Mis amigos me han enseñado

que existen formas innombrables,

que el adoctrinamiento insistente de la vida puede fracasar,

que la disciplina viril ha sido una marca a fuego lento en mi piel.

Ellos me dejan, pude acariciar sus cicatrices que marcan el pasado,

yo también les permití, dejé que besaran mis pezones crecientes

con el dolor de la noche.

De la mano mi amigo y yo

imaginamos de algún modo como sería alejarnos

de las exigencias de un cuerpo a simple vista normal.

Ellos, como si fueran flores carnívoras

se van volviendo peludos por partes,

con granos en su cara repleta de testo.

Sus brazos se ven fornidos,

hay músculos erupcionando en terreno desconocido.

Su piel cambia, la forma de la mirada también

No es que lo diga yo,

es que con mi amigo nos compartimos.

Las metamorfosis que atraviesa cada unx

en el momento de rascar lo añejo

Nos une la traición,

a quienes nos dieron la vida con la arbitrariedad de nombrarnos,

ahora llevamos nombres muertos.

La venganza por mano propia

a todo su esfuerzo por enderezar este árbol con tronco torcido,

nadar sobre cadáveres repletos de expectativas.

Nos hemos consultado cómo es entrar al baño público.

Dimos estrategias para zafar del peligro.

Yo dejo que me agarren de la cintura porque me siento re minita

y algo de esa posesión en juego, nos gusta.

Mi amigo ha puteado en voz alta

cuando ve un tipo que corre en cuero con su impunidad de tipo.

En ese mismo momento

caigo del binder,

el calor,

estar en cuero,

mi tanga sujetando testículos,

nuestros cuerpos en el calor del barrio están aprisionados.

Mis amigos sin saberlo reparan la ausencia de complicidad

Es difícil crecer en la expulsión,

han intentado perforar herraduras de caballos que deforestan la pradera

Recuerdo una infancia hostil

bajo una fortaleza blanda polvo rosada

yo quedaba en un costado aburrida mirando a

los wachos de mi edad que corrían sin sentido en la canchita

(mirándose entre sí sus nalgas deportivas

para tocarse en la sombra mientras los adultos

cierran los ojos a la hora de la siesta)

Yo era un niño con la desidia de una femineidad deforme asignada

rodeada de pibes ordinarios y

la tortura de querer pertenecer.

Mis amigos me resaltaron la diferencia de construirse con ladrillos de paciencia.

Me enseñaron de su rabia radical,

de sus roscas que de algún modo son las mías,

sus dolores,

el odio que les genera que las maricas cis falocéntricas

no los vean.

Yo aprendí a desear los cuerpos que mutan,

porque en la paridad me siento cómoda.

En la paridad me veo, en ese inagotable intento de mudar lo esperado.

Mi amigo me invita a decir “wacha no te enrosques”.

Me lee un poema donde se describe la imagen de él en cuero frente al río

Yo le leo uno donde afirmo que me da vergüenza mostrarme en una playa semidesnuda estrogénica.

Hay un espiral que nos une

la angustia, la complicidad,

reafirmar en espejo las existencias más borrosas

estar a su lado, sin querer

es un mimo repentino.

Este texto lo escribí pensando en las vivencias de mutaciones con afinidades que son masculinidades trans, necesité nombrar desde mis ojos un poco de lo que se respira de este lado, en un mundo cis, romper de algún modo esa idea de “privilegios” que dicen que tienen por ser construcción de la masculinidad. Me inspiré en Tehuel, un pibe trans del conurbano bonaerense que no aparece, nos desespera que a 78 días de su ausencia no se sabe nada de él, los medio no lo muestran, la yuta no lo busca.

Este es un grito porque las vidas trans SÍ importan:

¿DÓNDE ESTA TEHUEL?

IG: @gemma.androginx