Desde 2019, momento en que la pelota dejó de rodar en el torneo grande los barrios, una sensación de vacío recorre los rincones de la ciudad de Salta. Camiones con hinchas ya no circulan por las calles, las banderas juntan humedad en algún galpón y la espera ansiosa por los días de partido comienzan a quedar en el recuerdo.

La pandemia del coronavirus no permitió, entre tantas otras, que los populares torneos de fútbol de los barrios se realizaran. Y esto no afectó solo a la pelota, sino también a toda una organización barrial y comunitaria que se mueve al compás de los equipos.

Son más de 500 los conjuntos que juegan en rondas eliminatorias de norte a sur de la ciudad, llegando a instancias finales que se disputan en el Estadio Padre Martearena. Un escenario profesional con hinchadas que nada tienen que envidiarle a tantas otras del fútbol argentino. Así es como los barrios llegan a lo más alto.

Un fenómeno social 

Miguel Mayta tiene 49 años. Es presidente del Centro Vecinal del barrio Limache y delegado ante la Secretaría de Deportes entre otras cosas. Cuando habla del fútbol de los barrios no le salen las palabras. Pareciera ser que el adjetivo que intenta encontrar, no está escrito en ningún diccionario: “Es mucho mas que fútbol… es emocionante... pero hay algo que siempre rescaté del fútbol de los barrios y es muy importante. Por ejemplo, el Limache ha sido un barrio muy complicado en tiempo pasado y a través del deporte hemos llegado inclusive a romper las divisiones que hay. Con el fútbol de los barrios fuimos logrando incluir a toda la gente, incluir a los muchachos”.

El equipo de Limache. 

Mayta continúa relatando una experiencia que conmueve en su constante y silencioso trabajo: “En el último campeonato logramos algo muy espectacular en el barrio, armar un solo equipo de todo el Limache. De la etapa 1 a la etapa 13. Fue un fenómeno muy importante, porque se comenzaron a incluir todos los muchachos de las diferentes etapas y comenzaron a generar actividades como rifas o bingos. Se comenzó a sacar la rivalidad (…). Yo empecé a hablar con los changos, con los referentes de las diferentes etapas”.

Mariela Fuentes es periodista y durante muchos años transmitió el fútbol de los barrios. No deja de sorprenderse aún con lo que generaban aquellas emisiones: “Nos tocó hacer las transmisiones en los últimos 3 años y lo impresionante es que no solo la gente de Salta, sino en cualquier parte del país o en otra parte del mundo, la gente espera para ver a su barrio (…). Me asombró porque no estábamos transmitiendo a Central Norte, por ejemplo, sino que estábamos transmitiendo a un Limache, a un Santa Ana, a un Castañares o al barrio que sea, y la gente se moviliza. ‘Hoy juega mi barrio’”.

A partir de su experiencia, Mariela conoció profundamente el sentir que las barriadas expresan por aquellos 11 jugadores, pero que claramente supera el hecho deportivo en sí mismo: “El fútbol en los barrios es la muestra clara de la pasión que se tiene. La necesidad de sentirse representados. Porque si bien hay equipos grandes de Salta, creo que la diferencia es que en esto se tiene un sentido de pertenencia, porque es el barrio y porque en ese equipo juega su marido, su hijo, su sobrino, su hermano, su amigo, su vecino. Entonces moviliza muchísimo más de lo que implica en sí el deporte o la competencia”.

Maxi Castro lo mira desde adentro. Tiene 28 años y es el número 9 de Castañares, ultimo campeón del torneo. Hace más de 6 años forma parte del equipo que poco a poco fue creciendo hasta llegar a la soñada final.

“El fútbol de los barrios es la pasión por defender la identidad, los colores de tu barrio, ver una familia completa alentar, estar desde temprano. La gente te cruza y te alienta ‘vamos que hoy se puede', 'hoy hay que ganar’, ‘acordate de los que no están…’, defender el barrio donde te criaste, donde naciste, la identidad misma”.

Castañares, el último campeón del fútbol barrial. 

