Recordaba siempre lo que había enunciado su alumno: ¿Usted me lo pregunta?, si usted me lo enseñó…” recordaba que ese diálogo lo había persuadido de una cierta autonomía en el decir tanto como en lo dicho, puesto que le resultaba claro que había transmitido algo que ignoraba y que parecía resultar de un efecto que ocasionaba la frase, más allá de sí misma. En realidad, no se extrañaba, no debería extrañarse, puesto que al no tener propietarios las palabras, le era evidente las divergencias, convergencias y repercusiones incalculables de lo verbal que propiciaban los innumerables hablantes. Le extrañaba eso sí, que muchos que se declaraban intérpretes de lo simbólico, incluso muchos colegas, sostuviesen que un texto o una poesía, fuesen solamente una cuestión de palabras. Si realmente fuese nada más que una cuestión de palabras no le prestaríamos atención o la misma atención que a “alguien que habla mucho y no dice nada”, repitió Enrico. Estaban en el recreo de la cuarta hora. A boca de jarro Beatriz, que con Marcela, daban su misma materia, le preguntó: Entonces, ¿cómo definirías la literatura o la poesía?

No tengo una definición, tengo una emoción al respecto, lo que me hace quedar muy mal, por la constricción inevitable a las definiciones…Por ejemplo, cuando recuerdo unos versos de Vallejo: De todo esto yo soy el único que parte, de este banco me voy , de mis acciones…me siento, cómo decirlo, hospedado por la emoción que me produce y a la vez un intruso por el desdoblamiento al que advengo… el único que parte refiere a la noción de que somos los únicos que partimos definitivamente y por otra parte, valga la redundancia, al hablar, somos los que partimos, desdoblamos los sentidos, tal como yo siento hacerlo ahora…

Ni que decir, que nuestra lengua tan rica, nos presta un verbo tan crucial como partir, que expone como uno de los modelos… en otra lengua probablemente ese desdoblamiento de sentido se perdería…expuso Marcela. Pero, quizá incluso, se extendió Enrico, basta con sentir el texto… y la necesidad inmediata de compartirlo… No es necesario explicarlo, es una experiencia de la que debe hacerse cargo cada lector…

Pero entonces, repuso inmediatamente Beatriz, depende de quien lo sienta como tal… de quien lo lea… Bueno, dijo Enrico, un libro sólo existe si alguien lo lee… En eso radica una de sus propiedades, más allá de la materialidad como tal… El valor del libro no es sólo interior a él, es exterior, porque démosle la vuelta que le demos, no podemos evitar la valoración de quien lee… Para mí, la poesía es una vivencia…y aunque suene remanido, soy decididamente platónico, no sabría definirla pero sí reconocerla…Al fin de cuentas de algunas cosas tuve conocimiento por la idea antes que por la realidad concreta… agregó sonriendo.

Es cierto, aprobó Mabel, profesora de física. No sabemos lo que es la energía, pero la nombramos todo el tiempo… Era exultante, lacónica y muy eficiente.

Enrico sintió la necesidad de aclarar lo que había expresado. Yo pensé en el amor, por ejemplo, en la belleza… Todo está muy bien, dijo un tanto fastidiosa Beatriz, pero no entiendo que hacés en la clase con los chicos… ¿Qué le enseñás…?

Tal vez no se trata de enseñar, sino de transmitir una experiencia…las ganas que se le pone a lo que cada uno hace… dijo Evangelina, la profesora de psicología, que había permanecido en silencio. La de matemáticas, Gabriela, observó: Por más ganas que le pongo, las cuentas tienen que dar… Ya lo creo, afirmó Susana que era del mismo rubro, aunque algunas tengan dos soluciones, dijo enseguida.

Como raíz cuadrada de cuatro, por ejemplo, ejemplificó Enrico, como queriendo respaldar lo que había dicho, siempre hay contactaciones… un buen libro, siempre deja algo no escrito…un resto, respetando al que lee…la dignidad del lector. El Quijote, por ejemplo, ha sido leído, según las épocas, como una parodia de los libros de caballería, como una comedia, como libro de aventuras, y creo que podemos leerlo como un libro de múltiples lecturas que realizan sus personajes… empezando por Alonso Quijano, pero bueno, en él consta que un buen libro deja algo no escrito…

Damián, que estaba realizando las prácticas de la enseñanza, observó con buen tino: Nuestra época ha alcanzado un grado de crítica exagerado…Enrico compartió con el gesto, Beatriz, Susana y Gabriela creyeron advertir una ironía… Pareces desestimar a la razón, dijo Susana. No, no, repitió Damián, La razón y la emoción se superponen, no son independientes aunque parezcan que sí.

Yo siento belleza en la demostración de un teorema, dijo Susana acordando repentinamente con Damián. Marcela reforzó el acuerdo al mencionar que las ciencias posibilitaban la literatura fantástica y que la lingüística se presenta como ciencia. la lógica que se inicia con la gramática… Enrico pensó por un momento en mencionar el estructuralismo, el movimiento de la doxa, los nombres insignes, de Saussure, Bordieu, en suma, todo lo que se podía esbozar respecto a un saber, pero prefirió callar. Lo complacía profundamente ser uno más entre esas personas que se daban a intercambiar sus saberes y sus emociones, ya que habían dedicado parte de sus vidas a dar algo a los demás: la transmisión de lo legado por siglos de acuerdo y disensión en la cultura. En ese momento, en momentos como esos, Enrico sentía una especie de acuerdo consigo mismo, que no alcanzaba en otras circunstancias, un acuerdo que no era explicable en términos de identidad, sino en el de una movilidad que descartaba la trascendencia de algo único. En suma, se sentía parte de algo que le revelaba la emoción de lo comunitario, no solo en lo coincidente sino en la diferencia, lo cual incentivaba su gusto por la paradoja. Ser iguales en la diferencia. Pero lo mejor de todo, era que esas discusiones surgidas en los recreos, alentaban un incentivo para provocar una perturbación en lo establecido y promover una experiencia nueva como surgimiento incalculable en la producción de un recorrido de pensamiento…

La voz de estela, la directora, amonestando: “Después nos quejamos de los chicos. Ya sonó el timbre y ustedes siguen en recreo” llamó a la realidad. La realidad preestablecida, no por las mónadas de Leibniz, sino por el orden docente dictado por reglas, horarios, obligaciones, órdenes propias de toda institución.

Enrico ingresó al tercer año. Vamos a seguir con poesía, dijo y pensó en los versos de Vallejo que había mencionado antes, pero anotó en el pizarrón una frase de un conjunto Damas gratis, que se le ocurrió de repente: “Yo tengo una flor, la tengo que cuidar y cuando sea grande me la voy a fumar…” y abajo: Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando, su boca que era mía, ya no me besa más..." Invitó a sus chicos, chicos que provenían de barrios linderos, de barrios con olor a residuos descompuestos en los zanjones y agua que debe ser recogida en la canilla de una esquina… a que hablaran acerca de esos versos. Algunos hablaron de la importancia de lo que se tiene y de lo que se pierde…Otros del placer que da la droga…Enrico preguntó: ¿Y cuál les parece más importante? José que era un tanto retraído y solía mascullar resentimiento, dijo: El segundo… porque nos habla de algo que les ocurre a todos.