El próximo 13 de mayo se cumplirán 133 años de la abolición de la esclavitud en Brasil. Desde el mismo título, Esclavitud – Siglo XXI da cuenta de que las distintas formas de opresión del hombre sobre el hombre no han proscrito, sino que han mutado y siguen naturalizadas. En los primeros minutos conviven “fazendas” carcelarias, apropiación de bebés y vivencias clandestinas con una naturalidad impactante. La serie documental de Bruno Barreto se sumerge en una temática degradante, “y muy distinta a la del pasado”, según le declara el carioca a Página/12. Producida y codirigida junto a Marcelo Santiago, la producción se emite por HBO MUNDI los miércoles a las 21 y también está disponible en HBO GO y Flow.

Cada uno de los episodios expone e indaga en las distintas variantes de la cuestión: cultura, vida rural, dinámica, globalización y sexo. “Las formas en las que se da la esclavitud en la actualidad está muy diversificada”, asegura el director, que debutó en el cine con la icónica Doña Flor y sus dos maridos en 1976. Apenas dos datos: desde 1995, más de 50 mil brasileños fueron rescatados de trabajos en condiciones inhumanas; en 2003 se estableció una “lista sucia” de empresas que usan mano de obra esclava. La serie, por otro lado, cuenta con la participación del expresidente Fernando Henrique Cardoso, del diplomático y exministro de Relaciones Exteriores Celso Amorim y del periodista Leonardo Sakamoto, uno de los máximos referentes del área. Según el codirector, trabajaron sobre más de 100 testimonios del gigante sudamericano. “Los temas fueron surgiendo de manera muy natural, la pauta la dieron las propias entrevistas. Había que colocarlos en episodios a partir de lo que hablan los testimonios. Los entrevistados nos obligaron a esta diferenciación”, agrega Santiago.

Todo comenzó con Pisando fora da propia sombra, un libro que leyó Barreto sobre tres trabajadores rurales que tras escapar de un campo fueron cazados y ultimados. “El punto es que uno de ellos no murió y pudo reconstruir la historia. Quise hacer un largometraje sobre el caso pero más investigaba, me daba cuenta de que debía ser un documental. Además lo esclavo en Brasil no está sólo en el interior. Empecé a ver que había distintos segmentos: las chicas bolivianas que trabajan en la industria de la moda en San Pablo, las esclavas sexuales en Río de Janeiro que son captadas por un tipo y las vincula con el mundo de la tevé. Había muchos aspectos por tratar y eso le fue dando unidad al proyecto”, expone Barreto.

-Gran parte del peso está en los relatos. ¿Cómo dieron con esas voces?

-Fue bastante fácil dar con las personas en la fase de investigación pero muy complejo que expusieran sus historias delante de cámara. Casi imposible. Tomó meses. Zé Pereira, quien aparece en el segundo episodio, vive escondido en el Estado de Pará. Un lugar que es como el Viejo Oeste, realmente. Tiene miedo de que lo maten los terratenientes que terminaron apresados por su testimonio. Aunque eso haya pasado a comienzos de los ’90, no se han olvidado de él; y él sabe que la venganza es un plato que se sirve frío.

-¿Cómo decidieron los tópicos que estructuran los episodios?

-El primero tiene que ver con la cultura de la esclavitud muy afincada a lo familiar y a lo promiscuo, porque todo comienza con algo muy difuso. El segundo es sobre Zé Pereira, quien es el que comenzó todo con su denuncia; es el personaje central y bisagra entre la esclavitud del pasado y la actual. El tercero -confieso que es el que menos me gusta- es una reflexión sobre la dinámica del esclavismo. El cuarto refiere a la globalización de la esclavitud inserta en nuestro país: bolivianas en la industria textil, chinos explotados por otros chinos en Copacabana. Y el último refiere al sexo. Como dijo un gran pensador brasileño, Roberto Freire: “no hay esclavitud sin intoxicación sexual”. Y es verdad. El poder usa ambas.

-Esclavitud – Siglo XXI brinda algunos detalles estéticos distintos a lo que uno tiene en mente por el trabajo de Sebastião Salgado, por mencionar un referente. ¿Cuál era la intención?

-Tuve como referencia otro documental de HBO: The Jinx. Es la historia de un tipo muy poderoso y millonario involucrado con unos crímenes. Nada que ver desde lo temático. Pero me atraparon sus reconstrucciones. Tengo un problema de base con el documental por su pretensión de verdad. Intenta ser la pura realidad pero no lo es por todas las elecciones de construcción, de montaje y dirección. La reconstrucción, sin embargo, le deja en claro a la audiencia eso. “Es real pero no”. La estética de mezclar archivo con entrevistas y reconstrucciones borronea los límites entre realidad y la ficción. Vivimos una realidad que hace eso todo el tiempo. La reconstrucción te lleva a otro lugar de lo que se está narrando. Esa fue una elección de la que estoy orgulloso. Quería que la audiencia se sumergiese en el tema de una manera emocional. Que sintiese empatía por el tema. El gran problema es la inequidad, la brecha entre pobres y ricos. Ahí está la esencia.

-¿Es un tema que afecte a todos los gobiernos por igual?

-Para nada. En nuestro análisis empieza con el caso de Zé Pereira. Su caso se volvió conocido a nivel internacional y puso en evidencia la esclavitud moderna. Hubo un gran trabajo para erradicarla con los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y de Lula. Hoy no sabemos nada. Deberíamos tener una suerte de coda para poder chequear que es lo que está pasando ahora. Todo indica que ha sido para peor. Los ruralistas tratan de cambiar ciertas leyes pero con Bolsonaro no ha sucedido nada. Es sorprendente.

-¿Cuán importante fue ir hacia atrás para entender lo que sucede en la actualidad?

-Es muy interesante porque es completamente distinto. El único momento que lo puntualizamos explícitamente es casi como un flashback. Es cuando hablamos de los quilombos, los lugares donde vivían los esclavos y que luego terminaron reconvertidos en las favelas. En el pasado, tener un esclavo era como tener un caballo, una propiedad a mantener; era un bien que se cuidaba porque podía ser vendido. Hoy es incluso más cruel. La conexión no pasa necesariamente por lo histórico. No pensaba así antes de hacer el documental pero ahora estoy completamente convencido de ello.