Maxi se siente un privilegiado por ocupar un puesto en el equipo. Algo soñado por la mayoría de los chicos del barrio. Inclusive, darse el gusto de jugar con amigos que conoce desde años cuando comenzaron a compartir los "picaditos" improvisados que se arman en los potreros de Castañares, los sábados o los domingos por la gaseosa.

Castro transmite emociones difíciles de entender y que solo sienten al jugar: “Por ejemplo, ver a mi abuela, que no fue a ver a nadie a jugar al fútbol, verla en la tribuna alentando, saltando con 80 años… esas cosas te dan ganas de seguir y de correr”.

Entre todos a pulmón 

A la hora de cooperar, todo el barrio se pone a disposición generando rápidamente una organización comunitaria que resuelve las situaciones que se van presentando.

Se preparan batucadas, banderas y comida. Se hacen colectas, se ayuda para el recibimiento juntando globos y papelitos. Se organizan rifas y se junta plata para los camiones. Una gran cantidad de jugadores invisibles sosteniendo la pasión y la identidad.

El 9 de Castañares cuenta: “Todos laburamos y salimos sobre la hora para jugar. Yo soy cocinero, soy gastronómico, y por suerte muchas veces me hacían el aguante, me cubrían para poder jugar”.

Mayta, delegado de Limache, retrata la escena semanal entre partido y partido: “Las familias durante la semana se acercan, aportan para el colectivo. Los changos, por ejemplo, de la etapa 11 vienen y dicen ‘termina el partido y vengan acá que les vamos a hacer una choriceada, una pizeada’, o la gente de los negocios aporta gaseosa o algo. Se empieza a mover todo el barrio.”

La periodista Mariela Fuentes agrega: “Muchos barrios venden comida los fines de semana para poder tener lo mínimo. Comprar pelotas, comprar botines, han hecho de todo (…) normalmente hay que juntar plata para un montón de cuestiones. También juntaban plata para pagar un preparador físico (…) Como todos trabajan, había que entrenar en la plaza del barrio, o en un descampado a altas horas de la noche, porque es en el horario que todos pueden. Ninguno se dedica 100% al fútbol”.

Horizontes 

La ansiedad recorre las calles de los barrios esperando la hora en que la pelota vuelva a rodar.

Los pendientes son muchos. Entre ellos, los torneos barriales femeninos que habían comenzado hacía apenas dos ediciones, generando un horizonte que renueva y pone en valor la importancia de la mujer en el entramado territorial. Contra las miradas críticas se logró avanzar, ganando un lugar que desde mucho tiempo atrás venían ocupando fuera de la cancha.

Por otra parte, Mariela Fuentes agrega algunos pendientes de gran importancia mas allá de la práctica deportiva: “En estos dos años que no hubo fútbol de los barrios, se nota que falta ese espacio para sentirse parte. Muchas veces se aíslan los problemas, nadie se compromete ni entiende lo que pasa dentro de un barrio. Entonces creo que la función mas allá de lo deportivo, era ver a los chicos que se sentían parte de ser algo” y sobre todo, subraya “la importancia de la inclusión de los chicos, que posiblemente en vez de estar en una esquina, le das un motivo por el cual movilizarse, se sienten parte y esto cambia sus hábitos. ¡Que mejor que sea con un deporte!”.

El fútbol de los barrios, visto en perspectiva, no genera solo un campeón deportivo, sino raudales de barrios, familias, situaciones comunitarias y otras tantas invisibles que salen a flote gracias a la pulsión deportiva.

Miguel Mayta es claro en este sentido: “El objetivo es que a través del deporte se pueda revertir la situación, cambiar la imagen del barrio en busca de una identidad social positiva y así poder cambiar la calidad de vida de todos los vecinos. Ese es el objetivo principal a través del deporte”.

Poner en palabras el fenómeno que genera el fútbol en los barrios quizás sea una misión, de antemano, difícil de lograr. Habrá que esperar entonces un poco más, porque como dicen por ahí, “hay que vivirlo para contarlo y hay que vivirlo para explicarlo”.