La muerte le llegó casi de la misma manera en la que él llegaba a las redes rivales: rápido y de sorpresa. Temprano a la mañana, Alfredo Oscar Graciani escribió en su cuenta de twitter: Vamos Boca Carajo hoy comienza un nuevo sueño!!” a propósito del debut en la Copa Libertadores ante The Strongest de Bolivia. Fue el último acto de su vida. Al rato, se sintió mal, su corazón dejó de andar y ya no hubo más nada que hacer: así partió sin retorno a los 56 años, uno de los 15 goleadores más grandes de la historia boquense, el máximo artillero de la década del '80 y uno de los 30 futbolistas que mas veces se calzaron la camiseta azul y oro.

Hay un mérito enorme en todos esos logros: Graciani llegó a ellos en una época en la que a Boca le resultaba imposible salir campeón: en sus dos etapas en el club (1985/1991 y 1994) jugó 250 partidos oficiales y anotó 83 goles y sin embargo, en esos años sólo pudo ganar la Supercopa de 1989 (por penales a Independiente en Avellaneda) y la primera Recopa Sudamericana en 1990 (1-0 a Nacional de Medellín en Miami) y jugar apenas tres veces la Copa Libertadores (1986/89/91). Pero igualmente, el "Murciélago"· o "el Alfil boquense" (tal el apodo con el que lo bautizó Víctor Hugo Morales en sus extraordinarios relatos por Radio Continental por su tendencia a entrar al área en diagonal) pudo resaltar a partir de tres virtudes extraordinarias: velocidad, certeza para definir y capacidad para entenderse con compañeros diferentes.

Graciani integró dos célebres delanteras boquenses: en 1987 junto con Jorge Rinaldi y Jorge Comas compuso el poderoso ataque armó César Luis Menotti en su primer ciclo como técnico del primer equipo: marcó 15 goles en 35 partidos entre campeonato y Liguilla Pre-Libertadores. Y en 1991, fue el eslabón exacto entre la potencia de Gabriel Batistuta y la habilidad de Diego Latorre en aquel Boca de Oscar Washington Tabárez que ganó el torneo Clausura de 1991, pero perdió por penales la final ante Newell's con el piso de la Bombonera convertido en una ciénaga. Aquellos equipos pudieron haberle dado al hincha xeneize la alegría por entonces esquiva de una vuelta olímpica. Pero sus ciclos fueron breves: la ida intempestiva de Menotti en un caso y las rápidas ventas a Europa de Batistuta y Latorre en otro, interrumpieron procesos que pudieron haber sido mucho más exitosos.

Nacido el 6 de enero de 1965 en la Capital Federal, la carrera de Graciani dio comienzo en Atlanta donde en 1981 y con apenas 16 años de edad, Luis Artime lo hizo debutar en Primera: el 12 de septiembre de ese año, reemplazó a Carlos Landaburo y jugó los últimos 10 minutos del partido que su equipo le ganó 4 -1 a Gimnasia en Villa Crespo. Al año siguiente, integró aquella formación que perdió el ascenso a la A por penales 13-12 ante Temperley en una dramática definición en la cancha de Huracán. Pero en 1983 tuvo desquite: formó parte del Seleccionado Juvenil que fue subcampeón mundial en México y logró subir a Primera en un equipo que armaron Oscar López y Oscar Cavallero y terminó conduciendo Juan Carlos Lorenzo. Pese a que descendió en 1984 (fue el último año en el que Atlanta militó en Primera) todo el ambiente del fútbol destacaba su movilidad por todo el frente de ataque, sus piques, su guapeza y sus goles: hizo 18 en 89 partidos en esa institución

Boca estaba mal económicamente en 1985: se había salvado de ir a la quiebra un año antes y Antonio Alegre y Carlos Heller hacían titánicos esfuerzos para mantenerlo a flote. Había llegado Alfredo Di Stéfano como director técnico y para contratar a Graciani junto con el lateral Rubén Darío Gómez y el delantero Ramón Centurión, debió armarse con el empresario Osvaldo Rivero una compleja ingeniería financiera a través de la empresa Puma Internacional, que manejaba supuesto dinero del cantante venezolano José Luis Rodríguez. Debutó el 17 de febrero de 1985 en la primera fecha del Nacional de ese año en la derrota de Boca 1-0 frente a Altos Hornos Zapla en Palpalá (Jujuy) y su primer gol lo anotó el 6 de marzo en la goleada de Boca por 7-1 ante Estudiantes de Río Cuarto en la cancha de Huracán.

Su primer ciclo en Boca se extendió hasta fines de 1991. En 1992, jugó un año a préstamo en Racing (28 partidos y 7 goles) y volvió en 1993 al club como reemplazante del uruguayo Sergio "Manteca" Martínez, pero su mejor tiempo ya había pasado de largo. A mediados de 1994 fue cedido al Deportivo Español (9 partidos, 4 goles), en la temporada 1995/96 retornó al ascenso en Atlético Tucumán (28 partidos 6 goles) y en la 1996/97 aportó 5 tantos en 26 partidos al regreso de Argentinos Juniors a primera. Tras un paso por el Lugano de Suiza en 1997, cerró su campaña en Caracas durante 1998. Años más tarde y siempre estuvo cercano a Boca fue secretario de Deportes del partido de Tres de Febrero durante la larga gestión de Hugo Curto.

En los últimos tiempos, participó en algunos paneles de televisión volcando su mirada y su experiencia como jugador de Boca, y se veía entero sin que nada hiciera prever su muerte súbita. Pero Alfredo Graciani partió de repente y por eso duele despedirlo. Dejó un surco en el recuerdo: allí adentro quedaron guardados para siempre sus goles que tantas veces dejaron vibrando el cemento único de la Bombonera.