En el título del nuevo libro del poeta y narrador Martín Villagarcía (Buenos Aires, 1986) hay dos homenajes. Por un lado, a Nunca Nunca Quisiera Irme a Casa, la legendaria revista de Gabriela Bejerman y Gary Pimiento; por otro, a la canción “There Is A Light That Never Goes Out”, de los Smiths, donde Morrisey canta “I never ever want to go home”. El narrador viajero de Nunca nunca nunca quisiera volver a casa lo expresa a su modo en varias ocasiones. “Nada más quiero en este mundo que quedarme. No me quiero ir”, registra en su diario a inicios de marzo de 2019, en París, tercera escala de esta guía menos turística que sexual y artística. Son incontables los encuentros eróticos del protagonista que, Grindr en mano, aprovecha incluso el tiempo de espera en el aeropuerto de Ezeiza antes de partir rumbo a Madrid.

“Me despierta el mensaje de un chico que quiere que le haga fist fucking –narra en Andalucía-. Es un poco temprano pero no quiero perder la oportunidad”. Las escenas se intercalan con paseos por museos y bares, cementerios donde descansan celebridades y parques de diversiones; el diarista en tránsito consigna edades, alturas, estado físico y, en especial, el volumen de los culos de sus partenaires. Las aventuras prosiguen en la Ciudad Luz. El Virgilio de este Dante porteño se metamorfosea en Google Maps (para llegar a los departamentos de los amantes) y en el traductor del celular, para comunicarse en francés con aquellos que no hablan español ni inglés. Luego se encaminará a Berlín y a ciudades de Estados Unidos, donde crecerá el elenco de anfitriones, amigos y familiares. En el diario se conjugan dos tipos de reflexiones, tanto ontológicas (“Pienso en lo irreal que es viajar, estar en otro lado. En condiciones tan diferentes, ¿soy yo mismo o algo distinto?”) como genitales: “Ya me arde la pija de tanto coger, pero no puedo parar”. El contrapunto entre unas y otras lubrica la lectura.

“El proyecto surgió en simultáneo con el viaje –cuenta el autor-. De entrada me propuse cada noche escribir un registro de mis experiencias, en vista de un libro. En 2012 había hecho un taller de performance con Effy, una artista trans que en muy poco tiempo hizo una obra impresionante y que lamentablemente falleció en 2014. Siempre me gustó la performance como disciplina artística y, aunque no me dediqué a eso, incorporé esa premisa de hacer arte con el cuerpo y la experiencia y la trasladé a mi escritura”. 

En esa misma época, Villagarcía había publicado un libro de poesía porno a partir de una serie de encuentros sexuales. “Así escribí mi libro Éxtasis –dice-. Con Nunca nunca nunca quisiera volver a casa pasó algo parecido: hice de mi experiencia una obra y el libro es un registro de eso”. Mientras el deseo de estadía late en cada ciudad, un viaje bien regado por semen, saliva y tequila toma la forma de una fuga del país natal.

Nunca nunca nunca quisiera volver a casa

Martín Villagarcía

De Parado