La centralidad que poseen las redes digitales en la composición de los actuales sistemas de intercambios y circulación de información, se ha convertido en un hecho indiscutido. Un panorama que se consolidó de manera exponencial con el advenimiento y transcurso de la pandemia causada por la covid-19. En este contexto general, es importante que no pasen desapercibidas las potencialidades de las redes, pero tampoco los posibles desafíos en materia de control y privacidad.

Los dispositivos móviles, internet y las nuevas plataformas han trastocado las formas tradicionales de comunicar. Hecho por el cual los medios masivos tradicionales, como la televisión, comparten la escena mediática con múltiples actores, usuarios y discursos. Ello ha tenido repercusión desde iniciados los años dos mil tanto en la facilidad para producir contenidos, como en las formas de consumirlos y compartirlos. Es válido reflexionar, entonces, respecto al modo en que se produce y organiza parte del discurso visual en la sociedad, más precisamente el que se relaciona con la actual pandemia.

Mientras, en otras latitudes surgen caracterizaciones como Vaxxie para dar a conocer toda una serie de fotografías que usuarios suben a sus redes mientras son vacunados. Es relevante poner en primer plano toda otra serie de contenidos generados durante los últimos días especialmente en la ciudad de Buenos Aires. Dichas imágenes tienen como protagonistas a personas que no necesariamente han explicitado su voluntad de ser registrados y producto de la lógica digital acompañada de los nuevos dispositivos, son transformados en un posteo y subidos a las redes. Por caso vale interrogar: ¿Qué sucede cuando un paciente que aguarda en la larga fila de un hospital público para acceder a un diagnóstico es retratado por un usuario y subido a las redes? Incluso, en muchos casos, los contenidos son etiquetados y luego compartidos también por los canales de noticias, un hecho que responde a las actuales formas de la circulación informativa y masifica la difusión de los contenidos.

Una primera respuesta puede suponer que las actuales formas de sociabilidad, intercambio y circulación han llevado a la necesidad de registrar de forma fragmentada- porque prescinden de un contexto y su complejidad- la vida cotidiana en las redes digitales. Los usuarios exhiben y co-construyen un recorte de la realidad que luego será organizada y distribuida en la red. Si bien la pandemia y sus consecuencias adquirieron protagonismo diario, la divulgación de ciertas imágenes puede ir en contra de los derechos de los pacientes. Como los relacionados a la privacidad al momento de estar afectados a situaciones comprometidas de salud.

Una segunda respuesta supone, al menos la puesta en tensión, respecto al lugar que ocupan los grandes medios de comunicación al momento de difundir ciertas imágenes, pese a que las mismas provengan de las cuentas de diversos usuarios. Todo lo cual redunda en la necesidad de un compromiso fundamental por parte de quienes concentran el poder de la comunicación a gran escala, sobre todo en momentos de crisis sanitaria. Se trata de poner en primer lugar la función social de la información antes que la divulgación de contenidos relacionados con cierto sensacionalismo.

En tiempos de algoritmos y control tecnológico, es necesario renovar la discusión respecto al problema político que impone el desdibujado límite entre lo público y lo privado. Si bien en algunos países se ha incorporado la distorsión del rostro de los pacientes para proteger su privacidad al momento de hacer pública una imagen. Debería existir un compromiso homogéneo en nuestras sociedades respecto a la generación y difusión de ciertos contenidos producidos por los usuarios más adeptos a la captación de imágenes y su difusión pública.

* Maestrando en Periodismo (UBA)