Uno de los lanzamientos de Mandacaru, proyecto editorial feminista y autogestivo, es un libro de poemas que se interroga sobre el estatuto teórico y conceptual que puede alcanzar la literatura. Álbum poético, híbrido textual, site specific con palabras e imágenes, ensayo enverso sobre las posibilidades teóricas de la poesía, diario de la vida cotidiana de la autora en París y en su ciudad natal, Río de Janeiro, parque de las ruinas reúne dos poemas largos de la escritora y editora Marília Garcia (1979) y un posfacio de Joana Matos Frias.
El primero de ellos, que da título al libro a partir de una visita al Parque de las Ruinas carioca, reconstruye la estadía de la autora en París, en 2015, durante una residencia en la Cité Internationale des Arts. Al llegar a la capital francesa, como cuenta en el primer poema, empezó a tomar notas: “la pregunta que yo hacía era la siguiente/ cómo lidiar con el lugar/ quería entender algo que no sabía exactamente”. Ese desconocimiento motivó la escritura de un diario al que Garcia impuso una sola regla: “todos los días tenía que sacar una fotografía/ del mismo lugar/ a la misma hora/ y hacer el diario a partir de ella”. A la manera de Georges Perec, que aconsejaba afinar la capacidad de observar lo cotidiano hasta captar la materia de lo “infraordinario”, ella consigna los movimientos alrededor del puente Marie sobre el río Sena, enfrente de su hospedaje.
No obstante, lo “extraordinario” (los atentados terroristas a la revista Charlie Hebdo, de inicios de 2015) irrumpió en la cotidianidad, y luego en el poema. Hoy, parque de las ruinas adquiere nuevos sentidos a la luz de otro hecho histórico extraordinario como el de la pandemia: “no sabemos qué hacer/ cuando todo parece a punto de desmoronarse”. En simultáneo, el “diario sentimental” del puente parisino se amplifica, verbal y fotográficamente, con breves apuntes sobre películas donde las fotos desempeñan un papel destacado (Smoke, de Wayne Wang; Blow up, de Michelangelo Antonioni, y el documental Imágenes del mundo e inscripciones de la guerra, de Harun Farocki).
“Todo iba a parar al libro–dice Garcia-. Y me gusta pensar que tiene varias capas. Como en el libro hablaba mucho de imágenes, quise mostrarlas: las películas, el trabajo de Rose-Lynn Fisher, las fotos que tomé del puente. Las imágenes estaban en la prehistoria del texto y formaron parte del proceso de escritura”. En la página web de la autora (www.mariliagarcia.com) está disponible una versión en vivo de la lectura del poema, con proyección de imágenes. Un poema puede convertirse en un guion cinematográfico.
En el segundo texto, “el poema en el tubo de ensayo”, se arriesgan hipótesis interesantes para la poesía contemporánea. ¿Puede el poema alcanzar el estatuto de la teoría? Garcia recurre otra vez a historias personales, a lecturas de otros autores (Charles Bernstein, Jean Starobinski, Avital Ronell, Emmanuel Hocquard), a métodos y protocolos de escritura: “si escribir ensayísticamente es escribir experimentando/ ¿puede un poema ser tan crítico como el ensayo?”. Una serie de poemas agrupados con la consigna del test (del mundo, de la memoria, de la soledad y del espacio) ponen a prueba las etiquetas que se tienen a la hora decomprender la poesía (o, como aclara la autora, “cierta idea de poesía”).
Una de las mayores virtudes de parque de las ruinas es que rompe las expectativas que el mismo texto va creando, sea con los diversos usos de las imágenes, con textos ajenos e interrogantes (otra virtud es la capacidad de interpelar a las otras artes, según parece menos conservadoras que la poesía).“Creo que los poemas son experimentos en los que intento poner a prueba el poema, las ideas sobre la poesía, mi propia escritura y también la relación con el tiempo, los tiempos”, destaca Garcia. “¿puede un poema ser colocado en un tubo de ensayo?”, se pregunta. Leer poesía nunca dejó de ser una forma de testear el lenguaje.
parque de las ruinas
Marilia García
Traducción de Diana Klinger y Florencia Garramuño
Mandacaru