La vacuna israelí “BriLife” realizará parte de sus ensayos de fase 3 en el país. Además, el propósito es que luego de confirmar su seguridad y eficacia pueda ser elaborada en Argentina y distribuida en todo el mundo. “Hay acuerdo, en los próximos días se avanzará en pulir la letra fina, de ultimar detalles, para avanzar en las pruebas de su candidato vacunal en nuestro territorio. Para la producción aquí es un poco más complejo porque primero les tienen que dar bien los ensayos, aunque la realidad es que está todo dado para fabricarla aquí a mediano plazo también”, señala Sonia Tarragona, jefa de gabinete del Ministerio de Salud de la Nación.

La tecnología de Israel, elaborada inicialmente por el Hospital Hadassah y el Instituto Israelí de Investigación Biológica, requiere de la participación de 40 mil voluntarios de distintos países. Ambas instituciones son reconocidas y gozan de prestigio en el ámbito internacional y, en sentido específico, el Hospital se destaca por ser el que más pacientes de Covid atendió durante la pandemia. De manera reciente, las autoridades sanitarias locales tuvieron un encuentro con sus referentes, con el propósito de repasar las claves del acuerdo. En pocos días podría haber más información sobre el inicio de las pruebas. Al respecto, plantea Tarragona: “Fortalecer los vínculos con Israel es una buena noticia para nosotros, su manejo de la pandemia fue muy bueno, tenemos que aprender de sus experiencias que son realmente valiosas”. Vale destacar que, hacia mediados de abril, el país de Medio Oriente habilitó a que los ciudadanos dejen de utilizar los barbijos en espacios al aire libre y retomaron actividades fundamentales como la escolaridad presencial.

El ensayo

Esta iniciativa de Israel con la vacuna BriLife y su búsqueda activa de socios estratégicos se enmarca en una situación muy particular que afronta el país. Con el 63% de la población inmunizada, los contagios y las internaciones en terapia intensiva por covid han disminuido tanto que redujeron la posibilidad de encarar estudios con candidatos vacunales. Por lo tanto, procuran trabar acuerdos con naciones cuya circulación viral aún sea considerable, como es el caso de Argentina.

“Lo que le ocurre a Israel es que, afortunadamente, no tiene posibilidad de avanzar en sus ensayos de fase 3 porque ya no tiene pacientes que atender. Ya vacunaron a buena parte de su población, les queda poca gente por inmunizar. Es por eso que necesitan trabajar en otros países como el nuestro”, explica la economista. Luego continúa: “Con Israel tenemos una relación científica muy buena y, además, podemos proveerles parte de los grupos poblacionales que ellos necesitan testear en sus ensayos, porque todavía no los hemos vacunado. La referencia es para los adultos jóvenes”.

Con esto, Argentina podría aportar personas de 18 a 59 años para probar BriLife. Si bien a nivel local los menores de 60 años con comorbilidades ya comenzaron a ser vacunados, el camino será largo para completar un buen porcentaje de esta franja protegida. “El problema que tienen es que casi todos los países del mundo empezaron sus planes de inmunización a partir de los adultos mayores que configuraban los grupos de riesgo. Por este motivo, les resulta muy difícil hallar dónde chequear seguridad y eficacia con esta franja etaria”, admite. En Argentina, como ya se ha inmunizado el 75% de los mayores de 60 años, los ensayos necesariamente deberán estar destinados a personas menores.

La producción local

Desde el comienzo de la pandemia, el gobierno desplegó una estrategia que no distingue banderas ni ideologías, esto es, realizar negociaciones y acuerdos con todos los laboratorios y Estados del mundo sin distinción. Así, llegaron las Sputnik V, las AztraZeneca/Covishield y las Sinopharm. La diferencia es que, en el presente, el foco no solo se estaciona en adquirir las dosis que provengan de otras naciones sino  que también los esfuerzos están orientados en participar del proceso de fabricación. Con ello, Argentina se asegura que en el mediano plazo pueda contar con dosis elaboradas en las empresas biotecnológicas nacionales.

“Ya se hicieron muchos ensayos clínicos en Argentina. Pfizer, Sinopharm, CanSino y Janssen, entre otros. La parte israelí, a medida que avancen las pruebas de fase 3, mantendrá conversaciones con empresas privadas argentinas para acordar las pautas de la futura producción”, describe Tarragona. Después, continúa con una mirada prospectiva: “Podrá ser una fabricación full-cicle, es decir, desde el principio activo hasta el envasado, o bien, que solo nos toque una parte específica del proceso. Para esas definiciones todavía falta tiempo. Nuestra nación tiene la chance de completar cualquier parte de la cadena de fabricación”, subraya la funcionaria.

Como apunta la jefa del Gabinete de Salud, a partir de la experiencia cosechada, la participación de la ciencia y la tecnología argentinas puede ser diversa: o bien, en la producción del principio activo para que otro laboratorio culmine con la etapa final (como es el caso del contrato con AstraZeneca y el eslabón completado por el laboratorio mexicano Liomont), o bien existe la chance de que los equipos de expertos y expertas locales se concentren, a la inversa, en la última etapa del procedimiento (como se espera que el Laboratorio Richmond haga a partir de la llegada del principio activo proveniente desde Moscú para la elaboración de Sputnik V). En el marco de un acceso desigual a un recurso tan escaso y crítico como son las vacunas participar en la cadena productiva puede resultar medular de cara al segundo semestre de 2021 y el primero de 2022.

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