Luego del asesinato de Débora Barros (30) cometido el 11 de abril en la vivienda de su pareja, Javier Edgardo Salcedo (37), quien actualmente está imputado por el delito de homicidio agravado por mediar relación de pareja, se conoció que este hombre tenía antecedentes de violencia, pero que muchas de esas causas no habían sido juzgadas. Catamarca/12 pudo hablar con Daniela y Noelia, ambas ex parejas del acusado por el homicidio, quienes quisieron ofrecer su testimonio para poder ayudar a la familia de Débora.

Daniela (nombre ficticio) tenía 23 años y estudiaba la Licenciatura en Trabajo Social cuando conoció a Salcedo, a finales de diciembre de 2009. Se lo presentó la hermana de él, que había sido compañera suya de secundaria. Su relación duró apenas 7 meses, pero los detalles de lo vivido perduran en su memoria hasta la actualidad.

Según relató, al principio él parecía serio y responsable y le propuso mantener una relación con esas características. Al mes comenzaron las escenas de celos. “Yo nunca había experimentado una relación así. Intenté separarme varias veces, pero él volvía, pedía disculpas y hasta prometió hacer tratamiento psicológico, pero mintió. No me dejaba tranquila nunca”.

Ella le preguntaba por qué actuaba así, cuando no había motivos, pero él siempre se excusaba en una supuesta relación anterior en la que le habían sido infiel o se victimizaba contando historias de violencia familiar con su madre. Lo cierto es que a medida que pasaban los días la violencia iba en aumento.

“Empezó a tenerme controlada por teléfono. Cuando cada uno estaba trabajando me llamaba para saber dónde estaba y qué estaba haciendo. Él se presentó como una persona educada que respetaba a las mujeres. Yo estaba enamorada, pero igual comencé a intentar alejarme”, cuenta.

Daniela respira profundo y explica que sus recuerdos no siguen una hilación cronológica por el tiempo transcurrido, sin embargo, los detalles aún los vivencia como cercanos.

Una vez Salcedo le quitó el teléfono y no se lo devolvió nunca más. Ella le dijo que así no iba a seguir.”Había tomado la decisión de no seguir con él. Pero me buscaba en mi trabajo y me pedía disculpas. Yo creía en esa palabra. Para junio quedé embarazada”. 

La primera vez que la golpeó, Daniela ya esperaba a su hijo. Huyó. Pero Salcedo, con la mentira de que su abuela estaba internada y grave, la buscó días después. Ella le creyó. Pero volvió a golpearla mientras la retenía en una plaza. Un vecino que la escuchó gritar llamó a la policía y cuando llegaron él le pidió por favor que no diga nada. “Yo no estaba preparada para denunciar aún”, confiesa.

Después de esa vez Daniela nunca más regresó ni pudo creerle. Pero los acosos comenzaron a ser constantes y siempre concurría a su trabajo. Una mañana ingresó al lugar donde ella trabajaba como vendedora. “Él iba porque sabía que yo estaba sola. Se acercó y me agarró del cuello y me tenía asfixiada. Empecé a resistirme y me dio un golpe de puño en la panza porque sabía que estaba embarazada”; Daniela asegura que gritó y Salcedo se fue. Esa fue su primera denuncia. Sin embargo, y pese a las restricciones, él volvía. La joven sólo esperaba que se fuera; tenía miedo también de perder el trabajo que le permitiría cuidar a su hijo cuando naciera.

La segunda vez que la golpeó en el lugar, llevó a un amigo suyo para que “haga de campana”. Le partió el labio de una trompada, le pegaba también en la panza y la insultaba. “No voy a permitir que me dejes. Te voy a matar”, le decía.

Daniela ya no salía sola. Su hermana la acompañaba al trabajo y la iba a buscar. Una mañana de agosto vio a un hombre en el negocio que le pareció sospechoso. Luego entraron dos chicas y ella, desesperada, les pidió que la ayuden y que le avisen a la consigna policial que estaba en la Legislatura provincial, ubicada a sólo una cuadra del negocio. Los policías no fueron. Esa noche, a su casa llegó la División de Investigaciones de la Policía. Le dijeron que la madre de Salcedo había denunciando que él compró un arma de fuego para matarla y que se cuide. Le describieron además a dos sujetos que estaban con él, y coincidían con los que vio durante la mañana cerca del negocio.

Salcedo fue detenido en inmediaciones de la casa de Daniela y lo condenaron sólo por la portación ilegal del arma, a 2 años y 6 meses de prisión efectiva. La causa por su denuncia para Daniela fue un misterio. Es que sólo supo que la llamaron a la Cámara Penal Nº 2 y que él estaba sentado como acusado. Le ofreció 100 pesos para compensar el daño y ella no aceptó, sólo pidió que le den la posibilidad de que Salcedo nunca más se acerque a ella o a su hijo.

