Convocados por la Secretaría de Producción de la Municipalidad de la ciudad de Tartagal, la semana pasada se reunieron una veintena de productores de la zona con el objetivo de crear “una Comunidad de Productores de Papaya organizada, que permita fortalecer la producción y venta, para abastecer a clientes de grandes volúmenes”, informaron desde la intendencia.

Uno de los asesores de la Secretaría convocante, el ingeniero agrónomo Victor Pino, explicó a Salta/12 que la intención es realizar un registro de los productores para poder ayudarlos técnicamente y comercialmente, y resaltó que la convocatoria sigue abierta para aquellos que se quieran incluir en el cultivo de esa fruta tropical.

De hecho, resaltó que la mayoría de los 24 pequeños productores agrícolas que asistió a la reunión no se está dedicando a la papaya, “pero tienen ganas de pensar en alternativas de producción”.

Pino relató que ya mantuvieron reuniones con algunos grandes compradores, entre ellos un empresario de la marca Dulcor, de la provincia de Córdoba que produce dulces, mermeladas y otros productos, como pan dulce y budines. Dulcor, que también comercializa Orieta, si bien compraba muchas veces en la zona, se recostaba sobre los productores misioneros o importaba, algo que al día de hoy se encarece mucho por el precio de las divisas.

El funcionario tartagalense destacó que teniendo el comprador, “que es lo más difícil para los pequeños productores”, les surgió la idea de reunirlos para de esa manera beneficiar a una mayor cantidad “y porque, si no, tienen que salir a vender a lugares en donde se hace acopio como Yuto, en cambio, juntando a varios productores podríamos realizar una carga más competitiva y tener otro destino y rango de venta”.

El técnico municipal evaluó muy positivamente el encuentro por el entusiasmo que vieron entre sus asistentes en comenzar a diversificar su producción “y a utilizar algunas hectáreas ociosas” con cultivos alternativos como la papaya, el mango, e maracuyá y la palta.

La papaya, a pesar de no tener tan buena prensa como otras frutas, corre con ventaja en cuanto a la posibilidad de industrializarla, y es utilizada cuando aún está verde para preparar dulces, y como base de otros dulces y mermeladas, pero también es la base de todas las frutas abrillantadas que llevan el pan dulce y los budines, y hasta se usa en la pulpa del ananá fizz, entre otras bebidas y comestibles.

“Lo interesante es conocer a los productores, ver qué están haciendo y fortalecer a los productores de la zona desde nuestra Secretaría”, relató Pino. Añadió que a partir de ese contacto, pueden surgir otras líneas de comercialización apoyadas por el Estado municipal “como la palta hass, el mango o el maracuyá”. “Queremos apuntalar toda la producción subtropical”, detalló.

“Sobre todo nos pidieron asistencia técnica, que es lo que más podemos dar porque somos varios ingenieros formados y con experiencia para estos tipos de emprendimientos”, destacó Pino.

Para poder comenzar a abastecer a los compradores, relató que como mínimo deberían poder llenar un camión, que significa unos 30 mil kilos, y que según sus cálculos, representan unas 1.600 plantas sembradas, que en términos de superficie significan algo más de una hectárea. “Podemos dividir en pequeñas parcelas que tienen sin utilizar muchos de los productores y de esa manera ir repartiendo para garantizar esa producción y la venta”, añadió el ingeniero agrónomo.

Si bien la iniciativa parte desde el municipio, Pino reconoció el estrecho vínculo de colaboración que presta el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

Miguel Dandulakys es uno de los primeros productores de papaya de Salta. Hoy se dedica también a las hortalizas en Colonia Santa Rosa, Orán. El pequeño empresario agrario vio con buenos ojos la iniciativa de la municipalidad tartagalense, “porque, si no, los compradores como Roberto Dotti (de Dulcor) quieren negociar a cualquier precio y te pagan a 120 días, un plazo imposible para nosotros”. Contó que esa empresa tiene la industria más grande de Córdoba en escurrido y dulce.

Dandulakys comenzó con ocho hectáreas de plantación, pero luego la redujo a cuatro para diversificar su producción, y porque se complicó seguir plantando debido a que las semillas son importadas de México o Korea, y “se necesita hacer compras muy grandes y el precio es alto”.

Al respecto, el integrante de la Secretaría de Producción de Tartagal reconoció que esa es una de las principales dificultades al día de hoy, ya que ese tipo de papaya comercializable se introdujo en la región hace muy poco tiempo y “aún no hay una empresa que las haga y el Inase (Instituto Nacional de Semillas) no las certifica”, detalló.

Aunque de la reunión que mantuvieron con los agricultores, surgió la idea de realizar un vivero de plantas subtropicales “en principio para producir plantines de papaya” a partir de alguna buena variedad de la zona, y de esa manera evitar las compras al exterior. Pino aseguró que luego avanzarán con otras especies como el maracuyá y la palta.

De todas maneras, Dandulakys aseguró que la papaya es un buen complemento para la vida de los agricultores de la zona, y añadió que esa fruta, además de poseer muchos beneficios, permite su comercialización en los mercados para su consumo directo, o para ser industrializada, “algo que no se puede hacer con la banana, que si no se vende en el mercado hay que tirarla”.

En el debe, como en otros rubros, queda la posibilidad de agregarle valor en origen a ese producto. Allí destacó el trabajo colaborativo que se dio en otras regiones como Misiones, en donde conformaron una cooperativa que escurre la fruta a través de un proceso de secado con sal, para de esa manera venderlo seco o abrillantado preindustrializado.

Pero a la falta de apoyo e inversión estatal, Dandulakys agregó que las pequeñas parcelas que poseen quienes producen papaya en la zona no les dan lugar para construir los piletones necesarios, sumado a que no saben qué hacer con el residuo salitroso que ese proceso genera, “podría arruinarnos las plantaciones”, indicó.

El agricultor contó que cuando trabajaba la papaya solo para su industrialización (que se retira verde), obtenía unos 80 a 90 mil kilos por año y por hectárea. Pero señaló que ese rendimiento cae bastante “porque hay que esperar que el fruto madure y allí surgen algunas pérdidas por los pájaros, hongos y otros factores”.

El productor contó que él, como muchos otros, comenzaron gracias al apoyo del INTA y lo que en ese momento era el Prosaf (Programa de Servicios Agrícolas Familiar) de la provincia, con cuyos técnicos realizaron las obras de riego y consiguieron los primeros plantines de mango, papaya y maracuyá en 2010.

Miguel Dandulakys es además el presidente del Consorcio de Riego de Colonia Santa Rosa y subrayó que con el paso de los años vieron cómo se afectaban los caminos vecinales y rurales, “que son injerencia del municipio pero que jamás en la vida tomó parte en los arreglos”.

Por esto recordó que éste es el cuarto año en el que los pequeños productores de la zona deben aportar para reparar esos accesos y decidieron hacerlo de manera conjunta a través del Consorcio: “Lo que hicimos fue incrementarles un pequeño porcentaje al agua que pagan para el ítem camino”, contó.