La ONU estableció el Día de la Tierra en el año 2009. Y mucho se ha dicho sobre la Casa Común de las vidas. Sin embargo tenemos graves retrocesos en su cuidado. Lo bueno y fresco, es que podemos como humanidad mejorar nuestra relación con la Madre Tierra. Federico Hegel decía que afirmar que el hombre era malo era una afirmación grande, pero, más grande era afirmar que era bueno. Este gran pensador de la humanidad sabía lo que decía. Uno de los problemas ontológicos que tenemos es el de la inocencia de creer que en sí y para sí, que nosotras, las personas humanas pensamos siempre en el prójimo. Pero no es así. 

Las grandes religiones monoteístas reconocen los conflictos que atraviesan a la mujer y al hombre y también reconocen las violencias dentro de ésos conflictos. Estas religiones convocan a la paz interior de cada ser. ¿Por qué? Porque la humanidad bajo la dominancia actual está atrapada en el cálculo, la utilidad, el consumismo, las envidias sin pasión ni razón y en un narcisismo sociópata brutal. 

Los tres grandes sentimientos motorizantes de la historia han sido la codicia, la envidia y la competencia, muy pocas veces ha sido por amor. Así, los documentos de culturas, muchas veces, están basados en vivencias violentas (guerras y conquistas etc), por consecuencia son situaciones contaminantes, depredadoras y de lesa ambientalidad del planeta. París es un monumento a distintas violencias para obtener, entre otras cuestiones, los tesoros de Egipto al igual que Londres. Y, se le rinde pleitesía. Tolstoi señalaba que las guerras eran un robo, mientras que Juan Bautista Alberdi nos dirá que es un crimen. Sin embargo, en todos los países se homenajean las guerras dentro de la Casa Común. No hay mayor contaminación y lesa ambientalidad contra la Tierra que las guerras. Veamos Hiroshima y Nagasaky y también las más de 40 millones de personas asesinadas en la Segunda Guerra Mundial. Señalan la barbarie en que cae muchas veces la humanidad. También podemos ver la depredación realizada en su momento en Vietnam en los años 1960/70, y ya más actual en Afganistán, Irak, Siria y Libia. 

Es tal nuestra esquizofrenia cultural que no tenemos cultura ambiental que nos pedagogice que las guerras son las grandes contaminantes y depredadoras del planeta. Tenemos un conocimiento segmentado que nos impide asociar, interpretar y vincular: toda guerra es una guerra contra la Tierra, contra la Casa Común. Es una gravísima lesa ambientalidad. Es el ambientalismo inclusivo (concepto generado por la Cátedra del Agua), el que abarca estas situaciones, porque tiene una pedagogía con una visión biocéntrica, diversa, multicisiplinaria y por ende abarcativa de la vida en todas sus variantes con un norte en la justicia social y ambiental.

Nuestras percepciones nos tienen que indicar que necesitamos construir cultura ambiental (concepto generado por la Cátedra del Agua) que nos abra la puerta del asombro reverencial de la vida y de vincularización de que todo acto bélico es un acto que rompe el pacto ecológico. No podemos mejorar si nos creemos mejorados. No podemos amabilizarnos si nos creemos perfectos. No podemos generar nuevos espacios si no realizamos una negación íntima y radical a nuestras vetustas culturas, para lograr la transformación que necesitamos. Hemos durante siglos venerado las guerras. Hemos venerado y levantado monumentos a distintos saqueos y asesinatos en masas. Necesitamos despertar la sensibilización en la razón, para evitar la perversión en nuestra acción. La alienación sobre la Tierra es la mayor depredación.

Tenemos que asumir que el único ser viviente que contamina al planeta es la dominancia humana. Los que más contaminan al clima y al agua son Estados Unidos, China y el bloque de la Unión Europea. Ya no alcanzan las declaraciones para redimir la vida. Sin una nueva subjetividad no hay nueva materialidad. Muchos ríos se encuentran contaminados gravemente y esperan sanar para vivir. La humanidad definitivamente tiene que comulgar con el planeta para vivir con los ríos de la existencia.

¿Un nuevo paradigma cultural ambiental será posible? Creo que sí, hay pruebas empíricas que lo prueban. Se ha avanzado pero no alcanza. El ambientalismo inclusivo por distintas vertientes, ha logrado importantes adelantos. Necesitamos políticas públicas que tomen la cultura del ambientalismo inclusivo como eje central, que las democracias sean más democráticas y no sea sólo la votodependencia. Que el cálculo raquítico de la mezquindad abra sus puertas a más generosidad ambiental y que lo ecológico se lo aborde desde la conciencia y no desde la pérdida de toda seriedad. Hoy más que nunca necesitamos un nuevo Pacto Mundial de la Humanidad como lo plantea el Ágora de los Habitantes de la Tierra y lograr la sujetivación jurídica, universal y comunitaria de la Casa Común para verídicamente cuidarla. En los primeros días de noviembre de 2021 se realizará el Congreso de la Democracia organizado por la Facultad de Ciencia Política de la UNR, allí plantearemos por primera vez el Cabildo del Coloquio Científico sobre la Retaguardia del Agua y el Aire: las Políticas Públicas. Para debatir interdisciplinariamente un nuevo paradigma cultural ambiental de incidencias efectivas en las políticas públicas. Ya el planeta no tiene retaguardia, no tiene resto ecológico que lo ampare del biocidio. Para ello, hay que crear una nueva y profunda cultura ambiental inclusiva aplicable en la cotidianeidad de nuestras vivencias.

(*) Cientista Social, Magíster en Ambiente y Desarrollo Sustentable, Director Cátedra del Agua Fac. C. Política UNR, Colectivo Argentina AHT.