No entiendo cómo hicieron para dividir las denuncias, porque estaba claro que el arma la compró para matarme y fue a hacerlo con sus amigos, pero tuve la ayuda de esas dos chicas que se quedaron conmigo. Supe después que el abogado había presentado una radiografía trucha que decía que él no podía usar su mano para disparar y por eso le dieron menor pena”, cuenta, y aclara: "a él le creyeron".

Noelia

Noelia tiene una beba de un año que también es hija de Salcedo. Oriunda de Belén, se había mudado a la ciudad capital con su hermana, para estudiar Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Catamarca. Recuerda que lo conoció a finales de 2018.

Al igual que Daniela, señala que al principio no notó nada extraño. “No conocía sus antecedentes. Parecía una persona responsable y seria”.

Comenzó a convivir al poco tiempo de ponerse de novios. Alquilaron una casa entre él, que le decía que no se animaba a vivir solo, y su hermana. Pero a los pocos meses su pariente se fue. Los celos y las palabras descalificantes comenzaron a volverse rutina. Después la aisló de todos y a donde ella iba, la acompañaba. Noelia dejó de usar su teléfono, incluso le dio de baja a la línea porque en nombre del amor él siempre le reprochaba su uso.

Llegó a acompañarme hasta cuando iba a bañarme. Una tarde, cuando aún estudiaba, me acompañó a rendir, yo ya no podía más y se lo conté a dos compañeras. Esa noche dormí en la casa de una de ellas y después en la de su madre, que me contó cómo había encerrado a otra chica y fue lo mismo que me hizo a mí”, relató.

El embarazo fue difícil. Noelia vivía encerrada y comenzó con ataques de pánico. Cuando se ponía así, él la llevaba hasta la maternidad y decía que era un dolor de panza. Una vez le contó a la obstetra y lloró delante de ella buscando refugio, pero no lo consiguió.

“Con el paso del tiempo comencé a reflexionar. Me hizo ruido saber que mi hija iba a vivir en ese ambiente. Casi al nacer mi niña comencé a tomar dimensión de estas cosas que me estaban ocurriendo. Cada vez me ahogaba más. Y fue cuando comencé a sufrir violencia física. La última noche que estuve con él intentó estrangularme y el llanto de mi hija me salvó. Él me dijo que si salía y pedía ayuda a mi madre iba a terminar 5 metros bajo tierra”.

Esa mañana Noelia cargó el teléfono y pudo llamar a la madre para pedirle ayuda. Era abril de 2020. La policía fue y como ella no tenía llave una vecina ayudó. “Para mí fue elegir entre la vida y la muerte, porque presentía que esa noche, cuando volviera, me iba a matar”.

Noelia radicó la denuncia. Pero nunca la llamaron a declarar ni tampoco lo detuvieron. La joven eligió volver a Belén porque sabía que las dificultades por la pandemia limitarían a Salcedo. Pero por orden judicial tuvo que mantener contacto telefónico por su hija. “La ley es contradictoria. Él sigue teniendo el derecho de padre y los míos no cuentan. Él siguió hostigándome cada vez por teléfono”.

Para Noelia, la Justicia tiene gran responsabilidad en lo que le pasó a Débora. Es por eso que decidió hablar y contar lo que le sucedió, para ayudar en la causa y también a otras mujeres. “Pido por favor que se nos escuche, que se nos deje de victimizar y hacer esta condena social que nos hacen a todas. Cuando volví a Belén tuve que soportar los prejuicios y escuchar decir que las nuevas generaciones no nos bancamos una relación. Hoy una decide decir basta a la violencia y debe luchar contra los prejuicios y las presuposiciones de los demás. Luchar contra toda una tradición que viene sosteniendo que una tiene que aguantar lo que los hombres hagan, que se sientan dueños de nuestras vidas y no es así. Pido que nos crean”, dijo llorando.

Por último, aclara que tiene mucho miedo de que la Justicia, que aún no imputa a Salcedo por femicidio, lo deje libre. “Hay muchas personas más que corren riesgo si esta persona queda libre”, asegura.

Salcedo fue imputado por el delito de homicidio agravado por mediar relación de pareja. El abogado de la familia había solicitado que se lo acuse también por femicidio. El miércoles fue indagado y se abstuvo de declarar. El fiscal Ezequiel Whalther aún espera estudios que determinen  las causas de la muerte de Débora.

Daniela y Noelia aseguran que sabían, que sintieron que Salcedo podía matar. Las dos denunciaron y advirtieron. Las dos señalan que “se salvaron”. Hace poco en una entrevista con Catamarca/12, la abogada feminista Perla Prigoshin decía en relación con la violencia de género que “una de las características de los varones es desnaturalizar tu percepción y esto aliena”. Para ambas mujeres, ésto también sucede así con la Justicia.