"Un padre musical, que siempre me va a guiar", lo definió Luis Alberto, justo él, poco antes de aquel momento de suprema belleza en el Unplugged de MTV, cuando los amigos de Bajo Belgrano se unieron otra vez con "La miel en tu ventana". Volver a verlos tocando esa perla perdida de Almendra produce una inmediata devastación emocional, un nudo en el alma que mezcla la pena, la bronca, el desamparo: esos nudos que solo se deshacen recordando que ante todo está el amor. La luz que produjo el Flaco, la luz que produjo Rodolfo García, que no se apagó con ellos, que nos alumbra aún hoy que solo queremos patear cosas de pura impotencia.

Rodo era un hombre bueno. Dicho así suena ingenuo, y habrá quien lo interprete como la clásica exageración ante la muerte. Pero no. Datos, no opinión: el miércoles pasado, la noticia de su ACV produjo un aluvión de mensajes de pena, una cadena interminable de seres queriendo enviarle fuerza y esperanza. Muchos que no lo conocieron personalmente, muchos que sí y que saben qué clase de persona íntegra, honesta, incansable, luminosa era. 

Rodo músico, Rodo artista, Rodo gestor de todo lo que se pudiera en materia de cultura y lo que no también. Rodo también registro vivo de nuestro rock, con una memoria prodigiosa y un archivo que atesora cachos importantes de historia gráfica. "Preguntale a Rodo que seguro él se acuerda" es una frase que le he escuchado a Héctor Starc y a Emilio del Güercio, apenas dos de sus compañeros en la aventura de mejorarnos la vida con arte. Tuve charlas deliciosas con él, y de verdad se acordaba si no de todo, al menos de mucho.

Y entonces: cómo hacemos para acostumbrarnos a la idea de que se fue. De no verlo -cómo no verlo, con esa larga cabellera blanca de duende, de abuelo sapiente- entreverado en todo lo que fuera abrir caminos a la expresión artística, desde el lugar de funcionario o desde una producción o como artista. Rodolfo nos tenía acostumbrados a su presencia, a su fuerza de trabajo generosamente puesta al servicio de los músicos más jóvenes. Rodo no descansaba en ninguna leyenda, y eso que cargaba en su historial con unas cuantas, con haber abierto un surco que se llenó de brotes con Almendra, con esa banda irrepetible que fue Aquelarre, con la decisión de fundar un grupo como La Barraca en vez de recostarse en la practicidad de solo tocar para otros, con haber sido parte de Los Amigo -lo último que nos dejó Luis-, con mostrar la misma vitalidad y creatividad en Jaguar. Podría haberse subido a infinidad de caballos, prefirió ser humano, tender la mano a otros artistas, ser humilde antes que soberbio.

Duele demasiado decirlo en pasado. Rodolfo García es un gran artista. Rodolfo García es un hombre bueno.