Que el futuro de la vida pública aún sea incierto a más de un año de iniciada la pandemia obliga a la sociedad a reinventar las actividades restringidas por el COVID-19. En este sentido, la recreación, una necesidad humana que abarca a la cultura en todos sus niveles y que está notoriamente afectada por el virus, exige una reformulación particular, ya sea por su importancia para la salud mental, como por las fuentes de trabajo que genera. Por eso la Universidad Nacional de las Artes (UNA) lanzó la diplomatura “Músicas en Territorio”, una iniciativa que apunta a establecer nuevas maneras de llevar la música a un público que, como pocas veces en la historia reciente, necesita nuevas formas de recreación.

En diálogo con el Suplemento Universidad, la prosecretaria de Vinculación Institucional del Departamento de Artes Musicales y Sonoras de la UNA, Victoria Gandini, explicó: “Cuando llega una pandemia hablamos de lo fundamental que son el arte y la cultura para estar bien. Pero esto es siempre así, y por eso requiere que se jerarquice de manera permanente en la planificación de una familia, de una comunidad o de un país”.

Para Gandini, “tal vez la pandemia evidenció el grado de acuerdos y desacuerdos que se dan en las sociedades todos los días; la música, si bien no va a cambiar esos desencuentros, puede servir para evidenciarlos y para generar sentires y pensamientos más inteligentes y sensibles para abordarlos”. “En este sentido, la diplomatura está pensada no sólo para tener herramientas para tocar en escenarios diversos, sino justamente para poder repensar la relación de la música con la vida cotidiana”, afirmó.

La diplomatura, cuyas inscripciones están disponibles en la web de la UNA, tiene un plan de estudios que comprende ocho asignaturas, entre las que se encuentran “Herramientas de vinculación y mediación musical”, “Diseño y gestión de proyectos” y “Sistematización de experiencias”. Asimismo, incluye un taller final en el que los artistas presentarán un proyecto que integre los conocimientos trabajados durante las más de 300 horas de estudios que abarca el curso. Entre algunos de sus objetivos, la cursada busca capacitar a los estudiantes para que ofrezcan y sostengan propuestas artísticas en barrios populares, instituciones de salud mental, cárceles y distintos espacios públicos poco frecuentes para la música.

Acerca de la importancia de este tipo de propuestas artísticas, Gandini reflexionó: “Cualquier persona que se tome el trabajo de recorrer un barrio popular o comunidad rural va a encontrar proyectos musicales que están literalmente sosteniendo un territorio. Lo crean y lo sostienen. Muchísimos chicxs, jóvenes, y adultxs generan vínculos con y a partir de la música. Si de un día para otro esos espacios se retiraran, nuestras sociedades serían mucho más difíciles de lo que vemos hoy”.

“El impacto de la música y la cultura en la vida pública no sólo tiene que ver con los puestos de trabajo que genera; también representa la oportunidad de un encuentro que nos haga crecer como personas”, destacó.