enferma en lo más mínimo, y todos los que la rodean forman parte inconsciente de una simulación estupenda. Katie hace dinero mintiéndole a todo el mundo: su familia, su novia, sus compañeros. El pedido de una copia de los exámenes y procedimientos médicos comienza a horadar esa fachada perfectamente diseñada, al punto de generar un efecto dominó que la protagonista no parece capaz de detener. Podría pensarse a White Lie –que se impuso como uno de los films narrativamente más clásicos de la competencia– como un relato de suspenso en el cual el espectador, casi sin darse cuenta, termina adoptando el punto de vista manipulador de la anti heroína, deseando que no sea atrapada. Pero la película es más que eso: en su investigación de un personaje que es pura apariencia, Thomas y Lewis terminan moldeando un prototipo de victimario transformado en héroe gracias a la victimización asumida como forma de vida.

Presentada en calidad de estreno mundial, el debut como director del programador y crítico galés Christopher Small es un curioso y ecléctico muestrario de las posibilidades del cine independiente. Communists!, cuyo título no debe leerse literalmente, comienza con el rodaje de una entrevista en la cual una actriz recita una carta de intención del film que está a punto de comenzar. O aquel que irá a filmarse en el futuro. A partir de ese momento, cine dentro del cine: el espectador participará de unos días y noches en la vida de una joven realizadora de films de animación, invitada a un festival de cine cuya directora no es otra que su prima. No hay acomodo, a pesar de las indirectas que recibe en más de una ocasión, pero ese no es el mayor de los problemas de la protagonista. Durante un paseo por un parque cercano, será testigo de un intento de violación y homicidio en defensa propia, situación que dispara en la trama un desvío inesperado hacia los terrenos del thriller. Communists! no es, ni por asomo, una película de género, optando en cambio por un estilo amorfo y desmañado que ofrece más de una instancia estimulante (y varias rascadas de cabeza, todo hay que decirlo).

* The Nose or the Conspiracy of Mavericks está disponible online hasta el domingo 28.

* Funciones online en https://vivamoscultura.buenosaires.gob.ar/ En el mismo sitio pueden consultarse las funciones presenciales extra de los films ganadores de la Competencia Internacional.

PREMIOS COMPETENCIA OFICIAL INTERNACIONAL:

MENCIÓN ESPECIAL EN ACTUACIÓN: Amalia Ulman y Ale Ulman por su labor en la película El planeta, de Amalia Ulman (España)

MEJOR ACTUACIÓN: Elisa Carricajo por su labor en Bahía Blanca, de Rodrigo Caprotti (Argentina)

MENCIÓN ESPECIAL EN CORTOMETRAJE: Hide, de Daniel Gray (Francia/Hungría/Canadá)

MEJOR CORTOMETRAJE: Catavento, de João Rosas (Portugal)

MEJOR DIRECCIÓN: Amalia Ulman por la película El planeta (España)

MENCIÓN ESPECIAL EN LARGOMETRAJE: O amor dentro da cãmera, de Jamille Fortunato y Lara Beck Belov (Brasil)

MEJOR LARGOMETRAJE: The Nose or the Conspiracy of Mavericks, de Andrei Khzhanovsky (Rusia).

GRAN PREMIO Mi última aventura, dirigida por Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini (Argentina).